Medellín y un Taller de Artes para arar en el fuego

Autor: Daniel Grajales Tabares
24 junio de 2017 - 05:00 PM

El Taller de Artes de Medellín celebra 40 años de creación, siendo considerado pionero en diferentes propuestas de teatro, artes plásticas, literatura, poesía y música.

Medellín

En la Medellín de los asesinatos selectivos, del toque de queda no oficial en los barrios, en la que las balas y los artefactos explosivos eran manifestaciones reales del terror, el arte fue otra solución. Muchos decidieron irse, abandonar la ciudad en la que nacieron, otros se dejaron llevar por la corrupción. En esa historia para no repetir, el Taller de Artes de Medellín fue referente de resistencia, pero también se consolidó como grupo innovador en las propuestas estéticas que suscitó desde su creación en 1977.

Samuel Vásquez, quien fundó hace 40 años este colectivo, recuerda que la mirada del Taller siempre inspiró el surgimiento de nuevos grupos, tendencias artísticas y reflexiones que aportaron a la consolidación del proyecto cultural de Medellín, pero que también fueron miradas en el mundo, porque su proyección internacional fue otro de los logros. 

“En 1980, el grupo de artistas plásticos, actores y músicos del Taller de Artes de Medellín realizó su primera obra plástica que intervenía el espacio público. (Seguramente la primera vez que en la ciudad una obra plástica invadía el espacio público sin permiso de las autoridades municipales). Por aquellos años empezaban los asesinatos selectivos que el narcotráfico decidía y pagaba. A diario los cadáveres eran abandonados a la vera de calles y carreteras, y fue tal la profusión de estos crímenes que cada habitante de la ciudad fue sacudido por la visión de un cuerpo baleado tirado en el sucio suelo. Todo crimen público se cometía con el guiño de una parte de la sociedad, con la complaciente complicidad, muchas veces callada, de un sector de la población y de un sector de la opinión”.

Vásquez, quien, luego de no sentirse satisfecho con algunas decisiones de las Bienales de Arte de Coltejer que él y Leonel Estrada impulsaron, se decidió a crear el Taller junto a Rodolfo Pérez, Álvaro Rojas, Gustavo Yepes y Mario Yepes, recordó que “golpeados por el horror de los asesinatos y la connivencia de muchos con el crimen, artistas del Taller de Artes pusieron en las calles de Medellín una serie de esculturas en yeso que señalaban aquellos comienzos de una época cruel que partió en dos la historia y la sensibilidad de la ciudad: La vida de cualquier persona costaba sólo unos cuantos miles de pesos. Se inauguraba así, una nueva mercenaria profesión: el sicariato urbano, profesión que fue exaltada en ‘su cualidad edípica’ por algunos periodistas, sociólogos, cineastas y escritores locales que consideraban tierno y enaltecedor que ‘esos niños mataran para comprarle una nevera a su mamá’”. 

Las esculturas eran colocadas en el espacio público, a las dos o tres de la mañana, y en algunas ocasiones hicieron seguimiento fotográfico incognito, con teleobjetivo, del comportamiento de los transeúntes, quienes interactuaban con las obras. Esa es sólo una de las muchas historias que cuenta Vásquez, quien unió a los jóvenes artistas con maestros como Edgar Negret o Antonio Samudio.

Este 2017, cuando el Taller de Artes ha realizado exposiciones en espacios como el Museo de Antioquia y el hall del Teatro Pablo Tobón, tertulias literarias y también conciertos, para celebrar sus cuatro decenios de creación, el legado de esta entidad cultural permite hablar de una ciudad que propició importantes debates sobre los límites de las artes, mientras creó desde la poesía, el teatro, las artes plásticas y la música, en simultáneo.

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Clara Mónica Zapata, exdecana de Artes de la Universidad de Antioquia, actual gerente de la Feria ArtMed, explicó que “el Taller de Artes logró la confluencia en un espacio de varias áreas artísticas que estuvieran en diálogos. Para esa época era demasiado innovador que un colectivo de artistas, de la plástica, de la música y del teatro pensara en una construcción colectiva. Esa definición de las artes escénicas que es donde se teje un diálogo lo logró Samuel en esa época, cuando todavía no se hacía, y que, hoy, cuando hay un mayor capital intelectual, siguen siendo un poco separadas las prácticas artísticas. Desde ese momento, ya Samuel estaba planteando una innovación, unas pluralidades, un reconocimiento del otro”.

Los maestros de hoy, aprendices de ayer

El Taller de Artes de Medellín recibía a jóvenes interesados por las diferentes disciplinas artísticas, quienes participaban de sesiones de creación, de tertulias, clases, y tenían la posibilidad de vivir de primera mano el universo artístico en espacios como las casas de maestros del arte nacional, alguna vez, por ejemplo, estuvieron en el hogar y taller del maestro Édgar Negret, Juan Antonio Roda, Humberto Giangrandi y Antonio Samudio.

En literatura, los nombres de Pablo Montoya y Lucía Estrada resuenan cuando se deben mencionar entre los formados por el Taller; Luis Fernando Peláez, Lucrecia Echeverri y José Antonio Suarez se escuchan con fuerza en el caso de las artes plásticas; Florina Lemaitre, actriz, también se inició en el colectivo en el caso del teatro. El Negro Billie y la orquesta Claro de Luna son parte de los hijos musicales del Taller. 

“La idea era ofrecer un lugar donde practicar varias artes. Para quienes estaban comenzado, así como para quienes estaban enrrutados, la idea era que fuera una oportunidad de trabajo colectivo e individual, en diversas artes”, explicó el maestro Mario Yepes, fundador, quien dice que hoy los participantes del Taller siguen “destacándose en diferentes áreas”. 
Hay muchos más nombres. Lo importante es comprender que esos jóvenes que iniciaron a formarse en el Taller de Artes de Medellín hoy son grandes maestros del arte nacional, reconocidos en el ámbito mundial, con obras tan sólidas como la propuesta escultórica de Peláez o el Premio Rómulo Gallegos de Pablo Montoya. 

Como lo recordó en una de sus columnas de opinión el curador, investigador, docente y consultor de marcas, Julián Posada, “éramos muchos los entusiastas del Taller, allí todo era activismo artístico, en esa casa todo y todos ardíamos, entraba y salía gente dedicada al teatro, sonaban notas, deambulaban poetas y escritores, la sala siempre estaba llena, inolvidables son cada una de sus obras, hitos del teatro colombiano”.

El legado del Taller

Para el maestro Luis Fernando Peláez, el lago del Taller de Artes de Medellín puede verse materializado en la capacidad de “haber reunido, en cierto momento, lo mejor del grabado que se hacía en aquella época, es decir, Humberto Giangrandi, excelente profesor y maestro, lo mismo que Juan Antonio Roda, fueron el par de personajes que crearon un momento de muy buen nivel en una época en que no había en Medellín este tipo de técnica, porque venía unido no solo al aprendizaje, sino que abría nuevos conceptos”. 
Desde su perspectiva, “el Taller abrió la mirada a muchas fuentes, en esa época se hacía el Taller 4 Rojo, que era un arte de carácter político; estaba Augusto Rendón, el 4 Rojo empleó técnicas en papeles para obras de gran tiraje. Fue un momento muy importante para cambiar la manera de ver las artes”.  

Según Jaime Jurado, director de la Asociación Medellín, “el Taller de Artes fue siempre algo inesperado. O aparecía con El arquitecto y el emperador de Asiria, que nos sorprendía a todos; o, depronto, era un performance, como El bar de la calle luna, quizás podían tener también alguna obra de los grandes maestros reinterpretada por Samuel Vásquez. Siempre fueron un grupo innovador, que estaba conectado no solamente con el teatro, sino con la plástica; con la música, sus artistas y grupos eran lo inesperado, algo que se ha perdido mucho, encontrar conceptos del arte que están ahí mismos, dirigidos a otras prácticas”. Según él, el país conoció a un grupo que tenía como principal característica “ampliar las posibilidades estéticas”, destacándose por “la presencia de Samuel Vásquez como escritor, como artista plástico y dramaturgo, como músico, lo cual siempre ha sido y será un referente e histórico de lo creativo de la ciudad”. 
Cristóbal Peláez, director del Teatro Matacandelas, coincidió en que “Samuel Vásquez siempre fue referente; el Taller de Artes era uno de los grandes cuando nosotros comenzamos con Matacandelas. Hacían giras, eran invitados a eventos, los veíamos como grandes”. 

Clara Mónica Zapata concluyó que otro de los legados del Taller fue que, “de una manera un poco espontánea, Samuel Vásquez propuso un modelo pedagógico, porque generaban unas transferencias de saberes y conocimientos que, desde lo no formal, generó muchos procesos importantes. Le sumo la rigurosidad de Samuel en el tema académico, de la conceptualización y la profundización de esos saberes, de hacer una apuesta por revisar los proyectos culturales y estéticos en la ciudad, el país y el mundo”. 

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