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Esto no quiere decir que no puedan ser usados, por analogía, adjetivos correspondientes a otros meses del año, a gusto del que escribe o del que habla (que puede no ser el mismo del que lee o escucha). Hay ejemplos de ello. En el Diccionario del español actual (1999), de Manuel Seco, Olimpia Andrés y Gabino Ramos, encontramos referencia a los adjetivos mayero (‘de mayo’) y novembrino (‘de noviembre’), con citas de autores españoles que incluyen expresiones como “las fiestas mayeras de Madrid”, “una noche mayera” y “la tarde novembrina”; también la expresión “una trasnochada agostina” (en lugar de ‘agosteña’, la del DRAE).
Para algunas personas (quizá para muchas), palabras que no se encuentren en el DRAE no existen. Esto es casi como afirmar que una persona que no tenga partida de bautismo o registro civil no existe. La realidad es que el DRAE no puede, y no debe, darle cabida a toda una cantidad enorme de vocablos que surgen día a día (y que a veces mueren en poco tiempo), que son términos especializados del vocabulario técnico o científico, o de uso en diferentes grupos sociales, o bien, adopción o adaptación de términos extranjeros, de conveniencia discutible.
Siguiendo con el tema, veamos otros adjetivos derivados de nombres de meses:
Por analogía, podríamos usar el adjetivo octubrino, que no se halla, como término general relativo al mes de octubre, en ningún diccionario que yo conozca. Por otra parte, parece que nadie haya sentido la necesidad de usar, en español, adjetivos que sustituyan las expresiones “de enero” y “de febrero” en casos similares a los considerados: ¿Noches enerinas o tardes febrerinas? Como que no suena muy bien. Tampoco enerianas, enereñas o febrereñas, probablemente por la falta de costumbre. Pienso que el uso de cualquiera de estos términos debe ser mirado con respeto, porque hasta ahora nadie ha sido nombrado o reconocido como dueño del idioma, al menos que yo sepa.
Por otra parte, alguien me ha dicho que en algunos lugares de nuestra costa atlántica llaman a ciertas fiestas del mes de junio, “las fiestas juninas”, lo cual me parece muy apropiado. En lo relativo a derivados de la palabra “julio”, existe la expresión “calendario juliano”, pero no en referencia al mes de julio, sino a Julio César, el general y estadista romano, quien puso en práctica dicho calendario. Suena bien el empleo de expresiones como “las vacaciones julianas” (mejor que julieras), para darles nombre especial a las de los estudiantes en mitad de año, aunque no he sabido de nadie que use alguno de esos dos términos.
En definitiva: Con los adjetivos mencionados no se trata de hacer más corta la manera de decir las cosas, porque es tan sencillo decir ‘abrileño’, como decir ‘de abril’. El empleo de términos como ‘abrileño’ o ‘decembrino’ responden más a un deseo de expresarse en forma diferente, quizás un poco más elegante o, mejor aún, en lenguaje poético.
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Comentario
Los diez mejores años de la vida de aquella actriz fueron entre los 29 y los 30.