La evidencia es que la imbecilidad no opera como enfermedad, es un comportamiento social, un estilo de vida. Fue lo que eligieron…
La literatura está ahí, disponible siempre, para enseñarnos y explicarnos de manera acertada eso que la realidad nos muestra y que, a veces, tenemos dificultades para expresar.
En estos días por ejemplo, nuestro pobre país ha sido la comidilla y el hazmerreir del mundo por esa vocación de impertinencia que posee el presidente Duque. Su talento es desentonar.
La inmensa mayoría de la gente sabe que se llama impertinente a aquel que carece de oportunidad, que habla de aquello que no viene al caso, que es inconveniente. Nótese la diferencia con la definición de bobo que hace referencia a aquel que tiene poco entendimiento y capacidad.
Pues bien, decía que la literatura brinda ejemplos y enseñanzas pertinentes que explican aquello que observamos en la vida diaria.
Hay una novela tierna: Desde el jardín, escrita por Jerzy Kosinski que narra la historia de un hombre, el señor Chance, que por circunstancias ajenas a su voluntad tiene un encuentro tardío con la sociedad en la que le correspondió vivir. Chance vivió aislado en una mansión, dedicado exclusivamente a cuidar su jardín con amoroso empeño. El jardín es su única fuente de conocimiento.
Una vez afuera, establece contacto con empresarios, políticos, medios - la flor y nata del país – que al escucharlo, asume todo lo que dice Chance a la manera de un discurso metafórico, pues el jardín es su único tema. El protagonista es revestido entonces de un halo de genialidad por sus interlocutores que deciden interpretar como ellos quieren todo lo que Chance expresa. El final es delirante.
En esta novela quienes hacen el ridículo, faltan a la inteligencia y operan como bobazos, son los interlocutores, la flor y nata que dijimos. Cualquier parecido con la realidad no es mera coincidencia. La intención de Kosinski es clara.
Pero hay abordajes no por menos elaborados carentes de genialidad.
Umberto Eco, en El Péndulo de Foucault recoge en una de esas conversaciones fascinantes entre Casaubon, Diotavelli y Jácopo Belbo, una cátedra de este último a propósito de la imbecilidad y la locura, que parece haber sido escrito para describir este delirante periplo del señor Duque en los escenarios nacionales e internacionales.
Dice Jacopo Belbo: “…ser imbécil ya es más complicado. Es un comportamiento social. El imbécil es el que habla siempre fuera del vaso…es el que siempre mete la pata, el que le pregunta cómo está su bella esposa al individuo que acaba de ser abandonado por su mujer”.
“El imbécil está muy solicitado, sobre todo en las reuniones mundanas. Incomoda a todos pero les proporciona temas de conversación. En su versión positiva llega a ser diplomático… el imbécil no dice que el gato ladra, habla del gato cuando los demás hablan del perro…”
Con todo respeto, el parecido con el señor Duque es notable.
Ni qué decir de la definición del loco que aparece en esta conversación: “Al loco se le reconoce enseguida. Es un estúpido que no conoce los subterfugios. El loco no se preocupa por tener una lógica, avanza por cortocircuitos. Para él todo demuestra todo. El loco tiene una idea fija y todo lo que encuentra le sirve para confirmarla…”
No me diga que este loco no se la parece a nadie de la vida política nacional.
La evidencia es que la imbecilidad no opera como enfermedad, es un comportamiento social, un estilo de vida. Fue lo que eligieron…