Es positivo que hoy no tengamos que lamentar una tragedia de proporciones mayores y que no se haya perdido una sola vida humana, todo gracias al manejo prudente y eficaz.
Duele la emergencia que se vive en la central hidroeléctrica Ituango. Duele el impacto que están recibiendo las comunidades vecinas, como lo sucedido en Puerto Valdivia y otras poblaciones el pasado fin de semana. Sin embargo, es positivo que hoy no tengamos que lamentar una tragedia de proporciones mayores y que no se haya perdido una sola vida humana, todo gracias al manejo prudente y eficaz que Empresas Públicas de Medellín le ha dado al problema.
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La obra avanzaba satisfactoriamente y se esperaba ponerla en servicio en diciembre de 2018. Infortunadamente, en las últimas dos semanas tres derrumbes sucesivos hicieron colapsar los dos túneles que permitían el desvío del río Cauca.
Las consecuencias son bien conocidas y por tanto no me detendré en ellas. Sin embargo, quiero hacer una reflexión sobre lo que se vive y lo que debe venir. Como bien lo ha expresado la empresa en todos sus comunicados, las prioridades de hoy son preservar la vida de toda la gente, controlar los daños ambientales y proteger la presa.
Puesto que esta estructura está por debajo del nivel del vertedero y que el agua ascendía a una velocidad mayor que la rapidez con que podía levantarse la presa, tiene toda la justificación la decisión de permitir que el agua entrara a la caverna de generadores, para que evacuara por allí.
Si se permitiera que el agua llegase a la parte superior y fluyese sobre la presa, inevitablemente se generaría una catástrofe para las comunidades establecidas junto al río aguas abajo y para la obra misma, que sería mucho mayor que el daño esperado sobre la central y los equipos en montaje. Este es uno de los momentos de verdad en las decisiones gerenciales sensatas.
Con base en estas consideraciones quiero destacar tres puntos esenciales.
El primero es el reconocimiento que merecen el gerente general y toda la gente responsable del proyecto por el manejo que le han dado a esta emergencia. Su actitud serena en medio de la angustia natural que se ha vivido; su análisis objetivo de las diferentes alternativas de manejo que se les han presentado, y su capacidad para decidir seleccionando la alternativa más adecuada en cada momento.
No menos importante es el reconocimiento a toda la gente de EPM por su compromiso con la comunidad, que los ha mantenido actuando con decisión, con responsabilidad e, incluso, con valentía ante hechos que han constituido riesgo personal para muchos de ellos.
En tercer lugar, recordar que en el breve lapso de dos años han debido enfrentar dos de las crisis más graves que ha tenido la empresa, como han sido el incendio en la central Guatapé y esta emergencia en Hidroituango. Para la gente EPM y sus familias estas crisis han significado un esfuerzo personal enorme.
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Sin duda esta lamentable emergencia tendrá consecuencias sobre EPM: afectará su imagen, repercutirá en su calificación crediticia, vendrán impactos económicos y operacionales. Deberán evaluarse rigurosamente las causas del accidente, corregir los daños y terminar la obra. Pero cada cosa se enfrentará en su momento. Por lo pronto hay que cuidar que no devenga en una tragedia mayor y que la moral y el ánimo de los funcionarios se mantengan en alto.
Por todo ello, ¡estamos contigo, EPM!