Diferencias sustanciales

Autor: David Roll Vélez
8 agosto de 2019 - 12:02 AM

Es muy probable que justo en el avance tecnológico se encuentran las claves, y que en el futuro tengamos un infalible sistema de votación universal y unos logaritmos que hagan matemáticamente imposible la corrupción.

 

Bogotá

David Roll Vélez

Muchos parecen olvidar cuando hablan de las democracias, que el mundo en el que se inventaron y el mundo en el que finalmente se generalizaron 200 años más tarde son totalmente diferentes.

Esto significa que lo que se diseñó cuando fueron pensadas en su momento ya no puede ser útil, por lo que se puede afirmar que en el fondo estamos inventando las democracias apenas ahora.

Lea también: ¿Por qué estudiar la democracia electoral?

Empecemos por decir que en 1800 la mayor parte de los seres humanos vivía de la agricultura, no tenía concepto de nacionalidad Y estaba prácticamente incomunicada salvo con su entorno inmediato.

Hoy en día la mayoría vive en centros urbanos y casi ninguno depende de las labores agrícolas, al mismo tiempo que prácticamente todo el mundo se identifica con un Estado nacional y está estrechamente intercomunicado casi que con el resto de la humanidad en su conjunto.

Por otra parte, en aquellos tiempos apenas si se estaba inventando el concepto de individuo y de goce, pues lo colectivo se había impuesto y la sobrevivencia era lo fundamental. En cambio, hoy en día las sociedades consisten en individuos obsesionados por obtener el mayor número de bienes y servicios para ellos y sus familias, y de tener una gran cantidad de sensaciones placenteras en el menor tiempo posible y con la también menor inversión de esfuerzo que se pueda lograr.

La gran preocupación en esa época era alcanzar la inmortalidad en otra vida, mientras que en la actualidad existe la real aspiración de prolongar los años de manera indefinida y no pensar en las llamadas postrimerías.

Cómo se trataba de una era imperial y colonial, la norma general fue la obediencia, mientras que hoy el reto a la autoridad, la crítica a las instituciones y el desprecio por los gobernantes es la tónica general.

Así pues, lo que pensaron los franceses, los ingleses y los norteamericanos hace 200 o 300 años, apenas si es una anécdota histórica, que no puede servir de fórmula para una humanidad que tenía menos de 1000 millones de habitantes Y ahora va para 8000 millones.

La división de poderes era mágica en ese momento, así como las declaraciones de derechos y sobre todo los sistemas electorales que apenas cubrían una mínima parte de la población masculina, y hasta la prensa parecía el perfecto equilibrio complementario.

Pero lo cierto es que no nos preparamos para el mundo de ciencia-ficción que nos llegó por anticipado y las democracias quedaron petrificadas en esos viejos sistemas originales, Y no se ve por dónde empezar a reestructurarlas, en parte porque los cambios son tan rápidos que los teóricos apenas si logran describir o interpretar, pero ya no extrapolar y planificar.

Es verdad que en estos tres siglos decidimos finalmente que es el mejor modelo, en comparación con la monarquía, las dictaduras y los comunismos, pero digámoslo claramente, somos tan diferentes en comparación con esos tiempos, que es como si hubiéramos importado un sistema político de otra galaxia y fuéramos a tratar de adaptarlo.

Por supuesto no se trata de una situación apocalíptica, y debemos aferrarnos a las fórmulas electorales que diseñamos y perfeccionamos, así como a los instrumentos de gobernanza. Pero de todos modos es importante reconocer que los ciudadanos están estupefactos ante lo que sucede en el día a día de las democracias, que se supone son un regalo y la mayoría ve como una especie de rompecabezas incompleto.

Es muy probable que justo en el avance tecnológico se encuentran las claves, y que en el futuro tengamos un infalible sistema de votación universal y unos logaritmos que hagan matemáticamente imposible la corrupción.

Le puede interesar: ¿Qué es la ingeniería electoral?

Algunos pensarán que el papel de los politólogos y de los sociólogos ha llegado a su fin, ya que el propio Castells se equivocó al afirmar que la libertad de expresión aumentaría la calidad democrática y los hechos han demostrado lo contrario. Pero también hay que pensar que en el fondo los grandes diseñadores de las modernas redes han tenido éxito por el enfoque psicológico y sociológico que les dieron a las mismas, interpretando la naturaleza humana, Y que, por lo tanto, las personas que vayan a diseñar las nuevas formas de gobierno democráticas en esta post post post modernidad vayan a ser unos pensadores universales como los del renacimiento, con una gran capacidad tecnológica y una visión humanística muy clara.

 

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