De la universidad filarmónica a la universidad del jazz

Autor: Ricardo Ernesto Torres Castro
11 noviembre de 2019 - 12:02 AM

Esos rectores que vemos por ahí procurando ser directores de orquesta filarmónica deben esforzarse por aprender los nuevos ritmos que la industria del conocimiento esta proponiendo

Medellín

En algunos antiguos libros de administración se tiende a considerar que las organizaciones deben ser gestionadas como una filarmónica. De esta misma manera fueron lideradas las universidades. Hoy las cosas son diferentes. Una universidad que se asemeje a una orquesta filarmónica depende en alto grado de su director, quien marca el compás, define la partitura y da las entradas para que cada integrante de la orquesta intervenga en la melodía. En este caso, las universidades que generan alta dependencia de un líder corren el riesgo de responder simplemente a lo que tradicionalmente ha sido la gestión de las universidades. No se permiten innovar, abrirse a nuevas formas tan solo porque “como acá siempre hemos hecho las cosas así”, entonces nunca cambian, nunca hay nada nuevo y, por ende, no pasa nada. Esto quiere decir que seguro se minimizan los errores, tristemente tampoco pasa nada nuevo. Caso contrario es hacer que las universidades se gestionen como un grupo de jazz. El director es fundamental como articulador, como motivador y como gestor de la unidad del grupo. Cada músico ejecuta su instrumento, sin necesidad de tener una partitura todos hacen, bajo las claves que va dando el bajo, una pieza musical armónica e igualmente bella. Un grupo de jazz permite que todos sean protagonistas, que todos sean líderes y todos se integren como comunidad de saberes musicales y capacidades para crear las mejores notas. No hay paso para elaborar la partitura, la pieza musical varía según los cambios que los mismos integrantes proponen. Cuando una trompeta cambia el ritmo, todos están atentos para seguir lo nuevo que trae la trompeta, y así, con todos. No requiere que alguien esté al frente haciendo que todos se articulen, no, todos en el grupo de jazz se articulan según el ritmo que ellos mismos proponen. De eso se trata, de hacer que las personas se empoderen, asuman su liderazgo, desarrollen sus capacidades, se articulen a la comunidad de conocimiento y trabajo y, cada uno, conforme a sus capacidades le aporte a la universidad un sonido y un ritmo al que todos, sin jerarquías, podemos seguir.

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Esos rectores que vemos por ahí procurando ser directores de orquesta filarmónica deben esforzarse por aprender los nuevos ritmos que la industria del conocimiento está proponiendo. Robert Solow, ganador del premio nobel de economía en 1987 decía que lo que realmente le podría generar crecimiento a una organización, como en el caso de las economías emergentes en oriente, era la educación como base del capital y no los bienes ni la mano de obra.  Continúa Solow afirmando que hoy los líderes no se deben escoger conforme a los conocimientos tradicionales sino frente a su capacidad de aprender cosas nuevas y ponerlas en práctica. ¿cómo deberían ser los rectores de las universidades hoy? Bien lo diría Steve Jobs: “nosotros dirigimos Apple como un startup. Siempre dejamos que las ideas ganen las discusiones, no las jerarquías. Si lo hiciéramos de otro modo, los mejores empleados se marcharían. La colaboración, la disciplina y la confianza son críticas” (Ismail, 2014. P 128). Aprender lo nuevo implica entender qué es lo nuevo. Seguimos en instituciones donde cada día la brecha entre las necesidades reales y la oferta educativa es diametralmente opuesta. Instituciones donde las matrículas son el afán cotidiano, donde las estructuras son rígidas y como consecuencia las estrategias son igualmente obsoletas. Qué tal si nos damos la oportunidad de escuchar más jazz y nos dejamos contagiar del ritmo que la música nos propone.

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Si quienes lideran equipos académicos lograran separarse más de la operatividad y delegaran al máximo este tipo de actividades, si buscaran usar más tecnología, seguramente tendrían más tiempo para formarse y formar a equipos de trabajo que siguen esperando de los directores de orquesta quien les de unidad, motivación y respaldo institucional. Rectores, vicerrectores y decanos no solo comprometidos con la educación de los demás sino con su propia educación. Necesitamos más de esos que dejan que las trompetas o las guitarras de la academia suenen, así nos cambien el ritmo o inclusive, aunque varíen las melodías. Más innovación y capacidad de enfrentar retos que nos lleven a comprender que el error no es lo peor que le puede pasar a nuestras universidades, por el contrario, el error es lo mejor porque es sinónimo de que algo diferente y nuevo se quiso hacer.

 

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