Ser o no ser “corrupto”

Autor: Lázaro Tobón Vallejo
28 junio de 2018 - 12:07 AM

El problema no está en la ley, se cambió la Constitución de 1886 y la corrupción se disparó. El tema es de intervención en la educación, no en la formación.

Con bombos y platillos el Senado de la República en una genuflexión, golpes de pecho y todas aquellas manifestaciones de arrepentimiento tardío aprobó la famosa consulta anticorrupción. A los senadores salientes no les afecta el resultado, porque al fin de cuentas ya no deben dar cuenta de lo que allí se decida o no. Además, como marrulleros decidieron votarlo una vez conocidos los resultados de la conformación del nuevo ente legislativo y no antes, luego de una espera larga en la tramitología del Congreso.
Igual que el plebiscito, el referendo va a hacer otro foco de disyuntiva social entre aquellos que lo apoyen o no, entonces, los del no serán catalogados como corruptos y serán lapidados públicamente como cercanos a la corruptela.

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Uno de los aspectos de los temas populistas qué más está moviendo los promotores es el tema salarial de los congresistas y altos funcionarios del Estado, pero, lo que no dicen es el efecto en escalera que tiene la disminución del salario de estos personajes en la nómina de la Procuraduría, tribunales superiores de justicia, jueces, fiscales y de hay para abajo que trabajan en estas entidades del aparato estatal, debido a que los salarios de estos colaboradores están “amarrados” proporcionalmente al salario de un congresista, lo que violaría la ley laboral, porque los salarios no se pueden disminuir, según reza uno de los principios del derecho laboral. En otras palabras, sí gana esta pregunta, se podría venir una avalancha de demandas contra la nación y en concurrencia ¿quién pagaría? Lo más seguro no son las promotoras de este.
Pero más allá del tema salarial, y las otras seis preguntas, la corrupción no se acaba de un brochazo con un acto legislativo, porque infortunadamente muchas acciones mínimas del día a día son actos de corruptela y lo más seguro que muchos hemos cometido “pecado venial” de comportamiento ciudadano. Miremos algunos ejemplos de esos pecados veniales, que al fin de cuentas se constituyen en actos de corrupción.
•    Alterar la edad de los menores de edad para que tengan acceso a las redes sociales
•    Pagar para agilizar un trámite ante alguna entidad estatal. Esa es una bobadita que no vale la pena, el tramitador tiene que comer.
•    En un cine vamos con los hijos menores a una película que tiene una clasificación para edad mayor los tratamos de hacer pasar como “mayorcito”.
•    El no respetar las normas de tránsito, no se convertirá en costumbre frente a otro tipo de normas y una vez pillados, se trata de sobornar al agente de tránsito o de policía para evitarse una multa. Eso queda entre él y yo. Nadie nos ve, además, el corrupto es él que lo recibió. Por ahí existe un artículo en el código penal, el 407 que dice más o menos: cohecho por dar o recibir.
•    El triste ejemplo de nuestra realidad del “vivo vive del bobo” se presentó en Rusia, cuando varios colombianos jactándose de haber metido licor en unos binóculos volviéndose viral como la gran hazaña. 
•    El haber utilizado elementos de la empresa para uso personal. Por ejemplo, la impresión de un trabajo de la universidad. Esa hoja, esa tinta, esa luz, fueron pagadas para desarrollar la misión organizacional, no la personal, pero como el valor es insignificante, no importa.

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El problema no está en la ley, se cambió la Constitución de 1886 y la corrupción se disparó. El tema es de intervención en la educación, no en la formación. La primera es en la casa y la segunda en el sistema educativo. 

Desde la cotidianidad, y con base en esos pocos ejemplos la corrupción está en el latinoamericano. 

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