Dónde está nuestro bautismo

Autor: Pbro. Emilio Betancur
26 enero de 2020 - 12:10 AM

Homilía correspondiente al tercer domingo del tiempo ordinario

Medellín

Lo que le ocurrió a Pablo por el bautismo, luego a Juan Bautista y mucho después a nosotros fue el hecho del Espíritu del Resucitado quien llegó a nuestro interior por el bautismo para cambiarnos; y por esa transformación podemos decir es cierto que Jesucristo resucitó. El gran problema de la fe es nuestro bautismo, por ser niños no recordamos ni el bello rito de los signos que ungieron nuestros cuerpos y solo quedó como memorial el material fotográfico y la partida en el despacho parroquial. Lo más urgente de la vida es renovar el bautismo, empezando por quienes son los ministros de este sacramento. La introducción a la renovación del bautismo es no suponerlo en la vida personal y pastoral. Donde está la partida no es el sitio donde está el bautismo sino donde exista alguien hecho un hombre nuevo por el bautismo. Para Pablo un cristiano responsable de su bautismo no sólo hace presente la pascua a lo largo de toda su vida sino que permite la acción del Espíritu transformándolo de egoísta en humano por la sabiduría del servicio como le sucedió a Jesús. Por el discernimiento que le daba el bautismo, Pablo pudo llamarles la atención sobre las dificultades de la vida en comunidad: “Pónganse todos de acuerdo, sin divisiones con un mismo sentir y parecer; les recuerdo que no fueron bautizados en nombre de Pablo, ni Cristo está dividido en Cefas, Apolo y Pablo para no perder la eficacia de la cruz de Cristo por la sabiduría y elocuencia humanas” (segunda lectura). Por la experiencia personal y comunitaria del bautismo lo que hace Pablo en Corinto es culturizar la fe, evangelización, de acuerdo con las necesidades de la convivencia humana. A condición de priorizar la Comunidad no el protagonismo.

Lea también: El contexto de la encarnación

Donde está Dios

Leído el salmo desde la experiencia pascual, la casa del Señor es la comunidad, lo único que pedimos, lo único que buscamos es vivir en la comunidad como casa del Señor, toda nuestra vida para disfrutar las bondades del Señor y estar continuamente en su presencia. Si podemos contar con nuestra luz y salvación; entonces ¿a quién vamos a tenerle miedo? Si es la defensa de nuestra vida ¿Quién podrá hacernos temblar? Esperamos gozar de la dicha del Señor en el país de la vida. Esperemos en el Señor, seamos valientes, tengamos ánimo, esperemos en el Señor”

Se cree obedeciendo y se obedece creyendo

Al enterarse Jesús de que Juan el Bautista había sido encarcelado salió de Galilea para establecerse en medio de los gentiles “tierras que después Jesús glorificó”, evangelizó, (Isaías) “vuelvan a Dios porque ya llega su reinado.” (evangelio) Simón y Andrés. Santiago y Juan y los que llamó después para seguirle era con el fin de participar en el reino siendo “pescadores de hombres”. De inmediato dejaron las barcas y sus familias para seguir a Jesús. Obedecieron para ser creyentes y creyeron para obedecer. “Que cumpla tu voluntad, Dios eterno, por siempre jamás; y camine en libertad buscando tus mandamientos” (Sal 119, 44-45) La comunidad de discípulos a la que pertenecemos nosotros es el camino hacia la fe por la obediencia a la llamada de Jesús.

Los riesgos de la religión

La religión mantiene por la piedad de las prácticas una profunda confianza en Dios, pero sin seguimiento porque su fin es que Dios me escuche y no escuchar a Dios que es lo central en la fe. La religión no cae en cuenta de las promesas que Dios nos ha hecho para hacer dinámico y alegre nuestro seguimiento, no hay seguimiento sin las promesas del resucitado: si el grano de trigo no cae y muere, unos recibirían veinte o treinta, el que no deja no es digno de mí, mis padres y mis hermanos son, a vosotros se os dará el reino, venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados que yo os aliviaré. El seguimiento no existe por la sustracción de materia que son las promesas. ¡De lo que nos estamos perdiendo por ser tan religiosos y no haber renovado el bautismo!

Para no tener ninguna inseguridad del cumplimiento de las promesas, la primera lectura de Isaías y el evangelio de Mateo nos confirman su cumplimiento. “El pueblo que andaba en tinieblas vio la luz de un gran día; vivían en sombras de muerte y una luz les brilló” “multiplicaste Señor los motivos de júbilo para nosotros haciendo crecer la alegría. Gozamos en tu presencia como se alegran los que recogen la cosecha. Porque tu quebraste el yugo que pesaba sobre nosotros”.

Le puede interesar: El bautismo de Jesús y el nuestro

Lecturas del domingo 26 de enero de 2020

Domingo 3 del tiempo ordinario, ciclo A

Primera lectura: Lectura del libro de Isaías (8,23b–9,3):

Salmo: Sal 26,1.4.13-14

Segunda lectura: Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (1,10-13.17)

EVANGELIO

Lectura del santo evangelio según san Mateo (4,12-23):

Al enterarse Jesús de que habían arrestado a Juan se retira a Galilea. Dejando Nazaret se estableció en Cafarnaúm, junto al mar, en el territorio de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías:

“Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los gentiles.

El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló”.

Desde entonces comenzó Jesús a predicar diciendo: “Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos”.

Paseando junto al mar de Galilea vio a dos hermanos, a Simón, llamado Pedro, y a Andrés, que estaban echando la red en el mar, pues eran pescadores. Les dijo: “Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres”.

Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.

Y pasando adelante vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo de Zebedeo, y a Juan, su hermano, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre, y los llamó. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.

Jesús recorría toda Galilea enseñando en sus sinagogas, proclamando el evangelio del reino y curando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo.

 

Palabra del Señor

 

 

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