Odiaos los unos a los otros

Autor: Alberto Morales Gutiérrez
9 septiembre de 2018 - 01:03 AM

En un país como el nuestro en donde el odio parece haberse instalado en nuestro ser na- cional, las reflexiones de esta filósofa se constituyen en una poderosa invitación a pensar.

Recién ha cumplido 50 años, tal vez 51, estudió filosofía en Londres y se llama Carolin Emcke. Es espigada y recia, estudiosa y generó una pequeña conmoción con un texto directo y al grano: Contra El Odio (Taurus 2017)

En un país como el nuestro en donde el odio parece haberse instalado en nuestro ser nacional, las reflexiones de esta filósofa se constituyen en una poderosa invitación a pensar. Válido traerla a cuento por estos días de reflexión en el Proyecto Humanidad.

 

Lo invitamos a leer: ¿Qué tal un proyecto humanidad?

 

Siempre me ha sorprendido que las expresiones de odio más frecuentes provengan de gente que dice defender la fe cristiana. El fanatismo hace estragos. Ella explica que el fanatismo es tierra cultivada para el odio: “El odio solo se combate rechazando su invita-ción al contagio. Quien pretenda hacerle frente con más odio ya se ha dejado manipular, aproximándose a eso en lo que quienes odian quieren que nos convirtamos. El odio solo se puede combatir con lo que a ellos se les escapa: La observación atenta, la matización constante y el cuestionamiento de uno mismo”

Hace muchísimos años, en las épocas de la adolescencia, tuvimos un Maestro de verdad, con mayúscula, cuya cátedra, aunque estaba asociada a las ciencias naturales, se convirtió con el tiempo en una experiencia humanística. Fue él y no el profesor de lenguaje el que organizó el Centro literario, y se inventó una cantidad de actividades extra curriculares asociadas a temas culturales que nos marcaron para siempre. Don Javier Botero se llamaba.

Alguna vez, en medio de una típica pelea de muchachos, don Javier corrió a separarlos y preguntó cuál era el origen del combate. Uno y otro se acusaban de haber sido provocados por cada quien. Los que de manera bárbara habíamos rodeado a los contrincantes y los instigábamos a seguir dándose garrote nos quedamos callados con la llegada del profesor y nos pusimos a escuchar lo que pasaba.

Cuando los dos muchachos se desahogaron, don Javier habló dos minutos sobre el significado de dejarse provocar, pero concluyó con una frase memorable. Hombre - dijo mirándonos a todos- siempre que hay un conflicto entre dos, uno de ellos TIENE que ser el INTELIGENTE, y agregó en voz baja de manera tal que solo los que estábamos más cerca escuchamos, tiene que ser “el elemento consciente.”

Nunca se me olvidó la frase aunque a veces me desquician el fanatismo, la intemperancia y la vulgaridad.

Y ahora, Carolin Emcke vuelve y pone el dedo en la llaga: “Observar el odio antes de que estalle acompañado de una ira ciega, abre las posibilidades de actuación: determinadas manifestaciones de odio competen a la fiscalía del Estado y a la policía; pero las distintas formas de discriminación, las pequeñas e implacables estrategias de exclusión que se manifiestan en gestos y hábitos concretos, en determinadas prácticas y convicciones son responsabilidad de toda la sociedad”

Su conclusión tiene la dimensión de una catedral:

Dice que en tanto miembros de la sociedad civil, a todos nos compete impedir que quienes odian puedan fabricarse un objeto a la medida. Esa tarea no se puede delegar. Apoyar a los que están amenazados por su aspecto, su forma de pensar, sus creencias o su forma de amar es un imperativo ético.

 

Lea también: La insoportable levedad

 

Es muy bella su reflexión sobre la Caja de Pandora tal y como la cuenta Hesíodo. Narra que Zeus envió a Pandora a la tierra con una caja, un recipiente que contenía todos los males que pueden sufrir los hombres, con la instrucción de que debía permanecer cerrado a toda costa. Pero Pandora cede a la curiosidad y la abre, de manera tal que el hambre, las preocupaciones y las enfermedades se propagan por la tierra. Aterrorizada, Pandora cierra la caja abruptamente y uno de los males de Zeus, la esperanza, no alcanza a salir.

Para Zeus, la esperanza era mala en tanto se trataba de una suposición ilusoria. Es cierto, la esperanza ilusoria no tiene el poder de derrotar al odio. Mejor la forma del diálogo interior: si cada quien habla consigo mismo y es capaz de decirse la verdad, se abre la posibilidad cierta de empezar a actuar en términos de nosotros.

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