En mis últimas columnas publicadas en el Periódico EL MUNDO bajo el título “Del homo habilis a la ingeniería” hicimos un sucinto repaso de lo que ha significado la ingeniería en la historia de la civilización.  Hoy quiero adentrarme en lo que puede entenderse como humanismo, fundamento conceptual del libro que gracias al apoyo de la Universidad Nacional-Sede Medellín, la Facultad Nacional de Minas  de esta misma sede y la Sociedad Antioqueña de Ingenieros y Arquitectos-SAI entrego hoy a mis pacientes lectores.

El término humanismo puede usarse de varias maneras, pero conceptualmente debe entenderse como la doctrina filosófica que busca integrar los valores humanos. El concepto se origina en el movimiento renacentista europeo del Siglo XV, que se propuso retornar a la cultura grecolatina para restaurar el valor de lo humano en la historia. Se trata entonces de una doctrina antropocéntrica, donde el hombre, en cierto sentido, es la medida de todas las cosas, según afirmación del griego Protágoras.

Para el humanismo la organización social debe desarrollarse a partir del bienestar humano, en oposición al teocentrismo medieval, donde la religión y su principal empresa la salvación del alma eran el centro de la vida, ahora se trata de salvar al hombre en su integridad para la vida terrena. Como principio, el humanismo se opone al consumismo y a toda imposición impropia de la dignidad humana, que implique la cosificación del hombre al reducirlo a sólo productor y consumidor, impidiendo su desarrollo integral.

El humanismo llevado al campo de la educación dio máxima importancia a la individualidad de cada hombre o mujer, con un aprendizaje que se centraba en la formación de ciudadanos aptos para desplegar una vida activa en el bienestar de su comunidad, pero sobretodo seres éticos capaces de discernir entre lo correcto y lo incorrecto y proceder en consecuencia, con decisiones prudentes. Nuestro principio emblemático “Trabajo y Rectitud”, legado de Juan de la Cruz Posada a la Facultad Nacional de Minas y en general a la ingeniería, es la esencia del humanismo, así como el máximo mandamiento ético de nuestro quehacer cívico y profesional.

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Quien les habla tuvo la fortuna de poder acceder al Liceo Antioqueño de la Universidad de Antioquia, cuando todavía a mediados del siglo pasado se consideraba el saber humanístico como el fundamento de los futuros ciudadanos. Por aquella época el Liceo tenía profesores letrados, tales como el inolvidable profesor de literatura Hernando Elejalde y los historiadores Javier Gutiérrez y Abel García. En mi caso, fue la Facultad Nacional de Minas el hogar de encuentro con sabios profesores, que además de competentes ingenieros tenían la formación humanística y ética que caracterizaba a la dirigencia antioqueña. Como testimonio de lo anterior, me basta con recordar a Peter Santamaría, a Luis de Greiff, a Gerardo Botero, a Alejandro Delgado, a Darío Suescún y muchos más que omito por falta de espacio.  Los profesores Peter Santamaría, nuestro decano de aquella época, y Darío Valencia, aquí presente, institucionalizaron en la década de los 60 la cátedra de humanidades en el pensum de nuestra Facultad, lo que se reflejó en la calidad de  los ingenieros que llegaban, entre otras, a la consultoría colombiana de las dos siguientes décadas. Hoy, señores directivos de la Universidad  Nacional de Colombia, es imperativo reforzar el pensum académico con la cátedra de humanidades, adecuada a las actuales demandas de la nación.

Para terminar, mis agradecimientos a la Vicerrectoría de la Universidad Nacional-Sede Medellín por patrocinar la publicación del libro que hoy les presentamos. Gracias también a la Sociedad Antioqueña de Ingenieros y Arquitectos-SAI, a La Revista Dyna de la Facultad Nacional de Minas, al Periódico El Mundo y a la Asociación de Egresados de la Facultad de Minas-Ademinas por la divulgación de la mayor parte de los textos incluidos, así como a Darío Valencia, mi maestro y prologuista y a mi editor José Alvear. Mi especial gratitud a los lectores y amigos que me han estimulado para persistir en esta bella aventura, que me he impuesto al final de mi vida profesional.  Mis reconocimientos a mi esposa Victoria y a mis hijos, por su comprensión y apoyo.

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Nota: Discurso pronunciado el 5 de abril de 2018 en el Aula Máxima Pedro Nel Gómez de la Facultad Nacional de Minas, durante el lanzamiento del libro de este columnista “Tiempos de Ingeniería y de humanismo”.