La misión de cuidar la comunidad

Autor: Pbro. Emilio Betancur
2 mayo de 2020 - 11:13 PM

Jesús para subrayar la relación con su comunidad de discípulos resalta el conocimiento que hay entre ellos. Como el pastor conoce las ovejas, llamarlas por su nombre equivale a pertenencia

Medellín

La primera lectura del domingo cuarto de pascua comienza anunciando lo fundamental que le ocurrió a Pedro con motivo de la Pascua: “que estaba lleno del Espíritu Santo” lo que significaba coraje en la evangelización, por tratarse de la curación a un hombre enfermo, delante del Sanedrín; “todo lo ocurrido había sido hecho en el nombre de Jesús de Nazaret a quienes ustedes crucificaron y a quien Dios resucitó de entre los muertos… ningún otro puede salvarnos pues en la tierra no existe ninguna otra persona a quien Dios haya constituido como salvador nuestro” Esto lo certifica Lucas en el libro de los Hechos (4,8-12). El hecho es la resurrección y Las Escrituras son las que nos confirman en el hecho. Estaba tan cercana la resurrección que a muchos les pareció una idolatría digna de castigo lapidario por hablar de una salvación distinta a la de Dios.


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Hace parte de la misión del Espíritu defendernos, como lo hace un buen pastor, de los asalariados y depredadores, dinero y cultura en función de arrebatar y dispersar identidades del redil. Por estas razones la nefasta dirigencia política y religiosa de Israel siempre fue objeto de los oráculos proféticos de exterminio Para Juan el asalariado representa al sacerdote del templo quien entiende la religión como un negocio particular ejercido a nombre de Dios; el hecho de pagarle lo exime del cuidado con el lobo. “El que no es pastor ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo se arroja sobre las ovejas y las dispersa” porque a un asalariado no le importan las ovejas (evangelio).

Conocer para creer
En el pensamiento hebreo conocer implica tantos sentidos como razones: sensualidad y afecto, voluntad e inteligencia, conocer es una relación personal por las muchas jornadas pasadas en común, en lugares y tiempos que permiten una relación tan profunda que llega hasta el reconocimiento solo por la voz o por los gestos. Este tipo de conocimiento es el que hace la diferencia entre el pastor y el mercenario. Jesús para subrayar la relación con su comunidad de discípulos resalta el conocimiento que hay entre ellos. Como el pastor conoce las ovejas, llamarlas por su nombre equivale a pertenencia. María de Magdala reconoce a Jesús en el momento que la llama por su nombre ¡María! (Jn 20,26). Lo interesante es que ese conocimiento tiene que ver con la manera como se conocen el Padre y el Hijo. “Mis ovejas me conocen a mi como me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre” (Jn 10,15) Reconocer a Jesús por su voz es un sexto sentido que nos ayuda a discernir quien nos llama a seguirlo.
En el redil cuando las ovejas escuchan la voz del pastor el portero lo deja entrar y ellas lo siguen al llamarlas una por una; las que pertenecen a otros pastores se quedan dormidas.

Universalidad e intimidad
La catequesis del pastor y el rebaño termina con la inquietud de Jesús sobre la comunión y unidad del rebaño “También tengo otras ovejas que no son de este redil; y es necesario que las traiga también a ellas y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño y un solo pastor” (Jn 10, 16). Acerca de quienes sean estas ovejas no se puede prescindir del aspecto de universalidad del rebaño aquellos que no conocen a Jesús; pero, sí tener en cuenta el texto pueda referirse a los sentimientos de inclusión e intimidad verificado en las comunidades de Pablo y continuado en la comunidad de Juan, hijos y hermanos míos; nuevas comunidades que son la expansión de la primera comunidad cristiana.
Para Juan en la segunda lectura, primera carta, somos la mayor riqueza de Dios, como hijos suyos, y hermanos (comunidad), simbolizados en el rebaño del Resucitado por quien da la vida a la comunidad.

El amor es la fuerza de la vida
“El Padre me ama porque yo doy mi vida para volverla a tomar”. El crucificado por dar la vida la vuelve a tomar, por ser le vida del resucitado que ya no vuelve a morir. Donde hay amor hay vida porque el amor es la fuerza de la vida. Aquí se oponen dos realidades; la vida de Dios, el Espíritu, cuya actividad interior es perdonar y amar al enemigo con el mismo amorque ha puesto en nuestro interior por el bautismo; “Este es el mandamiento que he recibido de mi padre”; y la muerte, el pecado, cuya actividad es el egoísmo que mata. Este enemigo se identifica en Juan con el poder del dinero, el asalariado del evangelio de hoy.
En el contexto de la resurrección de Jesús y la acción del Espíritu se convierte en Kerigma, el salmo 23. “El Señor, El espíritu santo, es mi pastor nada me falta”.

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Día de gratitudes y de súplicas
Hoy es un día para agradecer a Dios por el don de los pastores que tienen los mismos sentimientos de Jesús como servicio a los demás; pedirle al Espíritu Santo que mantenga en nuestro interior la lucha contra el mal, ya vencido en la muerte y resurrección de Jesús. Pedirle perdón por todos aquellos pastores que, por falta de espiritualidad, no permiten la acción del Espíritu en sus vidas, han dejado que en su interior crezca la cizaña criminal de la pederastia. Es un milagro de Dios que, pasado el tiempo, identifiquen a sus victimarios y sigan creyendo. Será un igual milagro de Dios cuando las victimas perdonen teniendo en cuenta el amor que Dios ha tenido perdonando sus pecados, a lo largo de vida, solo con el fin de volver a creer y estar en paz. Pedirle a Dios por la iglesia que es madre que sufre pero que también hace sufrir con algunos de sus hijos como pastores.

Lecturas del 3 de mayo de 2020, cuarto domingo de Pascua

 

Primera lectura: Del libro de los Hechos de los apóstoles (2,14a.36-41)
Salmo 22, 1-3a-3b-4.5
Segunda lectura. De la primera carta del apóstol san Pedro (2,20-25):
Lectura del santo evangelio según san Juan (10,1-10):

En aquel tiempo, dijo Jesús: «En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ese es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A este le abre el guarda y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños».
Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús: «En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon.
Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos.
El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante».

Palabra del Señor.

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