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El secretario de Estado de EE.UU., John Kerry, apeló ayer a argumentos económicos y hasta a “la seguridad nacional del país” para que el presidente electo Donald Trump se tome en serio el cambio climático y no rompa los acuerdos que Washington ha firmado al respecto.
En un discurso en la ciudad marroquí de Marrakech, donde tiene lugar la cumbre sobre el clima (COP22), Kerry no citó en ningún momento por su nombre a Trump, quien ha llegado a definir el cambio climático como “un cuento chino” y prometió, durante su campaña electoral, anular el Acuerdo de París.
Sin embargo, la presencia del magnate, quien no ha vuelto a pronunciarse sobre el tema, sobrevoló la intervención de Kerry, en especial al afirmar que “las cosas se ven muy distintas cuando uno está en el Gobierno” que cuando está en campaña.
Las consecuencias del cambio climático “son hechos, no opiniones ni tampoco eslóganes políticos”, y en ese sentido “nadie tiene derecho a tomar decisiones (sobre políticas climáticas) basado solamente en ideologías”.
Para entender las consecuencias del calentamiento de la tierra, Kerry recomendó hablar con militares, por ser los que entienden “las amenazas a la seguridad nacional” derivadas de las catástrofes humanas a causa del clima, así como con científicos o con líderes religiosos.
Y aquí apeló a uno de los argumentos a los que Trump puede ser especialmente sensible: “Invertir en energía limpia es un buen negocio”, dijo.
Al respecto, citó a Brasil, la India y China, tres países emergentes que sumaron en 2015 más inversiones en energías verdes que las realizadas por Estados Unidos.
Desgraciadamente, señaló Kerry, las energías limpias representan todavía sólo un 10% de las que se producen en el mundo, pues “producir energías sucias sigue siendo más barato”.
Aunque su discurso tuvo un tono dramático -”está en juego nuestra forma de vida”, alertó- no quiso caer en el pesimismo y se mostró convencido de que “una abrumadora mayoría de ciudadanos de EE.UU. sabe que el cambio climático está sucediendo”.
En otra intervención, el enviado especial del Gobierno estadounidense para el cambio climático, Jonathan Pershing, también apeló al interés económico que tiene para el país la transición a las energías verdes y la transferencia de tecnología que EE.UU. puede liderar hacia el tercer mundo en los procesos de adaptación climática.
“Hay un valor sustancial para el ciudadano y el contribuyente estadounidense (...) Creemos que hay un mercado (en la transferencia tecnológica) y creo que nuestras empresas pueden ser competitivas en ese mercado”, indicó Pershing, quien se negó a “especular” sobre lo que puede hacer el Gobierno de Trump y el próximo Congreso de mayoría republicana.
El Gobierno estadounidense de Barack Obama envió ayer a la ONU una estrategia para “descarbonizar” su economía a mediados de siglo, en la que se detalla la “hoja de ruta” para alcanzar una ambiciosa reducción de emisiones del 80% en 2050 respecto a los niveles de 2005.
Convirtiéndose así en el segundo país, tras Alemania, en entregar a la ONU una “hoja de ruta” de descarbonización para mediados de siglo, uno de los deberes que el Acuerdo de París invita a hacer a las partes, y se espera que mañana depositen también las suyas Canadá, México, Chile, Costa Rica y Perú, entre otros.
La “hoja de ruta” estadounidense para la descarbonización ha sido preparada por la oficina de Cambio Climático de la administración Obama, con la colaboración de investigadores de los departamentos de energía de las más prestigiosas universidades de EE.UU.