Esta región del tango

Autor: Laura Cecilia Bedoya Ángel
17 junio de 2018 - 02:00 PM

La conocedora Laura Cecilia Bedoya introduce el Festival del tango de Medellín con un homenaje a la cultura que hizo de Gardel un mito y de su música un símbolo de ciudad.

Medellín

Bandoneón, por estos días se conjuga en Medellín- más que nunca- el verbo gardeliar, porque es el regreso del Festival de Tango y el espíritu de la fiesta está impregnado del fenómeno Gardel.
Tengo en mis manos Inventario I de Mario Benedetti y leo un verso tomado del poema Subversión de Carlitos el Mago: “y así gardeliaban los obreros y las costureritas (…)” hablando de las citas que de los versos de sus tangos hacía tanta gente, hasta “los burgueses, o algún senador o rey de bastos”, según el poeta.
Es así que la celebración está asociada a la fecha del accidente aéreo del 24 de junio de 1935 en el Aeropuerto Olaya Herrera de Medellín, en el que perdió la vida el mejor cantor de tangos de todos los tiempos y es una respuesta a la atmósfera del sentimiento nostálgico de los paisas amantes del tango.

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De pronto fue su muerte accidental, aunada a la discusión de su verdadera nacionalidad, la que abrió la puerta para que el cantor entrara en el mito.
Podría decir también que el mito embriagó esta región del tango, en la que se ha formado una clase en la que renace el gusto del dos por cuatro que tenían los mayores y que vuelve una y otra vez. Entonces, hay coleccionistas de música con los ejemplares más bellos o más extraños, bailarines, cantores, músicos, divulgadores, escritores y pintores. Todos abrazados a su fervor.
Ahora bien, yo pienso que Gardel ha traspasado los límites del espacio y del tiempo para inundar mi ciudad y los corazones de las gentes con su música y su figura icónica, con su sombrero y su sonrisa, y aseguro que estas imágenes acompañarán hasta el fin de sus días a bares y cafés y por qué no, a las salas de las casas, donde es considerado como una venerada reliquia.
Todo el asunto de imagen y fama se proyectó en el diario vivir y entonces los sombreros estilo Gardel eran usados por muchos parroquianos, siendo escasa la fonda caminera que no tuviera sus discos y se podría decir que fuera imposible que las rocolas no sonaran su música. 
Por todas estas cosas, Medellín es uno de los sitios más reconocidos en el mundo del tango y la emoción poética del mismo ha pervivido en bares, cafés, emisoras y en las consabidas tertulias de los conocedores que tienen y han tenido la virtud de mantener viva la memoria.
He observado como la ciudad tiene la inclinación a sostener un diálogo con la cultura popular,  lo cual se refleja en la tangovía, sitio de encuentro pasajero, pero que penetra en el gusto de los asistentes y revive ese imaginario cultural, pero es que también habla la Esquina Homero Manzi, lugar de tertulias y testigo de gran parte de la historia del tango en Medellín.
Antes de salir del Centro, exalto la persistencia del Bar Málaga, con las clases de tango, shows, milongas, la cotidianidad de la música porteña y es sitio obligado de visita y de nostalgia.
Pero si de nostalgia se trata, tendremos que rememorar al Gordo Aníbal, fundador de El Patio del Tango,   quien conjugó su vida con la pasión del dos por cuatro y aunque ya no está, su memoria es asociada a todo lo que tiene que ver con la historia tanguera de la ciudad.
Es obligatorio mencionar la existencia de La casa gardeliana, que es a su vez un museo y centro de divulgación de la cultura del tango. Su fundación es una deuda de los medellinenses con el argentino Leonardo Nieto.
Ahora bien, quisiera revivir esta frase: “Nació el día que allí en el aeropuerto se tostó Gardel, como si quisiera asomarse a ver el choque.” Así empieza la novela Aire de tango de Manuel Mejía Vallejo, narración que da cuenta del amor por Gardel de su protagonista, Jairo, y de otros fenómenos sociales como la inmigración del campo a la ciudad y la vida en Guayaquil.
Hoy es justo resaltar el acrílico de Gardel de la pintora antioqueña Dora Ramírez, donde presenta al cantor en medio de las llamas ,bien peinado y bien vestido, resumiendo el mito: una imagen incorruptible.
Queda para la memoria visual del mundo entero la pintura Los Bailarines de Tango del maestro Fernando Botero, en la que según David Esteban Cedano, quiere representar la inmortalidad de este ritmo.

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Resumiendo todas las manifestaciones artísticas y literarias, abriríamos un espacio para una nueva narrativa del imaginario del tango en Medellín.
Por último, haciendo un honor al protagonista de esta historia, retomo los versos de Benedetti: 
“pero vos / antes y después de Medellín
dejaste hacer / dejaste que dijeran / dejaste
que cada uno te inventara a su medida
y por las dudas no aclaraste nunca
si eras de toulouse o de tacuarembó (…)”
… “de modo que se acabaron todas las dudas
y las cavilaciones y los chismes
ya no sobre toulouse o tacuarembó 
te llevaste el secreto a la chacarita
sino con cuales estabas o estarás
vale decir con ellos o con nosotros
quién sabe si supieras
pero ahora sí está claro para siempre
tomaste partido contra los jailafes y la cana
y estás con nosotros/ bienvenido mago
compañero morocho del abasto”.

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