Existen organizaciones de consumidores y superintendencias cuya obligación mayor es proteger al consumidor de las indelicadezas o el dolo de algunos proveedores
En este mundo consumista, la competencia abierta, producto de las aperturas económicas y de la globalización, debería, según la teoría, aumentar el número de posibilidades o de ofertas para los potenciales consumidores, lo cual redundaría en una competencia más seria entre los productores y oferentes, quienes deberían emprender campañas de productividad interna, mejora de la calidad en los productos y disminución de precios.
En este, como en infinidad de asuntos, la teoría va por un lado y la realidad va por otro. Mientras se consolidan las clases medias en los países emergentes, lo cual es condición básica para poder hablar de mercados internos consolidados, las relaciones de oferta y demanda parecen estar orientadas por la especulación y la concentración de esfuerzos comerciales en un pareto muy pequeño de la demanda potencial.
Ahora bien, una cosa son los aspectos microeconómicos y macroeconómicos que rigen estas relaciones y otra la responsabilidad social empresarial con la cual los fabricantes atienden las necesidades y expectativas de sus supuestos clientes.
¿No le ha ocurrido amable lector que cada vez es más frecuente encontrar menos cantidad de producto en los empaques tradicionales? Y estoy hablando de productos elementales como alimentos, farmacia, construcción y jardinería entre otros varios, teniendo en cuenta, eso sí, el permanente aumento de precios.
Veamos el caso de los alimentos: cada vez es más frecuente encontrar bolsas con menor cantidad de producto, o un producto con menor tamaño, como es el caso de las salsas, de los snacks, de las galletas, de las servilletas de papel, entre otros.
Ni que decir de los productos farmacéuticos, donde las pastillas o grajeas y los líquidos, textualmente “nadan” en recipientes de vidrio o de plástico. Otra cosa son las pomadas y los ungüentos cuya cantidad mínima lleva a su terminación con el primer empleo.
¿Coincide la cantidad con el peso ofrecido? Uno como consumidor no tiene tiempo de este tipo de chequeos, pero existen organizaciones de consumidores y superintendencias cuya obligación mayor es proteger al consumidor de las indelicadezas o el dolo de algunos proveedores.
Considero importante impulsar una campaña intensa y masiva para favorecer los empaques de vidrio transparente, ya que así se logran dos objetivos inmediatos: proteger el medio ambiente y facilitarle al comprador la exploración visual del producto antes de adquirirlo. De igual manera si es del caso, emplear empaques transparentes para la industria farmacéutica en lo que sea apropiado.
El concepto o el atributo de “genuino” que anteriormente se asociaba a un producto construido de manera original, lo cual garantizaba su finura, su excelente calidad y su duración, hoy ha sido reemplazado por lo desechable que implica una menor calidad y un menor rendimiento y tiempo de uso.
Bombillas, pilas, utensilios eléctricos y del hogar, elementos de ferretería, vestuario, repuestos plásticos, entre otros miles de ejemplos nos inundan.
Lo malo y lo riesgoso de la lógica de lo desechable y lo temporal es que se ha venido asociando y evidenciando en la realidad con una pérdida de calidad que muchas veces pone en serias dudas la buena fe del oferente.
El concepto de ciudadanía consciente también se aplica cuando los consumidores, de manera organizada, exigimos que seamos respetados, y la manera más efectiva y pacífica de hacerlo, es dejar de comprar aquello que no nos satisface.
Nota: Insisto en la conveniencia de dotar a Medellín con un adecuado Centro de Espectáculos, un Velódromo techado y un Autódromo que cumpla con las exigencias internacionales.