No debe darle temor al liberalismo de salir a defender las tesis que lo han caracterizado. Debe volver a ser el vocero de los trabajadores, los desvalidos, las clases populares, las minorías
La coyuntura política, bien complicada, por cierto, ha puesto a varios partidos, movimientos y dirigentes nacionales a tomar posiciones de cara a esos acontecimientos.
El primero que ha venido deshojando margaritas para ver si ingresa al Gobierno es Germán Vargas Lleras y su partido Cambio Radical. De un lado tiene parlamentarios que quieren gobierno y disfrutar de las canonjías burocráticas que ello lleva implícito. De otro lado cuenta con amigos que se resisten a ingresar al Gobierno y argumentan que sería un suicido, por la caída en picada que sufre el presidente Duque y su partido político. Es más, algunos de los hipotéticos candidatos de Cambio Radical a ingresar al gabinete ministerial, aceptan que el partido sea soporte del Gobierno, pero ellos se resisten a ingresar como ministros.
Vargas Lleras es indudablemente uno de los presidenciables con los cuales cuenta Colombia, es ejecutivo, organizado, conoce el país, preparado, con ideas propias, pero en ocasiones hace pirotecnia política que el común de los mortales no entendemos. Está en vísperas de tomar una decisión crucial para su futuro político. Personalmente me hubiera gustado ver al doctor Germán Vargas liderando un proyecto de unificar a los partidos Liberal, Cambio Radical y de la Unidad Nacional (la también llamada U), de cara a las elecciones presidenciales del año 2022. Un proyecto con ideas renovadas, de corte social demócrata, que recoja muchas de las dolencias que hoy reclama la opinión pública.
El partido Liberal también ha fijado posiciones en los últimos días, como la de oponerse al famoso proyecto de ley que llaman de financiación pero que no pasa de ser una reforma tributaria, como la que todos los gobiernos nos regalan con periodicidad. En tiempos de turbulencia, con una opinión pública crispada por la corrupción y la terrible inequidad existente, parece ser una decisión sensata. El Gobierno debió revolcar la propuesta que le tumbó la Corte Constitucional y propiciar un gran acuerdo buscando que los más poderosos pagaran los impuestos, reducir la evasión, controlar la corrupción y disminuir gastos estatales, pero se la jugó por darle exenciones a los económicamente solventes y barnizar la propuesta con dos o tres artículos de calado popular, que nada soluciona ni disminuye las grandes desigualdades que hay en Colombia. Mera cosmética. Bill Gates, el multimillonario gringo, le señaló el camino a nuestro Gobierno cuando afirmó que “los ricos deben pagar impuestos más altos”, cuestionando las reformas tributarias que se impulsaron en Estados Unidos.
La coyuntura es propicia al partido Liberal, pero se requiere decisión, valor, ideas renovadoras y especialísimamente se requiere liderazgo. La gente está harta de partidos políticos clientelizados, negociantes, acomodados, amorfos, sin ideas políticas coherentes. No debe darle temor al liberalismo de salir a defender las tesis que lo han caracterizado. Debe volver a ser el vocero de los trabajadores, los desvalidos, las clases populares, las minorías y no el comodín del gran capital.