Quien tenga viva la memoria sabe que no se puede apoyar a quienes en el pasado han realizado negocios turbios desde el poder para beneficio suyo y de su grupo
Llevamos dos siglos intentando superar los yugos, tratando de romper las cadenas, los resultados son lamentables. No logramos mirar en perspectiva, olvidamos la historia, desconocemos los detalles de las revueltas, los juegos del poder y las ambiciones de las élites. Confundimos a los capitanes con los líderes, llevamos mucho tiempo confiando en la lógica de los fusiles. Y las armas tienen una endiablada dinámica lejos de la vida civil. Hace poco menos de 200 años Bolívar ofrecía a rebeldes brasileros un contingente completo de soldados con sus armas y vituallas, él, mejor que nadie, entendió que unas cosas dan las armas y otras las luces y las leyes. Pero era un hombre de armas y ganar tantas batallas no lo preparó para un ejercicio civilista del poder.
El destino de las naciones latinoamericanas está marcado por esa fuerte confusión. Observemos que hemos depositado una gran confianza en las armas como camino para la renovación, y olvidamos el ejemplo de Europa. Allá siempre las armas han llevado a un laberinto más largo, a la continuación del oprobio. Ingenuos creímos que un coronel sin ilustración como Hugo Chávez podría llevar a una nación rica a un estado de bienestar. Vana ilusión, triste fracaso. Ahora el peronismo se prepara a culminar una tarea. “Puto o Ladrón queremos a Perón”. Esa parece ser la consigna. ¿Acaso lo que pasa en Nicaragua sea algo diferente? No hay necesidad de recorrer el continente buscando ampliaciones de esa cruda historia: armas que crean estados para el beneficio de la misma élite. Cuando se llega por las armas al poder no son las mentes las que controlan la situación, es lo marcial lo que controla las mentalidades. Sin educación no podemos aspirar a una transformación.
Miremos el desolador panorama de nuestra próxima contienda electoral, exactamente los mismos con las mismas, por interpuesta persona, pero quien tenga viva la memoria sabe que no se puede apoyar a quienes en el pasado han realizado negocios turbios desde el poder para beneficio suyo y de su grupo. Y el poder como una suerte de enjalma que pasa de entrepierna en entrepierna para mantenernos sometidos a los mismos designios del desastre. Ya ni los apellidos cambian, lo que persiste es la ignorancia, la falta de preparación, el desconocimiento total de la historia, la geografía, la sociedad y la cultura. Imberbes ignorantes aspiran a la representación popular y tienen el respaldo sus antepasados; los mismos que sumieron la nación en la hecatombe que no termina. Nada cambiará si no tenemos avispamiento para no elegir una y otra vez a los verdugos, a los descarados defensores de los privilegios, que pasaron de vender helados en la plaza a arrodillarse ante los poderosos de su partido que a su vez se arrodillan ante la élite podrida en sus riquezas.
Seguiremos repitiendo esta historia mientras vamos a respaldar nombres y no programas, y vamos a seguir en el mismo camino de destrucción y muerte si no vigilamos a los elegidos. Lo más abyecto que podemos hacer será delegar el voto en esa caterva de ignorantes que han mantenido la nación en una guerra que ahora pretenden alimentar de nuevo para llenarse sus bolsillos con contratos y prebendas. Ellos se presentan como Lázaros que sólo aspiran a los mendrugos, pero se portan siempre como los Epulones, en medio de banquetes interminables, mientras los electores continúan con falta de agua o alcantarillado, sobreviviendo de desperdicios para seguir continuando con esta farsa terrible que llamamos la democracia latinoamericana.