Pensar críticamente, comunicarse asertivamente y convivir como ciudadanos. Acá esta precisamente el cómo hacer que nuestra educación sea más humanista.
Como lo había dicho en la columna de la semana pasada, estas dos semanas, la pasada y esta, corresponde al desarrollo del problema de la humanización en la educación. Si bien, la semana pasada hable sobre la deshumanización, en esta me permitiré abordar positivamente las claves para asumir una educación más humana. Hace unos meses me encontraba con un grupo de rectores de algunos colegios que declaran abiertamente el humanismo como una bandera en sus proyectos educativos, frente a la pregunta de ¿cómo humanizar la educación? Algunos se sentían derrotados, frustrados, incapaces. Las tareas cotidianas, la legislación educativa, las declaraciones en función de la Constitución Política contribuyen en gran medida a este desanimo. Piensen ustedes, por citar un ejemplo, en la muy conocida declaración: “el libre desarrollo de la personalidad”. De qué se trata, en definitiva. Por el libre desarrollo de la personalidad tenemos que dejar que un joven consuma sustancias psicoactivas, maltrate su cuerpo, deteriore su lenguaje, exponga su dignidad. ¿Será que el aparente contenido humanista que hay en aquello de dejar que las personas libremente desarrollen su personalidad está desfigurando el real sentido humano que hay en ello? ¿Cuántas veces en las mismas instituciones estamos dejando de lado la realidad de nuestros jóvenes simplemente porque ya no podemos involucrarnos en sus dolores, sus tristezas, sus angustias existenciales? ¿Cómo humanizar la educación en este contexto? Habría que volver sobre un principio muy antiguo y usado en la educación tradicional: Proteger. Nos hemos centrado solo en el prevenir y hemos descuidado el proteger. De nada sirve, finalmente, prevenir si no se protege al niño frente a los eventuales abusos sexuales, de información, de incitación a las drogas.
Hoy más que nunca el rol de la familia en los procesos formativos es vital. Hoy se hace más relevante el perfil de docente que se están vinculando a las instituciones educativas. Es imposible humanizar si quienes administran las instituciones educativas no tienen esto como un principio fundamental. Las instituciones han dejado de hacerse preguntas trascendentales, ya es lo mismo lo uno y lo otro, aunque haya antagonismos. Hoy los documentos institucionales son los documentos menos conocidos. Cuántos de nuestros docentes vuelven una y otra vez sobre los contenidos instituciones. Cuántos de los que trabajan en las instituciones educativas conocen el Proyecto educativo institucional o el modelo pedagógico de la institución. Cuántos, si quiera, han comprendido la misión y la visión. Hemos dejado grandes documentos, muchos de ellos bien escritos, en los anaqueles de las bibliotecas institucionales. La triste realidad es que esas competencias que tanto buscamos en la sociedad y que dependen exclusivamente de la educación no se están dando porque no hacen parte de la cultura organizacional de esas instituciones. Pensar críticamente, comunicarse asertivamente y convivir como ciudadanos. Acá esta precisamente el cómo hacer que nuestra educación sea más humanista.
La sociedad hoy vive en una crisis de aquellas habilidades que llamamos blandas y que hacen parte de lo que día a día una persona pone en juego, bien sea en el estudio, en el trabajo, en la ciudad y en la familia. Si en una sociedad no se enseña a pensar críticamente el resultado será una ética expuesta a extinguirse. Ya lo vemos, nuestros altos índices de corrupción y las formas como asumimos nuestros compromisos políticos parten de la forma como nos han manipulado, nos han enajenado nuestro pensamiento, nos han desinformado, nos están burlando tan solo porque no aprendimos a pensar y nuestras instituciones no nos enseñaron. Fíjense ustedes en las maneras, cada vez más convencionales como nos estamos comunicando. Las falsas noticias, las mentiras que nos hemos creído, las redes sociales al servicio de la mentira y de los intereses que buscan arrendar nuestro pensamiento, son consecuencia de una sociedad que dice sí y no cuando no es capaz de argumentar y tener la valentía para decir las cosas como cada uno las siente. Vivimos en el juego de las complacencias, creemos que nuestra aceptación depende de que le demos a entender a otros que estamos siempre de acuerdo con lo que dice. Grave error que nos está trayendo como consecuencia una generación de analfabetos y marionetas de intereses que no contribuyen al desarrollo social. Finalmente, bajo estas consideraciones humanizamos para hacer ciudadanos que sean confiables para una sociedad y construyan su propia felicidad. Preocupa tantos niveles de depresión, de tristeza, de soledad, de inseguridades. Que educación puede declarar que es humana cuando lo que vemos en las aulas de clase es una generación sin ambiciones, sin ganas de construir escenarios de felicidad, con perspectivas de vida vacías y muchas veces sin ellas. Querido lector, aprendamos y enseñemos a pensar, a comunicar y a convivir para hacer, realmente una sociedad humanizada y humanizadora.
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