El gobierno de Santos confunde la innovación con la competitividad, que están estrechamente relacionadas, pero que no idénticas
La ciencia, la tecnología y la innovación, CT+I, son la clave del desarrollo en las sociedades postindustriales, en las que la producción de bienes y servicios con un alto componente tecnológico es la que aporta significativamente al PIB y generan la riqueza suficiente para que haya posibilidades de distribución real. Los países más avanzados del mundo, que a su vez son los que más calidad de vida tienen, son las que más invierten en este campo. Veamos.
Según la Unesco (http://www.unesco.org/new/es/media-services/single-view/news/how_much_do_countries_invest_in_rd_new_unesco_data_tool_re/), Corea del Sur, que en 1950 era un país en guerra y más atrasado que Colombia y hoy es una de las mayores economías del mundo, invierte el 4.23% del PIB en CT+I, que es la clave de su desarrollo; Israel, lo hace en el 4.1%, con un pequeño territorio desértico, pero con una economía formidable, lejísimos de las de sus vecinos y enemigos en el oriente medio, factor que ha sido clave en su supervivencia como país. Japón, que, en 1945, al final de la Segunda Guerra Mundial, estaba derrotado, destruido y agotado, invierte hoy el 3.6% y es una de las sociedades más prósperas del planeta.
La Unión Europea se ha impuesto el objetivo de superar el 3% del PIB en CT+I en el 2020 y Dinamarca, Finlandia y Suecia, tres de los países de mayor calidad de vida en el mundo, han alcanzado esa cifra. Estados Unidos dedica el 2.79%; Francia; el 2.22%, Australia, el 2.11%; China, luego de superar el modelo comunista de economía planificada socialista y comenzar a promover la economía de mercado, lo hace en el 2.07% y tiene un desarrollo espectacular, convirtiéndose en la segunda economía del mundo. Y piénsese que, en estos últimos países, el PIB es enorme en comparación con el colombiano.
El informe de la Unesco señala, adicionalmente, que “Marruecos encabeza la clasificación en el mundo árabe, con el 0,7%. En América Latina, Brasil es líder, con 1,2%, mientras que la India ocupa el primer lugar en Asia Meridional y Occidental, con el 0,8%. En África, la Unión Africana ha fijado la meta en el 1%, pero sólo Kenia, Malí y Sudáfrica se acercan a esa cifra”.
En contraste, Colombia invirtió en 2016, el 0.27%, cuando llegó a estar en el 0.38% en 2004. Y en cuanto a la inversión en actividades relacionadas con ciencia y tecnologías, de acuerdo con http://www.eltiempo.com/vida/ciencia/ciencia-tecnologia-e-innovacion-en-colombia-hoy-99494, muchas de ellas apenas tangenciales, en el 2014, llegó al 0.74% del PIB, “pero el 2015 empezó a descender y, seguramente, después del traslado de más de un billón de pesos de las regalías de ciencias a carreteras, descenderá más”.
La causa de este estancamiento, o, mejor, retroceso, es que el gobierno de Santos confunde la innovación con la competitividad, que están estrechamente relacionadas, pero que no idénticas: la competitividad tiene, como condición necesaria muy importante, a la innovación, pero depende también de otros factores como las vías y otros sistemas de comunicación las normas de comercio, la estabilidad política, la no politización de esta actividad, la austeridad en gastos de funcionamiento, etc. Y, esto, en mi criterio contribuye a desdibujar el papel de la CT+I en el país, en cuanto a las políticas para impulsarla adecuadamente la destinación de recursos y el lugar de ésta en la estructura burocrática del estado.
Pero, además, Santos ha politizado a Colciencias, que durante 30 años fuer la cabeza del sistema de ciencia y tecnología del país, dirigido por gente competente y pulcra, y lo ha convertido en un botín clientelista y de contratación non sancta, en manos del actual secretario general de la Presidencia. Los esfuerzos por convertir a Colciencias en un ministerio de ciencia, tecnología e innovación, que bajo la iniciativa del entonces representante a la cámara Jaime Restrepo Cuartas, llegó a ser un instituto descentralizado del orden nacional, para darle acceso a los lugares donde se toman las decisiones en este campo, fueron reversados. Santos lo convirtió, en cambio, en un apéndice del ministerio de Industria y Comercio, le arrebató el manejo de las regalías, a las que convirtió en un plato exquisito para los apetitos de los gobernadores, con finales tan tristes como los del departamento de Córdoba. No hay una estrategia real de CT+I en el país, bajo su mandato. Y como si fuera poco, En 2017 y 2018, el presupuesto de Colciencias ha sido recortado.
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Hay que convertir a Colcienciass, de nuevo, en la cabeza del sistema C+T+I, despolitizándola, centralizando en ella los recursos en este campo y multiplicarle sus recursos. La idea es que a un mediano plazo podamos convertirla en el ministerio de ciencia, tecnología e innovación.
La visión recortada de innovación, manejada desde el ministerio de Industria y Comercio, impide concentrar esfuerzos en lo que aquella debe ser: un continuo armónico que toma la ciencia como base para hacer desarrollos tecnológicos de alto valor agregado, en lo que se denomina innovación radical, aquella que cambia de manera total de hacer los productos y servicios, como el internet, el MP4, los teléfonos inteligentes, los geolocalizadores, los trasplantes de tejidos, los medicamentos de última generación, etc.; y se complementa con la innovación incremental, que mejora los ya existentes.
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Esto requiere de investigación básica y aplicada del más alto nivel, lo que significa tener un número significativo y creciente de investigadores altamente formados y de grupos de investigación en las áreas de ciencias básicas, biotecnología e ingeniería. La propuesta del candidato Iván Duque, de aumentar al 1.5 del PIB la participación del sector CT+I es excelente, así como la de las líneas más importantes en investigación y doctorados en medicina, biotecnología, genómica y agricultura, pero yo propondría también nanotecnología, sistemas e inteligencia artificial, todas ellas ligadas, cuando se pueda, al sector productivo.
La formación de doctores es crucial, mientras USA gradúa 200 de ellos por cada millón de habitantes y la India, 20, Colombia apenas llega al 8.2. El programa de doctorados que ha impulsado Colciencias, hoy de capa caída, hay que fortalecerlo, enviando estudiantes al exterior a las mejores universidades del mundo y aumentando los nacionales de alta calidad, para llegar al 2022, siquiera a 15 doctores por cada millón de habitantes.
La cobertura en educación superior, en formación profesional, tecnológica y técnica, especialmente en las áreas de ciencias e ingenierías debe llegar al menos al 60%, con programas especiales de apoyo a los estudiantes de estratos 1, 2 y 3, en los próximos 4 años. Pero en la educación media debe fomentarse agresivamente la formación técnica y tecnológica y desde los primeros años hay que fortalecer las habilidades en lectura y matemáticas, ascendiendo en escalafones mundiales.
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La vinculación de las empresas para que inviertan en CT+I es indispensable, porque el aumento de la inversión de este rubro en el PIB, debería proceder en gran medida del sector productivo, estrechamente ligado a las universidades y centros de investigación. Hay que fijar una estrategia para esto, cuyo modelo puede ser el Comité Universidad, Empresa, Estado y Ruta N. El candidato Duque podría diseñar políticas al respecto.
En fin, este es un primer acercamiento al tema, sobre el que volveré más adelante.