El “fenómeno espíritu santo” sucede cuando los ciudadanos se envalentonan ante el ascenso al poder de sus líderes o partidos mesiánicos y extremos.
“Se les aparecieron entonces unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos. Todos fueron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en diferentes lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse”.
(Hechos 2:3-4).
Las noticias de Colombia en los últimos meses y las del mundo en los dos últimos años muestran un aumento de la intolerancia y la violencia de todo tipo hacia muchos ciudadanos por parte de otros ciudadanos.
Linchamientos; víctimas que hacen justicia por su propia mano; locos que disparan contra multitudes en eventos, calles, bares o establecimientos educativos (“lobos solitarios”); envíos de paquetes bomba; atropellos por fuerzas policivas; amenazas en redes sociales y por otros medios; asesinatos de líderes sociales. Son diversos los hechos en que ciudadanos y autoridades pasan por encima de las leyes ejerciendo actos de violencia en nombre de una supuesta justicia, “orden social” o ideología.
Siempre han sucedido, pero se han incrementado en los últimos años. Les doy una explicación, válida también para otras épocas de la historia del mundo con iguales condiciones: El ascenso al poder de ideologías, partidos o líderes extremos que pregonan la discriminación y la fuerza enmarcadas en fanatismos.
Cuando estos partidos y líderes llegan al poder, muchos ciudadanos y autoridades se sienten envalentonados e iluminados, apoyados tácitamente (a veces directamente) para actuar por su cuenta, para realizar la ideología de sus mesías, para halagarlos con desafueros y crímenes, para hacer parte de la salvación. “Llegó el momento de nosotros”.
Además, sienten cierta protección e impunidad (verdadera o no) de que sus actuaciones no serán castigadas porque forman parte de esa cruzada divina que inspira a sus gobernantes de turno.
A eso lo llamo el “fenómeno espíritu santo” sin ofender -Dios me guarde- a la religión católica ni a ninguna que tenga al Espíritu Santo como dogma. Respeto las creencias religiosas. Uso el término para tratar de explicar este fenómeno social histórico.
Son individuos que tras el ascenso al poder de sus líderes se vuelven más papistas que el papa. Sienten que un halo celestial baja y los beatifica para luchar en una suerte de guerra santa.
No creo casual que se estén incrementando hechos como los linchamientos recientes en Medellín y Bogotá; el atropello a varios jóvenes por agentes de la Policía en la comuna 13 de Medellín; dos iracundos ciudadanos que a la fuerza intentan quitar los cepos inmovilizadores de su carro por mal parqueo en la misma ciudad; las violencias de los supremacistas blancos en EE. UU., de neonazis declarados que disparan contra la gente en la calle u otro que envió paquetes bomba a personajes anti-Trump; el francotirador franquista detenido por intentar asesinar al presidente de España; o los seis miembros de la ultraderecha francesa que esta semana fueron capturados por pretender atentar contra Macron.
Un ejemplo reciente en Brasil: “La red pública de periodismo investigativo contabilizó 70 agresiones entre el 30 de septiembre y el 9 de octubre, de las cuales 50 fueron cometidas por seguidores de Bolsonaro. Entre ellas, el asesinato con 12 cuchilladas del músico y maestro de capoeira Romualdo Rosario da Costa, en Salvador […] y la agresión a una mujer en la ciudad de São Paulo, pateada por un policía y golpeada por tres hombres que le grabaron en el vientre, con un cuchillo, una esvástica nazi”. (www.ctvsatelital.com, 28-10-18, especial para El Tiempo).
En Colombia durante los dos últimos años se incrementan los asesinatos y amenazas a líderes sociales. En el mismo lapso cuentas anónimas y de conspicuos seguidores fanáticos de ultraderecha han aumentado y endurecido sus comentarios y amenazas en redes sociales contra periodistas y políticos.
Y cuidado autoridades y líderes de todos los órdenes y países, juegan con fuego. Sepan que sus frases no solo son eso. Son tomadas como insinuaciones, acusaciones y como órdenes por muchos ciudadanos que las interpretan como “a la carga” para proceder. En Colombia son claros ejemplos la estigmatización de la protesta social por parte del ministro de defensa o el llamado a la guerra con Venezuela del embajador en EE. UU.
Sí: Sus pronunciamientos son “lenguas como de fuego que se reparten y se posan sobre muchos de sus seguidores que se llenan del ‘espíritu santo’ de sus ideas y comienzan a hablar en diferentes lenguas y actos criminales según ustedes les concedan expresarse”.