El arte pictórico de Eddier Tálaga

Autor: Eufrasio Guzmán Mesa
19 junio de 2019 - 10:34 PM

El artista tiene un vínculo esencial con el acontecimiento, con los procesos, con las contingencias que vamos abordando en nuestra existencia y con el aire.

Medellín

Eufrasio Guzmán Mesa

Sometidos a las contingencias de la supervivencia descubrimos pronto el poder de la imaginación y nuestra capacidad de fijar sobre las grutas, piedras y membranas los rasgos de nuestra exploración vital. Damos así indicaciones de nuestra curiosidad y de nuestras emociones fundamentales. A la aventura humana la ha acompañado siempre el poder de la imaginación y la capacidad de poner en escena las fuerzas que intentan destruirnos, por ello el arte en todas sus formas es patrimonio universal, un artista son todos los artistas, los imagineros, como me gusta llamar a los que trabajan y elaboran imágenes, aquellos que abordan el territorio para explorarlo y ofrecerlo a sus iguales. El artista tiene un vínculo esencial con el acontecimiento, con los procesos, con las contingencias que vamos abordando en nuestra existencia y con el aire.

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No es exclusiva función del ser humano el arte de leer las señales, pues muchas especies han sobrevivido por su capacidad de leer la naturaleza y obtener su sustento, así como insectos y pájaros reparten el polen y las semillas los artistas desde siempre distribuyen la simiente de la vida maravillosa que crece y se expande. Solo pensar en el poder hermoso de las lombrices quienes con su trabajo de millones de años han producido el humus que le da sustento a las plantas y esa vegetación se nos manifiesta en un doble sentido como enemiga y como proveedora.

La génesis de la cultura hay que buscarla en ese registro de los gestos sobre la piedra y sobre casi cualquier material, conchas, pieles, membranas, también sobre los rasgos fijados en la bóveda de las cavernas y en la morada más reciente del ser humano. También lo que narramos alrededor del fuego y lo que plasmamos sobre huesos y pieles es nuestra garantía de vida. Un cepillo no es un cepillo también es el registro hechizado de un gestor. El poder del arte es el poder de las cosas elementales que nos acompañan en el vivir y transmiten cosas esenciales de nuestro pasó por la tierra. Un zapato no es un zapato es una historia de las manos y la capacidad transformadora de los gestos para volverlos protección y capacidad reanimadora de trasformar. Lo que llamamos fantasía es la alquimia básica de la vida que permite, permanentemente, traducir los árboles, las hojas, los cuerpos y las piedras, todo lo que nos rodea, en signos y señales.

Esos trazos son a su vez la forma más clara de la resurrección y la capacidad de vencer la muerte. Tuvieron que pasar milenios para que el pensamiento fuera capaz de reconocer ese poder organizador que tienen los gestos básicos. Nuestra experiencia vital es traducción permanente de las emociones y las sensaciones en el lenguaje oscuro de la arena y de los pigmentos, pero además en la organización del sonido, esa vibración del aire que nos exalta. El arte es nuestra capacidad de poner a hablar las piedras y que vuelvan a contar otra historia del universo en la cual ya introducimos nuestro poder. El naturalismo equivocó, en parte, el camino y nos impidió reconocer nuestro poder alquímico de transformar la naturaleza y el mundo en formas asimilables. La esencia del arte es esa alquimia visceral que puede convertir la sangre derramada en cielos llenos de luces y sombras.

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El arte pictórico de Eddier Tálaga es un una bella muestra de ese poder sencillo pero deslumbrante que convierte resinas en color y formas para dar el testimonio de la vida que contiene; habitamos todos los restos de la tragedia que somos capaz de superar con un amor por el dibujo, la representación, por la delicia del color que captamos y nos hace vibrar y volver a sentir lo que un artista como él es capaz de plasmar con alegría y esmero, para ser testimonio de la vida maravillosa que todo artista resalta y hace comunicable. Es el espíritu en acción como alimentación para la propia especie, independiente de su cultura o su suelo natal.

 

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