Más vale tarde que nunca

Autor: Alfonso Monsalve Solórzano
9 febrero de 2020 - 12:04 AM

Duque se gastó año y medio en aprender una lección básica de política: sin gobernabilidad no hay opción de éxito en una democracia

Medellín

La noticia de la semana y hasta del año político es que Cambio Radical ingresó al gabinete de Duque, que también nombró un ministro que proviene del Partido de la U, aunque hasta ahora no está claro que llegue en representación de esa formación política. Con esto, el argumento de que toda participación política es mermelada ya fue negado por el propio presidente, quien dijo, refiriéndose a uno de los nombrados, el ministro de Salud, que provenía de otro partido, pero, defendía el programa del gobierno.

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Duque se gastó año y medio en aprender una lección básica de política: sin gobernabilidad no hay opción de éxito en una democracia, y esta funciona mal si la fuerza que tiene el control del poder ejecutivo no tiene una fuerza dominante en el congreso y otras instituciones de representación y decisión, para que sus proyectos se tramiten. El corolario es que, para gobernar, cuando no se tiene las mayorías, es necesaria la participación de otras fuerzas que permitan que las iniciativas del partido que ganó las elecciones se cursen.  Es un simple asunto de aritmética. Pero también, de formación política: se necesita de dicha cooperación, cuando no se es mayoría absoluta, para cumplir el mandato político ciudadano. Y si no se llega a aquella por negligencia o capricho del mandatario, simplemente se le está volviendo la espalda a los ciudadanos.

En efecto, gobernar sin la cooperación del congreso es asegurar el fracaso del programa que fue escogido por los electores, que es, en consecuencia, un mandato político. No buscar la participación de fuerzas que pueden ser afines al gobierno en el congreso para garantizar la aprobación de las iniciativas gubernamentales, es violar el precepto constitucional de la cooperación entre los poderes del estado y el equilibrio entre ellos, porque, simplemente no se tiene cómo cumplir con el mandato popular recibido. En ese sentido es hacerse oposición a sí mismo, permitiendo que las fuerzas contrarias determinen la agenda legislativa y hasta el rumbo del país.

La imagen del presidente se deterioró ante la opinión pública, en gran parte, debido a que el país veía atónito que muchas de sus propuestas naufragaban, enviando la señal de un gobernante aislado, débil e ineficaz, sostenido por el CD y el Partido Conservador, una minoría en el Congreso. La oposición aprovechó esa imagen y la soledad real que ha sufrido Duque por voluntad propia, para iniciar el perturbador movimiento callejero, similar al de Chile y Ecuador, que busca hacerlo renunciar o llevarlo al extremo de hacer concesiones que cambien el estado de derecho por uno de transición al socialismo del Siglo XXI, apurando la toma del poder en el 2022.

Duque ha hecho un manejo adecuado de la estrategia desestabilizadora de la izquierda extrema pero el respaldo de las fuerzas políticas democráticas es cada vez más necesario para mantenerse en ella, porque si los promotores del paro pudiesen contar con una mayoría en el congreso, la muerte de nuestra democracia podría estar definida; o si abren una brecha importante, las dificultades para el gobierno de Duque serían mucho mayores.

Ahora podrá, si todo sale bien en la participación de Cambio Radical y (tal vez) el Partido de la U, Duque tomar control del Congreso para que su plataforma de gobierno, y los proyectos acordados que vengan de esas fuerzas, se plasmen con el objetivo de tener el suficiente respaldo político para enfrentar las amenazas de la extrema izquierda, no sólo en el parlamento, sino entre los ciudadanos. Todavía es tiempo.

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Y si las cosas se dan, podría avanzarse en la idea de tener para el 2022 un candidato único a la Presidencia y unas listas en el Congreso que aseguren la mayoría de los colombianos en defensa de nuestra democracia. Ojalá.

 

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