Luchar contra la mentira, desconstruir su poder, es crear condiciones nuevas para una paz verdadera que empieza en el propio corazón y la mente serena.
Cuando replicamos cadenas o mensajes de dudosa procedencia estamos permitiendo que la mentira se tome el poder en nuestras vidas y en la sociedad. Cada ciudadano debería estar alerta para no replicar información falsa. La mentira y la falsedad suelen ser especialmente atractivas y volverlas virales implica un daño creciente. Por una razón relacionada con nuestra naturaleza humana las noticias falsas tienen alta probabilidad de ser compartidas. La verdad siempre ha tenido menos defensores y es más sencilla y menos seductora, por eso decimos también que la verdad duele y en cambio la mentira alivia el dolor y recubre los hechos con una capa frívola que permite evitar los sobresaltos. Hablamos por ello de mentiras piadosas.
Detrás de la mentira también se agazapan los egos, el deseo de informarlo primero; la compulsión a sobresalir es el principal factor de difusión de mentiras en las redes y en los procesos comunicativos. La falsa notoriedad que resulta de “haberlo dicho primero” nos juega una mala pasada; una gran parte de la información que circula en internet es falsa y por ello estamos frente a una erosión generalizada de la confianza. El tonto mecanismo de mandar información no verificada esperando qué otros confirmen ya es desatino.
Normas sencillas permiten no darle poder a la mentira en la vida social y en nuestras mentes. Lo primero es dudar siempre de todo. El sano escepticismo es una bella regla de vida que hay que aplicar cuando estamos ante nuestros dispositivos, en la navegación y en contacto con los medios de comunicación. Por ello mismo debemos acostumbrarnos a verificar. Una primera pregunta es ¿a quién le sirve esta información? Un segundo elemento es la pregunta por la calidad y confiabilidad de las fuentes. Vivimos en un mundo de poderosos intereses que se reflejan en versiones contradictorias, deficientes o parciales. El anonimato es generalmente la máscara de la mentira. Audios cuya voz no está asociada a una persona responsable generalmente deben ser desechados. Por principio debemos dudar de las conversaciones sueltas y el cotilleo cotidiano, Twitter, WhatsApp transmiten rumores falsos sin estructura argumentativa y permanentemente. Como nación hemos visto que eventos significativos de la democracia han sido tergiversados por agresivas campañas en las redes y expertos en profundizar en el poder de la mentira para enriquecerse obscenamente.
Sin ser periodistas profesionales, como simples lectores, debemos confiar en fuentes que consultan diversas versiones, corroboran, cuestionan, y comparan. Debemos igualmente preguntarnos por las evidencias, las verificaciones y la calidad de los medios. Internet también nos proporciona medios para comparar los resultados. La principal fuente de mentiras es el sesgo político o ideológico. Vivimos un mundo fuertemente polarizado, la neutralidad es tan escasa como la pureza virginal. La pregunta iniciar debe ser siempre: ¿a quién favorece una noticia o un enunciado? Hay que desconfiar por principio de los dos grandes bloques del poder mundial, que entre otras cosas vienen a tener el mismo origen pues el gran capital no tiene nación, ni rostro, se apodera de todo, nos miente permanentemente y se disfraza de bienestar supremo y opción única.
Lamentablemente quienes tratan de buscar opciones frente a la hegemonía de la plutocracia mundial incurren con mayor fuerza en la mentira como estrategia de combate contra quienes no tienen saciedad y terminarán destruyendo la tierra. Luchar contra la mentira, desconstruir su poder, es crear condiciones nuevas para una paz verdadera que empieza en el propio corazón y la mente serena.