Agencia de Noticias UN

Durante décadas, expertos han señalado el gran riesgo que corren los bosques húmedos tropicales frente a los cambios drásticos de temperatura. Tal como los hace Philip Fearnside en La vulnerabilidad de la selva amazónica frente a los cambios climáticos.
Una investigación adelantada por la Universidad Nacional de Colombia sede Medellín y el Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas (Sinchi) constató que las sequías, como las ocasionadas en 2005 por el fenómeno de El Niño y en 2010 por el calentamiento atípico de las aguas superficiales del Atlántico Norte, han influido de forma directa en la mortalidad arbórea de los bosques amazónicos.
Entre 2007 y 2014 los investigadores monitorearon aproximadamente 125.000 árboles de 1.200 especies en una parcela del Parque Nacional Natural Amacayacu. Analizaron la mortalidad, el crecimiento, la distribución, el área basal y la diversidad. Además, hicieron mediciones de la capacidad de captura y almacenamiento de carbono.
Una conclusión que sacaron de dicha investigación es que las especies arbóreas que habitan las partes bajas, donde se concentra mayor humedad, son más sensibles a las sequías; la mortalidad registrada aumentó 5,5%, cuando en condiciones climáticas normales es de 1,7%, afirmó Álvaro Duque, profesor de la Facultad de Ciencias Agrarias de la Universidad Nacional sede Medellín.
Duque explicó que, por el contrario, en las partes altas de las colinas pequeñas las especies han mostrado ser menos sensibles a la falta de agua. Allí la tasa aumentó aproximadamente un 0,05% con relación a los valores promedio reportados en ausencia de sequías. 
Los datos obtenidos muestran cambios en las características del bosque. “Probablemente está pasando a tener más especies resistentes a la falta de agua, como respuesta ante las recurrentes sequías”, expuso Daniel Zuleta, ingeniero forestal.
Los investigadores coincidieron en que una de las consecuencias de las fuertes variaciones climáticas en el bosque es que este pierda el equilibrio dinámico que siempre ha tenido.
La vulnerabilidad de los ecosistemas tropicales frente al cambio climático ha generado que instituciones se interesen por evaluar cómo es su nivel de adaptación. Tal es el caso del Instituto de Investigaciones de la Amazonía Peruana y la Escuela de Geografía de la Universidad de Leeds de Gran Bretaña que obtuvieron a finales del año pasado financiación por 1,5 millones de dólares para estudiar la capacidad de resiliencia y adaptación de los bosques amazónicos al cambio climático.
A su vez, la iniciativa Visión Amazónica de WWF ha señalado que la Amazonía tiene una estrecha relación con la regulación del clima regional y ha resaltado como grandes amenazas la deforestación y la ampliación de la frontera agropecuaria, la construcción de proyectos hidroeléctricos y la contaminación de aguas y suelos por la minería.

La mayor sequía del siglo
Precisamente la sequía de 2005 fue la más intensa de los últimos 100 años en la Amazonía. Esta hizo que la selva dejara de ser el sumidero del carbono producido por emisiones de la deforestación, de combustibles fósiles y la degradación de los bosques, e invirtió los papeles: el bosque amazónico se mostró tan sensible que liberó el equivalente a 5.000 millones de toneladas adicionales de carbono a la atmósfera.