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Soy un convencido ambientalista. Entiendo que el agua no es infinita, que las ciudades no existen en burbuja, que el estilo de vida occidental -altamente dependiente del petróleo y sus derivados- no es sostenible. Prefiero saber que mis acciones no aportan a destruir los pocos recursos que les quedarán a mis nietos.
Sin embargo, reconozco que los argumentos netamente ecologistas todavía no venden en nuestra sociedad consumista. Acumulamos cosas innecesarias, no tenemos problema en despilfarrar comida, nos gusta la velocidad pretenciosa y lo queremos todo ¡ya! Por lo tanto, el anacrónico Túnel de Oriente es el típico proyecto que le encanta a esta sociedad sedienta de autopistas y desmedidos centros comerciales. Es sumamente difícil lograr parar proyectos de semejante envergadura solo con argumentos ambientales.
La propaganda institucional que vende este proyecto como un “desatraso” en infraestructura, también se anima a mencionar el concepto de una ‘ciudad de tres pisos’; calificándola como un “deseo de los antioqueños”. Ambas ideas -aunque presentadas de manera mañosa- se refieren al verdadero tema de fondo en esta discusión: el modelo de desarrollo urbano de nuestra ciudad-región.
Sin dudas, este mega-proyecto de 800 mil millones de pesos definirá el camino que tomaremos en modelar nuestro desarrollo urbano hacia el futuro. ¿Buscaremos convertirnos en una ciudad sobre-expandida, con baja densidad poblacional, y totalmente dependiente del automóvil? Si es así, necesitaremos construir inmensas vías al mejor estilo de Atlanta o Los Ángeles, que siempre lograrán atraer más tráfico del que pueden soportar. Tendremos que construir suburbios sintéticos cada vez más lejos del corazón de nuestra ciudad, para satisfacer semejante modelo de vida.
Es evidente que somos muchos más quienes preferimos una ciudad más humana y sostenible. Podemos privilegiar un modelo de desarrollo fundamentado en altas densidades poblacionales, usos mixtos de suelo, y un sistema de transporte incluyente, estructurado alrededor del transporte colectivo moderno, la bicicleta y la caminata. Podemos anteponer la calidad de vida de los ciudadanos a los falsos lujos efímeros.
Aunque el proyecto ha recibido innumerables críticas en relación a los daños ecológicos que causaría, la necesidad de priorizar esos millonarios recursos en vías mucho más urgentes (ej. Urabá y Quibdó), o el hecho de que el túnel privilegia el transporte individual y no fue diseñado para el uso del transporte pesado, es realmente vital que estructuremos la discusión alrededor del modelo de desarrollo urbano que deseamos.
Resulta muy afortunada la intervención del gobernador Fajardo y el alcalde Gaviria ante el ministro Pearl; este último ha acudido finalmente al principio de precaución, y exigido la suspensión de las obras. Resulta curioso que solo lo haga hasta ahora, luego de que hemos sido muchos quienes desde las páginas de los medios más importantes de la región hemos dejado en evidencia las graves falencias del proyecto. Sin embargo, es de resaltar el claro compromiso hacia la sostenibilidad que refleja la alianza AMA a través de esta exitosa acción.
Ahora, debemos presionar por dos acciones fundamentales. Primero, que se hagan los estudios geológicos, hidrológicos, y de externalidades sociales y ambientales apropiados, para evaluar la viabilidad real de un proyecto de túnel. Esperamos que ahora no sean adelantados otra vez por Integral S.A. (curiosamente una de las socias de la concesión). Segundo, y más importante aún, que se facilite un verdadero debate ciudadano sobre el modelo de desarrollo urbano que deseamos los ciudadanos de esta ciudad-región para el futuro.