Caminos

Autor: Álvaro González Uribe
1 agosto de 2020 - 12:06 AM

¿Qué significa un camino? Los usamos, vamos o venimos por ellos. Pero un camino significa más: que alguien pasó por él, pasado, historia; y que alguien lo surcará, porvenir

Medellín

Hay caminos cortos y caminos extensos, caminos anchos y caminos estrechos. Hay atajos, trochas y desechos; pasajes, desvíos y cruceros. Caminos llanos, sinuosos y pendientes. Hay de piedras y de tierra; de barro, de hojas muertas y de hierba -a lo que sabe tu nombre- y caminos de pavimento y de cemento.

Hay caminos de hierro y de madera que son las carrileras. Hay caminos de oscuridad que son los túneles y de luz que son los rayos del sol, de los faros y de la luna.

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Hay caminos de agua que son los ríos y también los hay mimetizados en lagos y en los mares, solo visibles para los marinos mediante la rosa de los vientos en sus cartas de navegación o dibujados en el mapa que forman las estrellas: eran los caminos de Enrique el Navegante y de Colón y Magallanes, y de los vikingos y los fenicios. Y del Titanic, un camino truncado por un cristal gigante de la mar.

También hay caminos en los desiertos, solo percibidos por los camellos y los beduinos. Y caminos en el aire trazados en las cartas aeronáuticas o en la utopía lograda de los hermanos Wright. Y caminos de la Tierra a la Luna allende la atmósfera señalados en la mente fantástica de Julio Verne, como también caminos hacia el centro de la Tierra horadados por el mismo Verne o por los mineros valientes, buscadores en entrañas de tesoros preciosos.

Hay caminos sosos y sosegados y hay caminos largos y culebreros. Hay caminos de salteadores de caminos, y esos caminos de Dios... Hay caminos de la vida y de la muerte. Caminos para nacer, caminos para vivir, caminos para morir o para marchar al cementerio o al cielo; o al infierno empedrados de buenas intenciones, que dicen. Caminos son las sendas del bien y del mal, que también dicen.

Son rutas hacia algún lugar o desde algún lugar. Caminos para ir, para venir, para pasar, para cruzar, para dirigirse o para vagar sin rumbo que es otra forma de destino.

Hacia, desde, por. Caminos son por donde vamos o van cosas, o venimos o vienen. Acercan y alejan, unen y distancian. Nada, nada deja de tener un camino para llegar o para partir, para refugiarse o para escapar.

Son senderos, caminitos, “caminito que el tiempo ha borrado, / que juntos un día nos viste pasar, / he venido por última vez, / he venido a contarte mi mal. / Caminito que entonces estabas / bordeado de trébol y juncos en flor, / una sombra ya pronto serás, / una sombra lo mismo que yo…”. Caminitos o calles, carreteras, puentes, viaductos, avenidas, autopistas.

También son caminos el método, el proceso, las religiones, los libros sagrados, las ideologías, el cortejo, la seducción, la gestación, la agonía, la vida toda y la muerte que puede ser final o camino, según el dios con que se mire.

Todos los caminos conducen a Roma y de Roma a cualquier parte. También a la Meca y a Jerusalén, a Lhasa y a Medina, a Fátima y a Lourdes.

Hay caminos famosos como el viacrucis al Monte Calvario, el Camino de Santiago, el Camino Inca, la Ruta de la Seda, la ruta Shikoku en Japón, la Ruta Licia en Turquía, el Circuito de Annapurnala en Nepal, la Escalera al Cielo en Hawái y la de Led Zeppelin -bendita canción- y una escalera grande y otra chiquita para bailar la bamba que las escaleras son caminos empinados, como también las escalinatas del sueño de Zalamea o las escaleras del sueño de Jacob: “…Y tuvo un sueño; soñó con una escalera apoyada en tierra, y cuya cima tocaba los cielos, y he aquí que los ángeles de Dios subían y bajaban por ella…”.

Hay caminos imaginados que también son sueños y caminos del pasado que son nostalgias, como el “Camino viejo de mi vereda / por donde tantas veces pasé, / llevando al hombro mi taleguera / con mis cuadernos y mi pizarra / rumbo a la escuela de doña Inés. / Me acuerdo mucho que en tus orillas / crecía la malva, las clavellinas, / las amapolas, el girasol / y que las aves en la mañana / trinos cantaban llenos de amor…”.

Hay caminos milenarios, centenarios y diarios y también el que tomaremos mañana y los sin tiempo.

Yo he pasado por muchos caminos, senderos y carreteras; y rutas de barcos y aviones y tendidos de carrileras. “He andado muchos caminos, / he abierto muchas veredas; / he navegado en cien mares, / y atracado en cien riberas…”. Y he sentido todos los caminos porque los caminos tienen voz y corazón: hay que sentirlos en el alma, escuchar la música de sus pasos o sus ruedas o sus cascos. Yo he visto pasar raudo lo que está a sus veras. Caminos resbalados, seguros y escarpados, caminos en la nieve, en las playas, en la tierra y entre bosques. He caminado caminos con mis pies descalzos y calzados, en equinos, en motos, en bicicletas, en carros, en trenes, en botes y barcos, en aviones y helicópteros y en cabinas y cajones colgados de cuerdas.

Yo soy un caminante, me declaro un caminante aquí, aquí en este camino de letras y espacios que empezó desde que usted leyó “Hay caminos” y terminará con el punto final luego de la última palabra. Porque también los escritos, los libros, son un camino, caminos de letras que conducen a una falsedad, a una verdad o a una duda que también es una verdad como la vida, porque la vida es la mayor de las dudas.

Caminos sinuosos

Caminos llanos, sinuosos y pendientes. Hay de piedras y de tierra… caminos en la nieve, en las playas y entre bosques

Y la poesía... La poesía es el cofre más sagrado de caminos: puede ser sereno, amoroso, tormentoso, erótico, estrambótico, filial o brutal. La poesía son caminos al corazón abierto.

¿Qué significa un camino? Los usamos, vamos o venimos por ellos, sí. Pero un camino significa más: significa que alguien pasó por él, pasado, historia; y que alguien lo surcará, hay un mañana, porvenir. Significa que hay otro lugar más allá, antes y después, que hay muchos sitios; significa vida lineal, como un río, “nuestras vidas son los ríos”; significa también vida en sus orillas, mercaderes, aldeas, comida y posada para el peregrino, agua para la sed del caminante. Nada es tanto la nada como un camino abandonado.

Yo soy un caminante, me confieso un caminante, un viajero de la vida, un buscador, y me perdonan las ínfulas porque eso era el maestro -mi maestro- Fernando González; soy, entonces, un aprendiz de buscador. Ser buscador es una forma de ser porque buscar no siempre lleva a encontrar, al menos en este caso. “El que busca encuentra”, dicen, pero también es encontrar el camino y caminar por él siempre, encontrar la búsqueda constante. Yo me encontré el buscar como forma de ser, de andar, de vivir, de ver y sentir la vida. Y entonces la vida y este vivir son un camino. “¿Seré yo así, o es que el camino no tiene fin?”.

Soy un caminante, pero más que de caminos ya trazados porque me gusta hacer caminos, desbrozar, pensar, apartar ramas y maleza, buscar la luz, la verdad, mi verdad del día, del minuto, del momento.

Caminar, buscar, viajar, recorrer, mutar. El camino es crisol, crisálida. Somos camino.

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Y ya, a estas alturas de la columna, de esta senda de letras, quizás algunos lectores que me conocen, qué digo, que han leído a Antonio Machado, se preguntarán “y este con este tema, ¿para cuándo ’Caminante no hay camino’?”, pues para el final del camino, claro; Machado, Antonio, el gran poeta sevillano, el poeta del camino, cuya fecha de nacimiento fue precisamente hace pocos días, un 26 de julio en 1875:

“…¿Para qué llamar caminos / a los surcos del azar?... Todo el que camina anda, / como Jesús, sobre el mar. /… / Caminante, son tus huellas / el camino, y nada más; / caminante, no hay camino, / se hace camino al andar. / Al andar se hace camino, / y al volver la vista atrás / se ve la senda que nunca / se ha de volver a pisar. / Caminante, no hay camino, / sino estelas en la mar…”.

@alvarogonzalezu

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