Francisco y el principio de realidad

Autor: Eduardo Mackenzie
12 septiembre de 2017 - 12:05 AM

Hay una brecha entre lo que propuso el papa y el momento psicológico del país. Entre lo que dijo y entre lo que calló

He visto los videos disponibles en Youtube sobre la visita papal de cinco días a Colombia. Examiné con especial atención los sermones y homilías de Francisco en la Casa de Nariño y ante los jóvenes de Medellín. También ante la juventud que fue a oírlo ante el palacio arzobispal de Bogotá. Escuché las palabras papales en Cartagena y desde luego su intervención, tan esperada, de Villavicencio, ante la enorme multitud, con muchos creyentes venidos desde muy lejos, y ante varias víctimas y exvictimarios que tomaron la palabra.

¿Qué me queda de todo eso? Una inmensa duda. ¿No hubo desde el comienzo de la visita un desfase entre la visión lenitiva de Colombia que aparece en la alocución papal y la cruda realidad política del país? Francisco ofreció en sus discursos un conjunto de fórmulas conocidas del pacifismo evangélico y puso el acento en la generosidad y el desprendimiento. Habló de perdón, confianza y reconciliación como valores ya adquiridos o asimilados e instalados en el corazón de las multitudes colombianas. Tocó, muy rápidamente, otros puntos de doctrina y evitó otros que eran de gran actualidad, como las amenazas que pesan contra la familia y la libertad religiosa, como si la predisposición espiritual y anímica del país hacia la reconciliación moral inmediata con sus verdugos eclipsara los otros temas.

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Aunque no tocó ese punto de manera explícita, Francisco se mostró habitado por el convencimiento de que el acuerdo de paz redactado en La Habana entre Santos y las Farc había arreglado el problema de la violencia en Colombia. De alguna manera dio a entender que, gracias a una mano invisible, el comunismo terrorista había entrado en una dinámica genuina de renuncia a sus ambiciones destructivas respecto del país que ha martirizado durante más de 50 años.

¿Es esa la situación de Colombia? ¿Se ha operado un milagro o estamos ante un espejismo? ¿Las Farc han escogido la luz y dejado las tinieblas? ¿Colombia ha abrazado la doctrina del amor incandescente que perdona de manera ciega y que renuncia, como decían la Madre Teresa de Calcuta y la comunidad de Taizé, a saber qué hará el perdonado con su perdón?

Ese panorama me parece irreal. El pacto secreto concebido en Cuba y firmado en Bogotá sigue escandalizando al país: éste lo rechazó conscientemente el 2 de octubre de 2017. El país sigue repudiando ese texto así como la decisión de Santos de imponerlo de manera brutal a pesar de que el plebiscito había designado como ganador al No. Es más, Colombia aspira a liberarse de ese mamotreto que destruyó la Constitución e impuso otra completamente espuria. Colombia quiere que haya justicia y elegir un gobierno bien diferente del actual. La misma proximidad del papa no impidió que el país gritara su repudio a Santos. ¿Esa es la Colombia dispuesta a renunciar a la justicia y al estado de Derecho en aras de una reconciliación moral y política inmediata e incondicional con las Farc y sus satélites?

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Creo que hay una brecha entre lo que propuso el papa y el momento psicológico del país. Entre lo que dijo y entre lo que calló. No todos los papas omiten el nombre de los enemigos de la religión y de los pueblos. Juan Pablo II luchó por los derechos de las minorías del Sudán y denunció al gobierno por tratar de imponer la ley coránica a la población cristiana del sur del país. El condenó abiertamente el apartheid, pidió la liberación de Nelson Mandela, condenó y obró contra el comunismo soviético. ¿Por qué Francisco no designó, así fuera elípticamente, al comunismo narcoterrorista? ¿El drama colombiano no lleva más de 30 años? ¿Estima él que en Colombia no hay victimarios pues todos son víctimas?

Durante los encuentros con Francisco el entusiasmo y el recogimiento espiritual de las personas fueron ejemplares y conmovedores. Eso habla sobre todo de la nobleza de carácter y de la fuerza del catolicismo de la nación colombiana. ¿Pero el otro bando, absolutamente minoritario, vivió ese momento de la misma forma? Creo que pasada la exégesis papal, el principio de realidad se impondrá. Lo que es perfectamente natural, pues lo que dicen y hacen las metamorfoseadas Farc confirma que no hay en este momento un espíritu de integración leal en ese sector violento.

Se puede ver que la gira papal por Colombia había sido estructurada alrededor de un concepto preciso: la reconciliación. Ese tema pastoral no siempre es utilizado por Francisco. Durante su visita a Cuba, él no propuso la reconciliación. ¿No era acaso de actualidad ese concepto? ¿No hay un pueblo que sufre bajo el yugo de una dictadura marxista que debería entrar en un proceso de reconciliación con su pueblo? Desde luego que sí. Pero como cosa curiosa eso no fue planteado. Esa palabra aparece sólo en las referencias que hubo allí sobre el “proceso de paz” de Colombia.

Francisco y el equipo papal al abordar el tema de la reconciliación suelen citar ciertos versículos del Nuevo Testamento: Romanos 5:10; 2 Corintios 5:18; Colosenses 1:20-21, Filipenses 4:7, Juan 15:15. Pero allí se trata de la reconciliación del hombre con Dios, de la gracia, de la reconciliación que permitirá a los hombres “ser presentados ante El”. Es la reconciliación hecha “por la sangre de la cruz”. Para resumir: “Éramos enemigos de Dios, pero ahora somos Sus amigos”.

El papa da a ese tema un tono diferente. La reconciliación entre los hombres debe ser sin exigencias: entre agresores y agredidos, entre víctimas y victimarios, sin designar el estatuto de cada uno de ellos. El acto de la “reconciliación” pasa, en esa versión, por encima de los valores centrales del amor, del perdón y de la verdad.

Trasladado al escenario colombiano ese enfoque lleva al error de ver en el llamado “conflicto” a todos sus actores como igualmente culpables, el país y sus componentes: el gobierno, el ejército, la justicia, la industria, la prensa, la iglesia y –gran concesión-- las Farc y las otras bandas armadas. Todos serían “actores armados” con una señal idéntica: todos son malhechores. Inventada hace casi 20 años en un centro universitario de París, esa superchería hizo que Francia no distinguiera durante años entre un gobierno legítimo y los que trataban de destruir la democracia. Esa fue la matriz de la teoría no declarada de la neutralidad diplomática ante las “partes” colombianas.

La reconciliación preconizada por Francisco recuerda ese modelo. El papa dijo durante su visita: “Todo esfuerzo de paz sin un compromiso sincero de reconciliación será un fracaso”. Ante la ausencia de precisión sobre quiénes y a qué título hacen ese “compromiso” los reconciliables devienen noción ficcional. Lo que diferencia a los actores desaparece. “Todos somos víctimas”, se atrevió a declarar el papa en Villavicencio. Conclusión: la reconciliación debe ser hecha sin que el arrepentimiento, el perdón, la verdad, la justicia, jueguen un papel. Siglos de evolución del derecho canónico y del derecho civil son así ignorados.

¿Quién es el más beneficiado con tales omisiones? Dentro de unos meses veremos los efectos de ese viaje papal.

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