Colombia, la difícil construcción de una nación

Autor: Guillermo Maya Muñoz
19 febrero de 2018 - 12:07 AM

Una continuidad histórica que expresa las diferencias sociales tan arraigadas en Colombia, con una movilidad social limitada y excluyente

La nación y el nacionalismo son realidades históricas y no naturales: “pero aparecen en la transición a la industrialización, (…) tienen una relación cercana con el industrialismo”.

En este sentido, el historiador inglés Eric Hobsbawm afirma que: “la revolución industrial marca la transformación más fundamental de la vida humana en la historia del mundo” (Industry and Empire). Tanto la urbanización como la estructura de clases moderna, entre trabajadores y capitalistas, el papel de cambio técnico constante como elemento de la actividad económica son explicadas por el proceso de industrialización.

Por su parte, el alemán Friedrich List (1789-1846) propone usar el nacionalismo como herramienta del proceso de industrialización, con la transformación productiva, mediante la protección de “aranceles educativos”, de manera temporal, con el objeto de alcanzar a las naciones más desarrolladas. Por esa razón, List se opone al libre comercio, a la economía política cosmopolita inglesa de Smith y Ricardo, como punto de partida para el desarrollo nacional si se parte de un nivel de atraso económico.

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List en el libro Sistema natural de economía política resalta la existencia ontológica de la nación, su objeto de estudio, frente a los individuos, objeto de la economía política. Entre el individuo y la humanidad está la nación "a la que sus miembros están unidos por el lazo del patriotismo". En cuanto a los intereses nacionales, en lo que toca en el desarrollo de las “poderes productivos” de la nación, “el individuo debe estar preparado para sacrificar sus propios intereses en beneficio de la nación a la que pertenece”.

No hay nación sin nacionalismo, que, surgido en el siglo XVI en Inglaterra, tiene un carácter igualitario y democrático: “La conciencia nacional es inherentemente democrática: el igualitarismo representa el principio esencial de la organización social que implica y la soberanía popular su principio político esencial”.

Agrega la socióloga Eliah Greenfeld en su libro Five Roads to Modernity que el nacionalismo es inclusivo y que “da a las personas (…) un sentido de dignidad, desconocido para la mayoría de la gente en épocas anteriores”. Algo que le “da razones a la gente para estar orgullosa”.
En este sentido, Arrubla en la Presentación del libro Colombia Hoy (1995) afirma que, en Colombia, entendida “como la unidad de un territorio y de un grupo humano, no ha logrado nunca adquirir el carácter de una verdadera sociedad si por ello se entiende una comunidad de experiencia e ideales”. Es decir, Arrubla se refiere a una nación integrada por iguales, sin estratificaciones infranqueables y con movilidad social fluida.

Y agrega para diferenciar que, en Colombia, “lo único que de sociedad hemos tenido ha sido la presencia de una jerarquización que por ser mera forma o por no tener otro contenido que el psicológico ha encontrado su verdadera sustentación en la violencia. Significa esto que los grupos superiores, antes que ser los conductores de una empresa civilizadora, han centrado sus mayores energías vitales en afirmar su distinción radical en relación con unas masas profundamente despreciadas, que ayer eran las castas de la tierra y hoy componen el populacho”.

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Precisamente, cuenta el historiador Jaime Jaramillo, que Manuel Barrera, un dirigente artesano vencido en la Guerra entre Gólgotas (librecambistas) y Draconianos (proteccionistas) en 1854, en el periódico Alianza, debatía con Carlos Holguín, representante del notablato santafereño, que argumentaba que “todos somos el pueblo, no sólo los de ruana”. La respuesta de Barrera era que si todos éramos el pueblo, entonces “por qué, comprendiendo todos que todos somos el pueblo, en estas regiones que por antonomasia se llaman Repúblicas y Repúblicas Democráticas, se oye en boca de ciertas familias, o de ciertas personas de esas familias, cuando se trata de un individuo que no es de su nivel, decir en tono de insultante desprecio: ese es un hombre del pueblo, ese es un ruanetas, ese es un guache, ese es un albañil, un zapatero, un talabartero, ese es un indio, ese es un mulato, ese es un zambo” (La personalidad histórica de Colombia y otros ensayos).

Por otro lado, Alejandro López, en su libro Problemas colombianos, relata una anécdota sobre Santiago Pérez Triana (1858-1916), destacado miembro de la intelectualidad bogotana, poeta, escritor y diplomático, quien dio una conferencia sobre Colombia, en el Club Liberal Nacional de Inglaterra en 1916, a un grupo selecto de la sociedad londinense. 

Al finalizar la conferencia hubo “champaña, (y) cigarrillos”. Luego, “un burgués que debía ser muy popular” habló, haciendo comentarios sobre la Conferencia de Pérez Triana, y que expresó lo siguiente: “Mr. Pérez Triana nos acaba de demostrar que allí ha habido grandes eminencias en todo género de actividades, y a la verdad que para convencerse de que Colombia ha producido hombres genuinamente europeos bastaría conocerlo a él, o siquiera oírlo hablar”. Sin embargo, agrega el comentarista, “estoy lejos de creer que todo en Colombia y en Sud América sea así. Él habla de una minoría insignificante (…) y lo que nosotros llamamos indios es esa gente que anda descalza, no come bien, viste mal y duerme peor, con un estándar de vida demasiado bajo, en comparación con el hombre de la calle entre nosotros, y que constituye una masa que está a merced de lo que diga una minoría insignificante”.

Precisamente, estos dos hechos no son aislados sino una continuidad histórica que expresa las diferencias sociales tan arraigadas en Colombia, con una movilidad social limitada y excluyente, que pone de presente el arduo camino que ha significado la construcción de la nación colombiana, puesto que “el nacionalismo promueve necesariamente el tipo de estructura social que la economía moderna necesita desarrollar. Siendo inherentemente igualitario, el nacionalismo tiene como una de sus consecuencias culturales centrales un sistema de estratificación abierto o de clase, que permite la movilidad social”, dice Greenfeld.

Al respecto, Arrubla señala que Colombia “debe aparecer como un país homogéneamente subdesarrollado, tanto en lo económico como en la cultural, sin que la libertad de los grupos superiores en relación con las necesidades materiales haya favorecido en ellas una liberación del espíritu”.

Los párrafos anteriores constituyen un resumen apretado de la introducción de un artículo extenso con el título de Tierra, Industria y Nación y que fue publicado en el volumen 4 de la colección del Sesquicentenario de la Universidad Nacional en 2017 (Lea en: https://goo.gl/ybvdcv).

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