Interesante mezcla entre juventud, academia, madurez, experiencia y género se ve en el equipo designado por el Presidente Duque, quien, si bien, llegó al cargo sin experiencia administrativa, ha dado muestras de que eso lo puede suplir con un buen acompañamiento y, así, puede dedicarse a gobernar y a dar órdenes con miras a brindarle a Colombia un camino cierto hacia un mejor futuro. Eso sí, hará seguimiento a cada uno pero los detalles y el manejo en sí lo deja en manos de sus ministros, quienes sabrán conducir sus carteras de acuerdo con las pautas presidenciales y dentro del orden y la austeridad que los tiempos demandan.

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Pregunta: ¿por qué ni EPM, ni la Gobernación de Antioquia, ni la Alcaldía de Medellín nos han contado clara y exactamente cuánto van a pagar las aseguradoras por los daños y costos adicionales en HidroItuango? Es de suponer que cualquier obra, y especialmente una de la magnitud de esa hidroeléctrica, debe contar con seguros contra riesgos, contingencias, imprevistos, etc. Si bien es verdad que las compañías de seguros chapalean antes de reconocer algún pago, a la vez que revisan con lupa todos y cada uno de los puntos de las pólizas, también es verdad que ante un seguro bien tomado es poco el margen de maniobra para no pagarlo. Por tanto, algo tendrá que ingresar proveniente de los seguros tomados. Ahora bien, Dios no quiera que el silencio sobre los montos y sobre las coberturas pactadas se deba a que fueron tan mal tomados que nada van a reconocer. Casos ha habido pero tratándose de EPM, con esa experiencia que tiene, con esa buena fama que la distingue en los mercados financieros, tiene que ser importante el ingreso por reconocimiento de las aseguradoras y, entonces, que nos hagan el balance final y nos cuenten cuánto del daño y del gasto ocasionado iría directamente contra la caja de EPM.

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El hotel Intercontinental Medellín se inauguró a principios de los años 70 y desde entonces se ha distinguido por su ubicación y servicios. La Promotora de Hoteles, dueña del terreno, del edificio y de su contenido, lo vendió a Germán Efromovich, quien, junto con el hotel de Pereira y el hotel Las Lomas, en Rionegro, inició una cadena hotelera: Movich Hotels. En el caso del Inter continuó con la franquicia de esa cadena internacional, hecho que de por sí le trae clientela, sobre todo, del exterior, pues goza de reconocimiento.

Cuando Efromovich compró había en el hotel un gerente austríaco, persona de grandes cualidades, con experiencia en el exterior en ese oficio. Lamentablemente un cáncer acabó con su vida en pocos meses. Entonces Movich nombró un gerente bogotano y, hasta donde lo conocí, buena persona. Éste se retiró (tal vez estuvo allí un año) y ha de venir alguien a reemplazarlo. Inquieta que propiamente no será un gerente, sino un tramitador, pues la gerencia en sí se hace desde Bogotá y es así como lo financiero y lo contable es manejado centralizadamente, aparte de que para comprar cualquier cosa o hacer alguna modificación hay que contar con los jefes en Bogotá. Es decir, manejo integral del hotel no tiene el llamado “gerente”. Esa situación asfixia y limita el desarrollo y diario desempeño del establecimiento que requiere mucho en mercadeo.

Los estándares de calidad y de servicio que, antes de la venta a Movich, eran implementados con rigor y monitoreados por la cadena Intercontinental, se han relajado, lo que es tanto como decir que les “importa” más lo de Movich Hotels que lo de Intercontinental. Habría allí una inversión de valores. Parece que pensaran al revés en las oficinas centrales en Bogotá, pues, digamos que por Internet, si alguien en Nueva York, Atenas, Tokio, etc. busca alojamiento en Medellín, ciudad que no conoce, y se encuentra con que la cadena Movich le hace una oferta, no le pararía muchas bolas porque ¿quiénes son?; en cambio, si ve que hay Intercontinental lo escoge porque es cadena de renombre. O sea, en una búsqueda de esas el que arrastra es el nombre Inter y no Movich. Tal vez en 30 años Movich sea más que Inter, pero por ahora que Movich reconozca el valor de tener la franquicia Intercontinental… ¡y que la cuide!

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