Como que hay dos maneras

Autor: Mariluz Uribe
21 marzo de 2017 - 12:07 AM

Las maneras de hablar o de escribir creo que se reducen a dos, o se dicen cosas propias o se repiten cosas ajenas.

Hay diferentes maneras de hablar y de escribir, tanto en privado, como por supuesto en público: periódico, revista, libro, discurso, radio, televisión y ahora celular e internet donde se entera uno justo de lo que no quisiera. 

Las maneras de hablar o de escribir creo que se reducen a dos, o se dicen cosas propias o se repiten cosas ajenas. 

Decir cosas propias, inventadas, creadas, imaginadas por uno, puede ser más difícil que decir cosas prestadas: ¡Será por eso que enseñan que no se debe hablar en primera persona! ¡En vez de decir Yo se debe decir por ejemplo Mary!

Por supuesto que las ideas propias toman más tiempo, gastan más cerebro, tienen más trabajo, y también se expone uno a que las gentes que utilizan solo ideas prestadas, lo cojan de tema y hasta de fuente de inspiración ¡qué risa! 

Hablar o escribir utilizando cosas prestadas es más fácil y más seguro.? Uno no es responsable de nada “¿Dijo usted tal cosa?” –“No, fue que……" -- ¿quién va a quedar mal? Desde que las disculpas se inventaron -en el Paraíso, pues Eva habló de la culebra en el árbol y o en el cuerpo de Adán- pues no hay responsabilidad, si en realidad no somos autores de nada. ¡Y no nos desgastamos y no nos exponemos! 

Tomemos un periódico cualquiera. Primero leemos lo que ha sucedido, esto tiene que ser copiado de la realidad porque si no sería un periódico fantasmagórico. Aunque que los hay los hay. 
A veces?si pasamos a alguna página literaria que esperábamos que fuera de creación, encontramos que lo que allí se dice es un comentario de algo que ya se dijo... 

Y claro a veces ayuda, ejemplos: Lo que estudiaron Darwin y Mendel (somos "monos"). Lo que escribió Bolívar, (no sé si con la pluma de Manuelita). Lo que dijo Sartre con la Beauvoir al lado (los vi en St. Germain des Pres). Lo que dijo Teilhard de Chardin, que revolucionó la religión incorporándole la ciencia. Lo que se le zafó a algún presidente desesperado. Lo que le escribió la mamá a uno cuando se iba a casar, o a cazar. Lo que teledijo algún curita y ahora hasta el Papa de Roma (porque hay otros). 

Cierto es que hay muy buenos escritores, autores, en Colombia, pero por cada libro que se lanza, surge una invasión de comentarios. Y lo más grave es que muchas veces la gente no lee la obra original sino el comentario porque es más corto, y de todas maneras queda enterada y puede hablar de la cosa. Está “in”.

En ocasiones el comentario está bien hecho por alguien especializado, estudioso y culto. Pero en otras provoca llorar aunque se nos corra el maquillaje. Pues algunas veces está mal hecho por cualquier aficionado a la máquina rellena-espacios, que ha malinterpretado algo y entonces sucede que las personas que no han leído la obra original no saben de qué se trata y pueden hasta creer que se trata de todo lo contrario de lo que es. 

Precisamente aquí está como en pañales la literatura comprometida de que se habló en algún momento, la litterature engagée de los franceses, y creo que esto es porque aquí pocos gustan de comprometerse. Así no solamente nadie es culpable, sino tampoco responsable. 

A veces se crean por Internet unas cadenas interminables que duran?indefinidamente, sobre lo que se dice, sobre lo que se dijo y hasta sobre lo que se dirá. Es mejor permanecer al margen.
Y a veces las conversaciones entre nosotros pueden ser lánguidas:

Se repiten chismes (o chistes) ya oídos en otra parte. Y todo el mundo tiene que reír, ja, ja, aunque ya los conozca o se los haya imaginado. Se critican las cosas de los demás, hechos o dichos, pero como que poco surge una idea, una teoría, un pensamiento original que dé pie a que las mentes trabajen y se haga un intercambio de los espíritus. Y ahora que he dicho esto... ¿En qué me metí? 

 
*Psicóloga PUJ y Filóloga UdeA 

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