Porque no…

Autor: Alberto Morales Gutiérrez
25 marzo de 2018 - 12:06 AM

Son las creencias las que modifican y/o distorsionan la realidad. El hecho objetivo no existe porque siempre es interpretado.

Bueno, ya no parece haber escenarios en los que se pueda huir de la discusión o que permitan sustraerse del debate político. Se habla del tema en todas partes: en el trabajo, el comedor, la cama, frente al televisor, en la calle, en el teatro, detrás de las cortinas, en la cuerda floja… ¡en todas partes!
Es, desde luego, una discusión sorda y hueca, porque nadie cede nada. Cada quien tiene la verdad y la razón, cada uno ostenta la idea correcta, expone el análisis preciso, entrega la cifra exacta.
Un observador externo no sólo descubre que el sectarismo, la intemperancia y el fanatismo se encuentran a la orden del día, sino que atestigua con impotencia como la ceguera es colectiva y la bobada hace estragos.
Tal vez se pregunta: ¿Por qué esta persona, de reconocida inteligencia, sustenta con tanto fervor esa idea tan absurda?, ¿qué hace que esta otra, cuya formación académica ha sido juiciosa y extensa, no se rinda ante la evidencia que le están mostrando?
Y entonces es de la mano del significado de las creencias en donde tal vez se halle una explicación.
En términos teóricos, la creencia opera como un modelo creado por nuestra mente que, al ser interpretado por nosotros “deviene en un contenido cognoscitivo de un hecho concreto”. 
Vea usted que el maní del problema se encuentra en esta conclusión de los profesores J Seoane y A Garzón de la Universidad de Valencia: Ese conocimiento, una vez asimilado, absorbido, “no tiene ni se le exige demostración alguna, ni siquiera se le exigirá un fundamento de tipo racional que lo explique”. Así, la creencia se convierte en “la verdad”.
Los mismos profesores aportan una idea fascinante: que las creencias tienen la tendencia a ir acompañadas de otras creencias y que además se relacionan estrechamente con actitudes, valores, opiniones, sentimientos y orientaciones. Por ello no resulta extraña su afirmación según la cual “el concepto de creencia se relaciona con el conocimiento”.
Concluyen con esta idea trascendental: “...el estudio de las opiniones es uno de los caminos más usuales para alcanzar las creencias...” (J Seoane y A. Garzón. El marco de investigación del sistema de creencias postmodernas. 1996. 81-98. Universidad de Valencia).

Lea también: Las ideas no son para respetarlas
Son las creencias las que modifican y/o distorsionan la realidad. El hecho objetivo no existe porque siempre es interpretado. La realidad es una construcción subjetiva.
Es por ello que las personas razonan de manera diferente ante los mismos hechos. ¿Qué hace que alguien piense que un terremoto es, por ejemplo, un castigo de Dios, mientras otro piensa que es un suceso geológico desencadenado por las industrias extractivas, mientras el de más allá arguye que es una señal de los extraterrestres?
La antropóloga inglesa Mary Douglas sintetiza toda esta reflexión en su célebre artículo Ni loca me pondría eso, para describir ese reflexión subjetiva e inexplicable de los “gustos”. ¿Por qué nunca te pondrías esas gafas? le preguntan, y él busca y busca razones, para responder finalmente: Porque no. 
No se halla la explicación, su creencia subjetiva sobre el color, sobre la forma, le hace rechazar sin razón, las gafas.
Así ocurre con el debate político. La creencia no admite argumentos. Muestras un dato a tu interlocutor, le enseñas una fotografía comprometedora, le das una prueba física irrefutable, y él, anclado en la creencia, te dice que es un montaje, que esa verdad que muestras es una mentira. 

Pero ¿por qué no crees en esta prueba que te estoy mostrando? preguntas, y él busca y busca razones, para decirte contundente: ¡Porque no!
Tal vez el eclecticismo, educarnos en la duda, aprender a no tragar entero, atrevernos a pensar, ayude a salir de este atolladero

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