Los mal llamados “crímenes pasionales”.

Autor: Editor
21 julio de 2018 - 12:07 AM

Aunque las letras de las canciones populares, los fragmentos de determinados poemas y el sinnúmero de titulares de la prensa sensacionalista así lo quieran hacer ver, nadie mata por amor y, mucho menos, por exceso de éste.

Laura Cristina Aguirre Montoya

Hay cosas que debemos decir sin pelos en la lengua y, sin duda, ésta es una de ellas: los asesinatos cometidos por los hombres hacia sus cónyuges no constituyen, de ninguna forma, “crímenes pasionales”; sino que son, concretamente, una de las manifestaciones de la violencia contra las mujeres.

Así que, señor lector, en este artículo lo invito a que llamemos a este tipo de acontecimientos por su nombre y que, por tanto, nos ahorremos los eufemismos al respecto. Eso sí, reconozcamos que de crímenes lo tienen todo; pero en cuanto a  “pasionales”, advirtamos la trampa que radica allí. Revisemos, entonces, el trasfondo  que se esconde en la noción en cuestión.

En su libro “Crimen pasional. Contribución a una antropología de las emociones”, la antropóloga Myriam Jimeno Santoyo investigó este tipo homicidios ocurridos en Brasilia y Bogotá entre 1980 y 1990. En este estudio, Jimeno (2004) encontró una particularidad: “La denominación de crimen pasional es empleada en el lenguaje corriente para hacer referencia al crimen ocurrido entre parejas con vínculos amorosos” (p. 23). Ahora bien, el que éste sea efectuado principalmente por hombres “[…] señala que esta acción tiene que ver con las jerarquías de género, en particular con la construcción identitaria de masculinidad y feminidad. (pp. 16-17). En vista de esto, la autora denuncia que si bien las sociedades conciben este tipo de crímenes como un acto sumamente reprochable; en muchos casos, también tienden a exculparlo cuando quien lo ejecuta es un hombre.

“La mató porque la amaba”; “Si no era para él, no era para nadie”; “La asesinó por celos”; “La mató por honor”, son afirmaciones que constantemente referimos para justificar los asesinatos de mujeres a manos de sus parejas. Así lo podemos advertir, por ejemplo, en la divulgación que hacen los medios de comunicación masiva —especialmente la prensa sensacionalista— de tales hechos, dado que éstos enmascaran la misoginia y, conjuntamente, los feminicidios bajo el supuesto en mención: el crimen pasional.

Dado este panorama, Jimeno advierte que perpetuamos un imaginario sobre la violencia que acontece en tales crímenes: la violencia como producto del “exceso de amor”. Nos topamos aquí con la figura “poética” y, peor aún, “heroica” que para muchos tiene lugar en este tipo de crímenes. Este imaginario hace admisible la idea de que el uxoricida “amaba” tanto a su esposa que, al no concebir la vida sin ella, perdió temporalmente su capacidad de raciocinio, procedió guiado por la ira e intenso dolor y la mató.

Podemos advertir, así, cómo los argumentos anteriores disminuyen el rechazo social frente a estos crímenes al considerar que la mujer actuó de forma inadecuada al no corresponder al hombre que tanto la “quería” y esto, además, resulta ser un atenuante de la pena del victimario. Terminamos, pues, por responsabilizar a la víctima de su propia muerte y, paradójicamente, victimizamos al homicida.Señor lector, la invitación sigue en pie: llamemos las cosas por su nombre. En estos casos, los diminutivos, sobrenombres y “sinónimos” terminan por normalizar lo inaceptable. Y, finalmente, le dejo otra invitación: revisemos la concepción que tenemos del amor, porque en nombre de éste hemos justificado y vanagloriado sucesos denigrantes. Exacerbamos la maldad.

Nota: Pienso que el escrito tiene todo para ser publicado, la forma de escritura es correcta, tiene carácter y es fluida su lectura. Ahora bien, pienso que, aunque estoy de acuerdo con la idea general del texto: que llamemos a las cosas por su nombre y que es reprochable cualquier forma de quitarle la vida y la libertad a una persona, con muchas afirmaciones no estoy de acuerdo, pues me parecen un poco apresuradas.

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