La poesía colombiana da luz en tiempos de urgencia

Autor: Jaime Dario Zapata Villarreal
19 marzo de 2017 - 06:00 PM

La poesía colombiana cuenta con un legado que data de años y se extiende hasta la actualidad. Varias de sus voces más representativas hablan sobre el estado actual de la poesía nacional, los espacios para publicarla y su necesidad en tiempos difíciles, a propósito de la próxima conmemoración del Día Mundial de la Poesía, el próximo 21 de marzo.

Colombia

Se ha dicho que Colombia es un país de poetas. Más que de narradores (sin obviar a gigantes como Gabriel García Márquez o Tomás Carrasquilla), la literatura colombiana se ha cimentado a través del aliento vital de cientos de poetas -y movimientos como el de los piedracielistas o nadaístas- que han atravesado ese complejo territorio llamado “literatura nacional”. Desde José Asunción Silva, pasando por Aurelio Arturo, León de Greiff, Emilia Ayarza de Herrera o María Mercedes Carranza, hasta nuestros días, la poesía colombiana sigue su estela en los nombres de Piedad Bonnett, Horacio Benavidez y Juan Manuel Roca, entre otros.

Más allá de los nombres y los movimientos del pasado, la salud de un arte suele medirse por cómo se encuentra en el presente, por cómo, a pesar de los contratiempos, sigue vigente. Para algunos, la poesía colombiana nunca ha llegado a ser vanguardista: “¿Estaba la poesía colombiana preparada para ser absolutamente moderna? Por supuesto que la respuesta es no”, afirmó Ramón Cote Baraibar en el prólogo a la selección de poesía del siglo XX en Colombia, que él hizo en 2006, para la editorial española Visor; para otros, nombres como el de José Manuel Arango o Amílcar Osorio desvirtúan completamente esa tesis.

“Creo que la poesía colombiana goza de buena salud y las nuevas expresiones que surgen alimentan ese género de maneras muy originales, en las cuales vinculan además las nuevas maneras de comunicación mediante móviles e internet”, aseguró Luz Eugenia Sierra, poeta y fundadora del sello editorial Letra a Letra, que se ha encargado de publicar a poetas de destacada trayectoria nacional.

Para el poeta Juan Manuel Roca, quien recientemente publicó su poesía reunida -Silabario del camino (1973- 2014)-, la poesía colombiana pasa por un “buen momento en su escritura”, y la razón podría ser la necesidad acuciosa en tiempos turbulentos como los de ahora: “La poesía, que es una forma del pensar y la mayor de las artes escritas, se da con vigor en momentos de crisis. Ejemplo; el expresionismo alemán que se manifiesta en medio de la crisis de la guerra de 1914, frente a un pasado viciado y un presente engañoso al que Nietzche había señalado con vehemencia. A quienes se preguntan para qué la poesía en tiempos de penuria, me parece que hay que voltearles la cara de la medalla y preguntarles para qué la poesía en tiempos que no sean de miseria. ¿Para el adorno? ¿Para el esteticismo? ¿Para el manierismo? Quienes se vinculan a esos estadios que señalo no tienen nada que decir y se esconden tras una niebla de palabras. Son escamoteadores, seudo- herméticos, puristas”.

En Colombia, recientes publicaciones como Literariedad, La Raíz Invertida u Otro páramo (todas virtuales) han servido de puente para la exposición, no sólo de poetas extranjeros, sino de autores colombianos olvidados, algunos desconocidos o que apenas están despuntando, que encuentran en estos espacios una vitrina para su trabajo.

“La poesía colombiana está pasando por el mejor de los momentos, por lo menos en términos de calidad -aseguró Henry Alexander Gómez, poeta y quien hace parte del comité editorial de la revista La Raíz Invertida-. Existen obras muy sólidas y nombres que dejan muy en alto la poesía a nivel latinoamericano. Hablo de Mery Yolanda Sánchez, Horacio Benavides, Rómulo Bustos Aguirre, Nelson Romero Guzmán y muchos otros, que desde el silencio y con un trabajo honesto han erigido poéticas singulares de gran factura. De igual manera, muchos escritores jóvenes han asumido el quehacer de la poesía con seriedad y trabajo y empiezan a conquistar espacios en la escena latinoamericana”.

 

Y en este caso, ¿cómo es posible mantener esa buena salud?

Para la poeta antioqueña Lucía Estrada, la importancia radica en una lectura crítica de la poesía que se publica y que se difunde, en cuanto no por ser novedosa o anticuada es necesariamente buena o mala: “Tenemos que cuidarnos del prurito de publicar lo nuevo por lo nuevo. Se han desconocido muchas voces importantísimas de la poesía colombiana simplemente porque está en boga darle un espacio a los ‘jóvenes’, y si esto es así: ¿dónde queda realmente la lectura rigurosa sobre la calidad de la poesía en sí misma, no ya como producto?”.

Para Fernando Rendón, director del Festival Internacional de Poesía de Medellín, sí es importante darles voz a los nuevos poetas, siempre y cuando estos demuestren un trabajo disciplinado, de lectura atenta y voraz, de respeto por lo que escriben; de pasión, principalmente, por lo que hacen: “La poesía nunca ha sido ni tiene que ser un territorio fácil. Es difícil porque plantea interrogantes e invita a la reflexión. Por eso es necesario que la poesía se refiera directamente a las problemáticas que nos atañen, y eso es lo que buscamos hacer con el Festival”.

Lucía Donadío y su editorial Sílaba Editores se han encargado de revitalizar el panorama poético del país con la publicación de varios libros de poesía claves (el catálogo se llama Sílabas al viento) den el panorama nacional, descubriendo a la vez no sólo nuevos poetas sino rescatando, del olvido, algunos más, en un trabajo de curaduría muy cuidadoso: “El primer libro de poesía que publicamos fue las Libretas de poesía de Regina Mejía de Gaviria, un descubrimiento asombroso que nos impulsó a seguir publicando. Después seguimos con poetas como Teresa Yáñez de Cuberos y Óscar Hernández, y pasamos por otros extranjeros y también muy jóvenes. En este proceso nos hemos dado cuenta de que si bien la poesía no se vende bien (son nuestros libros menos vendidos) hay que seguir reivindicándola, abranzándola como el gran género que es, tal véz el género mayor. Es una taera que amo y hago con mucho entusiasmo, más allá de sus resultados comerciales”.

En el caso del poeta Federico Díaz Granado si bien la poesía nunca ha estado en las prioridades de los “grandes asuntos editoriales y de contingencia mediática”, sí cree que este es el género que más se lee (en suplementos, paredes, blogs, etc), y que sólo necesitaría un poco más de impulso para que pueda llegar a más gente: “si no se vende es porque tampoco se han puesto en la tarea de ‘venderla’. Mientras los grandes sellos miran con sospecha a la poesía vemos cómo surgen editoriales pequeñas que publican a los grandes poetas y cómo otras como Visor, Valparaíso, Hiperión, Pre Textos, Vaso Roto sobreviven a las crisis económicas y siguen apostando por armar catálogos de calidad, incluyentes, rigurosos”.

 

Espacios para la poesía

En comparación con la narrativa, la poesía en Colombia (y del mundo) suele publicarse mucho menos; al menos eso pasa en las grandes editoriales. La razón suele ser sencilla: es un género de nicho.

“La poesía siempre ha circulado subterráneamente. La poesía no tiene un público multitudinario ni nunca lo tendrá. Son pocos lectores, pero muy fieles. Siempre pequeños grupos que buscan un refugio en ella. A veces uno tiene la sensación de que en los festivales de poesía el público que va es el mismo que compra y lee libros de poesía, pero esto no es así: sólo una pequeña porción compra y lee realmente. Y esto siempre ha sido así en todo el mundo, no sólo acá. Pero a pesar de esto ella siempre encontrará canales para circular”, aseguró la poeta Piedad Bonnett (Amalfi, 1951), autora de títulos de poesía como De círculo y ceniza (1989), El hilo de los días (1995), Todos los amantes son guerreros (1998) y Las herencias (2008), quien ha recibido reconocimientos como el Premio Casa de América de Poesía Americana.

El caso de Luz Eugenia Sierra y el sello editorial Letra a Letra es un ejemplo de cómo la poesía encuentra su lugar, a contracorriente y sin mucho ruido: “Es natural que las grandes editoriales apuesten por proyectos rentables, ya que es su premisa ante todo. La poesía es un género que tiene un público más limitado y menos compradores aún. Hoy día hay varios concursos y convocatorias que alientan a los nuevos poetas a sacar a la luz sus trabajos. Es un fenómeno que no será ahora, ni lo fue antes, dirigido a multitudes, pero llega a los más atentos y capta nuevos lectores”.

Para Santiago Ospina Celis, poeta y fundador de la revista Otro Páramo, las editoriales más grandes suelen preferir otros géneros literarios que puedan venderse con mayor facilidad; a fin de cuentas, “ellas conciben la aventura editorial como un negocio, y bajo ese estándar las decisiones editoriales que ellas toman son justificadas”, ya que, para él, la poesía no vende mucho, e incluso los libros de autores muy buenos pasan desapercibidos por el público.

“Una razón para explicar este hecho puede ser la extendida impresión que tienen las personas de que la poesía es difícil, o de que la poesía se compone únicamente de escritos amorosos con tintes afectados. El panorama contemporáneo ofrece, de eso estoy seguro, un autor de poesía que podría satisfacer cualquier gusto. El problema es que no hay suficiente difusión y publicación de estos autores más allá de los públicos especializados. Ahora bien, otro asunto para tomar en consideración respecto a la publicación de poesía es el aspecto material del libro. En un libro de poesía importa mucho el cuidado con el que se hace ese objeto: la portada, el cosido, la tipografía, el espacio en blanco... El silencio alrededor de las palabras. Dudo mucho que las grandes editoriales estén dispuestas a llevar a cabo este trabajo artesanal si su objetivo es minimizar los costos y maximizar la producción”, puntualizó Ospina.

Con su revista Otro Páramo, Ospina ha publicado a poetas de gran trayectoria como Robinson Quintero Ossa, quien, aunque es muy conocido en cierto círculo literario, no lo es tanto para el “gran público poético”. “Mi poesía no hace tanto ruido y eso es lo que me interesa de ella; tal vez por eso no interesa a mucha gente.”, aseguró Quintero, quien recientemente ganó el XVIII Premio Nacional de Poesía Eduardo Cote Lamus: “No sé cuál es el afán de volverla un género mayoritario. Eso no va a pasar nunca porque su espíritu es paciente, lento, de una gran necesidad de reposo y reflexión. Esa es la poesía que me interesa: la que se sostiene a partir de sí misma”.

Para los escritores, editoriales independientes como Tragaluz Editores, Frailejón o la misma Letra a Letra hacen gran labor publicando e impulsando la poesía. Según Roca, aparte de las revistas virtuales de gran contenido, los grandes sellos comerciales no publican poesía: “Algunos se alarman, pero esa cerrazón ignorante de parte de las editoriales no es tan negativa o, mejor, tiene un lado positivo. Hace que los poetas no escriban solamente con afán editorial como le ocurre a los novelistas que deben por contratos y presiones escribir y publicar al menos una novela anual, cosa que ni Balzac, y entonces no median ni el reposo ni el tiempo propio de la escritura sino el tiempo impuesto desde afuera”.

 

La poesía en tiempos convulsos

Como había dicho Roca, la mejor poesía se había escrito en tiempos difíciles. Muchos atañen la poca tradición literaria de países como Suiza o Finlandia a su calidad de vida tan fértil, tan desprovista de grandes conflictos. Sería, entonces, una poesía que nace en territorio árido. “Escribir en ‘tiempos de penuria’ siempre será urgente y necesario”, aseguró Pedro Arturo Estrada, poeta Antioqueño: “Precisamente por eso, porque la poesía se hace aún más necesaria en tiempos difíciles, en tiempos de cambio, de complejidad, para ordenar el pensamiento, para precisar visiones desde la intimidad, pero también desde lo colectivo. Porque el lenguaje es el primer elemento constitutivo de lo real y si el lenguaje se pierde, si pierde su poder de significación, si se empobrece, perdemos con él capacidad de pensar y de interpretar, de entender, de encontrar salidas, soluciones, ideas nuevas. Poesía no es sólo cantar por cantar, poesía también es visión, conciencia sensible del mundo”.

Es imposible obviar los cambios históricos que el país está viviendo a raíz del proceso de paz entre el Gobierno y las Farc. Es un hecho que transversaliza, de manera directa, al arte, y en este caso a la poesía. Por eso para Piedad Bonnet, uno de los símbolos principales que formará comunidad y una nueva ciudadanía posguerra será la poesía, que para ella “es un lenguaje al que uno aprende a entrar en la infancia y adolescencia”, y en este caso los docentes y los colegios tienen una gran responsabilidad en la formación de esos futuros lectores de poesía, de esos ciudadanos más sensibles: “Si no le enseñan desde pequeños a entrar en la poesía tal vez no entren nunca. Algunos maestros tienen mucho miedo de la poesía. En las escuelas ni en los mismos pregrados de literatura se enseña poesía. Entonces este es un trabajo titánico pero que se tiene que hacer”.

 

20 poetas imprescindibles de la literatura colombiana

 

Una lista elaborada a partir de la opinión de algunos de los poetas más importantes del país:

 

José Asunción Silva (Bogotá, 1865 – 1896)

Porfirio Barba Jacob (Santa Rosa de Osos, 1883 - 1942)

León de Greiff (Medellín, 1895 -1976)

Luis Vidales (Calarcá, 1904 -1990)

Aurelio Arturo Martínez (La Unión, 1906 -1974)

Emilia Ayarza de Herrera (Bogotá, 1919-1966)

Meira del Mar (Barranquilla, 1922-2009)

Álvaro Mutis Jaramillo (Bogotá, 1923 - 2013)

Jaime Jaramillo Escobar (Pueblorrico, 1932)

José Manuel Arango (Carmen de Viboral, 1937 -2002)

Amílcar Osorio (Santa Rosa de Cabal, 1940-1985)

María Mercedes Carranza (Bogotá, 1945 –2003)

Juan Manuel Roca (Medellín, 1946)

Horacio Benavides (Bolívar, 1949)

Piedad Bonnett (Amalfi, 1951)

Rómulo Bustos Aguirre (1954, Santa Catalina de Alejandría)

Mery Yolanda Sánchez (Guamo, 1956)

Federico Díaz Granados (Bogotá, 1974)

Lucía Estrada (Medellín, 1980)

Andrea Cote (Barrancabermeja, 1981)

 

 

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