Para el departamento se requiere la serena universalidad de quien entiende a Antioquia como un todo, en lo que solo importa la calidad de propio
Para establecer la dimensión de los nuevos administradores de la ciudad y el departamento hay que analizar la situación en los que los dejan los actuales mandatarios. Hay que recuperar el rumbo del progreso y el bienestar generalizado, que es para lo que se constituyen las autoridades, sobre todo de las administrativas que al final son las que ejecutan y tienen la facultad de generar obras y acciones que mejoren o mantengan un buen nivel de vida de los ciudadanos, sin distinciones ni discriminaciones por razones de sus condiciones personales y muchos menos por sus tendencias políticas.
Queda la ciudad con grandes problemas que tendrá que resolver el próximo alcalde, como el de las Empresas Públicas que afronta el gran reto de poner en funcionamiento la central de Hidroituango y de encontrar la manera de saldar las cuentas pendientes sin deteriorar el patrimonio colectivo; en este sentido hay que bajarle a la prepotencia y a la tendencia a ocultar la verdad. Pero los ciudadanos habremos de abandonar la actitud pasiva de ajenidad, de asistir a los sucesos como si no se tratara de un asunto que hiere de muerte el buen nombre de la ciudad y la tradición de buen gobierno que ha tenido.
La seguridad es la otra materia pendiente para la administración de la ciudad. Éste que venía de ser asesor internacional de seguridad, como alcalde es un fiasco en lo referente a lo local. Las muertes violentas aumentan escandalosamente al tiempo que se incrementan los latrocinios y ataques en las calles; la mendicidad campea y se convierte en otro componente de la falta de sensibilidad social de la administración local y contribuye a la inseguridad en las calles. Y de las políticas de movilidad hay que decir que han sido un desastre: es como si reduciendo el ancho de las calles, se estuviera generando un deliberado caos.
Para el departamento se requiere la serena universalidad de quien entiende a Antioquia como un todo, en lo que solo importa la calidad de propio. Hay que gobernar para todos, desterrando la polarización de los odios y las sin esperanzas para formar el país paisa que fue orgullo de los nativos y motivo de admiración y respeto de los otros. El gobernador encarna la figura del buen padre de familia y así deberá proyectarse ante la sociedad sin gritos histéricos ni raptos megalómanos, atendiendo las necesidades reales del departamento, tendiendo puentes de reconciliación, comunicando físicamente los pueblos y aldeas.
Si nos equivocamos de nuevo, tendremos otro cuatrienio de aplazamiento de la solución de nuestros verdaderos problemas. La ciudad, más que andenes que nos han costado cientos de miles de millones que solo han servido para el solaz de los vendedores ambulantes y de dormitorio de la indigencia, esta urgida de un buen sistema de seguridad de las personas, de un replanteamiento de las políticas de movilidad y de un buen aseo. El departamento tiene que llevarnos al mar en tren; tiene que tratar de erradicar, o cuando menos de minimizar, la pobreza llevando equidad a los pueblos. ¡Es el momento de Antioquia!
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