Ilustración: Mateo Camargo H |
Edmundo de Amicis, magnífico autor que hace parte de la galería de los clásicos de la literatura, nunca podrá dejarse de lado, aunque surjan nuevos y abundantes escritores.
Con su extraordinaria creación, “Corazón”, está ampliamente documentada y tratada con amor la dulce época de la escuela primaria. Su nombre, al lado del otro italiano mundialmente conocido como lo es Carlo Lorenzini, Collodi, con su inigualable “Pinocho”, se inscribió entre los grandes escritores del planeta que dedicaron su fina sensibilidad, su maestría literaria y buena parte de su producción literaria a los buenos lectores del mundo, en especial a niños y jóvenes.
Así lo demuestra su inefable “Corazón”, el libro italiano moderno más divulgado del mundo, cuyos protagonistas son niños escolares del colegio Baretti, en Torino, Italia, pero que bien podrían ser pequeños de Colombia o de cualquier país del mundo, pues en el libro se narran, con sin igual encanto y en un lenguaje sencillo y llano, las aventuras, vivencias y emociones que los pequeñuelos viven a lo largo de un año escolar; vivencias y emociones que son homólogas a todos los niños sin distingo de edad, raza y hasta condición social.
El libro apareció en 1886, dando celebridad a su autor en el mundo entero, pues en dos meses y medio alcanzó 41 ediciones. En 1896 el número de ediciones llegaba ya a 197, y en el siglo XX se tradujo a cuarenta lenguas.
El libro, a lo largo de sus casi 350 páginas, narrado en forma de diario y complementado con aleccionadoras y tiernas historias, denominadas “Cuento mensual”, es un canto al corazón sencillo de los niños, a la vez que exalta valores como el amor a la familia, a la escuela, a los compañeros, al maestro, al estudio y a la patria, valores estos tan caros y escasos por esta época, y tan necesarios en la edificación de una sociedad justa y progresista.
Los citados “Cuento mensual”, entre los que debemos destacar narraciones tan bellas, llenas de patriotismo y claras apologías a los valores morales y sociales como “El pequeño vigía lombardo”, “De los Apeninos a los Andes”, “El pequeño escribiente florentino”, entre otros seis más, son verdaderas piezas literarias escritas con maestría y sobriedad, capaces de conmover por igual el corazón de niños, jóvenes o adultos.
Edmundo de Amicis trató el tema de la vida escolar en otras obras (además de “Corazón”), y desde distintos puntos de vista. En “Novela de un maestro”, de 1890, su mirada es amarga y desencantada; en “Amor y gimnasia”, de 1892, en cambio, el mundo de la escuela gira en torno a la fascinante figura de la señorita Pedani, atlética y dominante profesora de gimnasia, un personaje singular, tratado con gracia e ironía.
El cuento mensual (de mayo), llamado “De los Apeninos a los Andes”, es, tal vez, una de sus narraciones más celebradas y hermosas. Ha sido llevada al cine, conservando su frescura y conmoviendo con la plenitud de los valores que exalta: el amor a la madre, la persistencia en el logro de los ideales y la exaltación de la vida.
Es la historia de Marco, un niño genovés de apenas trece años, que partió solo, de Italia, en busca de su madre Josefa, que había viajado a Buenos Aires, Argentina, hacía ya dos años, en busca de un empleo como doméstica, para ayudar en algo a la penosa situación económica que por la época del autor atravesaba la familia y en general toda la nación italiana.
El viaje, una travesía en barco de 27 días, fue una terrible experiencia. Luego de desembarcar en el Río de la Plata, en Buenos Aires, Marco emprendió viaje al interior del país, pasando por Rosario, Córdoba y Tucumán, donde finalmente encontró a su madre, moribunda ya por el peso del dolor que para ella había significado y significaba la separación que creía definitiva de su familia, en especial de su pequeño Marco, al que había dejado con tan solo once años de edad.
Tras una conmovedora escena, Josefa recobra las ganas de vivir, y Marco, antes andrajoso, triste y sucio por las penalidades del viaje, se presenta pletórico y hermoso.
El escritor y periodista italiano Edmundo de Amicis, nacido en Oneglia, Italia, el 21 de octubre de 1846, fue un apasionado patriota; después de estudiar en un liceo de Turín entró en la base militar de Módena, de la que salió oficial, y como tal asistió a la batalla de Ustoza, en 1866.
Durante su carrera militar aceptó la dirección del diario L’Italia Militare, en 1867, que se publicaba en Florencia, permaneciendo en las filas del ejército hasta la entrada de las tropas italianas en Roma, en cuya época pidió el retiro para dedicarse por completo a sus trabajos literarios, tributando a la carrera unos bocetos publicados en 1868 con el título de “La vida militar”.
Visto el éxito de la obra, decidió consagrarse a la literatura y al periodismo. Ha sido uno de los escritores más populares en Italia y más conocidos en el extranjero, puesto que sus obras han sido traducidas a todos los idiomas europeos.
A sus bocetos militares le siguió “Novelle”, de 1872, en la que demostró ser un observador sagaz de las realidades sociales y humanas; posteriormente, escribió numerosos libros de viajes que alcanzaron también un gran éxito por la facilidad demostrada por el autor para describir rápidamente los lugares y costumbres que se ofrecían ante su vista: “España”, de 1873, “Holanda”, de 1874, “Marruecos”, de 1876, “Constantinopla”, de 1878-1879. Alcanzó otro gran éxito con su novela “Los amigos”, de 1883. En sus últimos años escribió sobre moral, sociología e historia, haciendo gala de una psicología sentimental y una clara visión ética del mundo.
La obra toda de Edmundo de Amicis está signada por cinco grandes características personales y literarias: su excelente capacidad como historiador, sus temas bien tratados y animados por la religión católica, su capacidad para identificar realidades sociales, la maestría para recrear caracteres humanos, al igual que las vivencias de los movimientos revolucionarios que le tocó en suerte vivir. En general, su obra es un canto a los valores sencillos, a la fraternidad, a la ternura y al amor.
A decir de los críticos, “‘Corazón’ ha perdurado en el tiempo porque su autor supo cantar el mundo de la infancia, con sus alegrías y tristezas. Rescatando valores como la amistad, la solidaridad y el sacrificio de padres y maestros para darle un sentido integral a la vida de sus hijos y alumnos”.
Corazón, diario de un niño, recuerdo, nos acariciaba el alma blanca de párvulos asombrados ante la belleza del mundo y las palabras, cuando en tardes de encanto la dulce maestra, con visible emoción en los ojos y en la voz nos leía, latido a latido, las inefables aventuras de Ernesto Derossi y sus compañeritos de curso.
"Lunes 17. Hoy ha sido el primer día de clase. Los tres meses de vacaciones, que al principio me parecían tan largos, se han esfumado. Esta mañana, mi madre me ha llevado a la sección Bareti para inscribirme en tercer curso. Durante el camino me acordaba mucho del campo y me daba rabia tener que comenzar las clases de nuevo. Todas las calles próximas al colegio estaban llenas de niños acompañados de sus madres, comprando lápices, cuadernos, libros, etc. Al llegar a la puerta del colegio, alguien me dio un golpecito en el hombro. Me volví y vi a mi antiguo profesor de segundo, que me dijo sonriente: ‘¡Vaya, Enrique! ¿Con que nos separamos para siempre?’ Sus palabras me impresionaron. El vestíbulo del colegio estaba lleno de señoras, criadas, niños cargados de libros, y de él salía un ruido infernal. Sentí alegría al ver de nuevo la gran sala con las siete puertas, ante las cuales había pasado casi diariamente durante tres años. Encontré a algunos de mis antiguos compañeros más gordos y más altos. Los pequeñines que por primera vez iban al colegio no querían entrar en las aulas y chillaban con fuerza, llamando a su mamá. Mi hermano entró en la clase de la señorita Delcato y a mí me correspondió el profesor Perbono. Solo unos quince muchachos eran antiguos compañeros míos en una clase de cincuenta y cuatro. Entre mis amigos de segundo estaba Derossi, el que siempre sacaba primer premio en todo. Yo me acordaba del campo, y también de mi antiguo profesor, tan alegre y cariñoso; tan rubio y pequeño que casi parecía uno de nosotros. El señor Perbono es alto, con el pelo gris y una arruga recta en la frente. Nos mira a los ojos fijamente uno por uno, como si quisiera leer dentro de nosotros. Yo pensaba: ‘¡Hoy el primer día! ¡Y quedan nueve meses!’".