Ana Patricia Palacios: los viajes a los territorios fragmentados 

Autor: Lina Viviana Castañeda Tabares
30 mayo de 2018 - 07:00 AM

El libro Dualidades, publicado por Celsia, hace un recuento por la vida y obra de Ana Patricia Palacios, una artista antioqueña que ha alimentado su mirada a través de los viajes hechos a otras ciudades pero, sobre todo, a través de los viajes emprendidos al interior de su propia voz.  

Medellín, Antioquia

El encuentro de Ana Patricia Palacios con el arte es un viaje que nunca acaba. Inició cuando era una niña y su padre la llevaba a museos y exposiciones y continúa hoy, en su taller ubicado entre San Juan y la carrera 70, en Medellín.

El primer destino de ese viaje fue Bogotá, en 1981, año en el que ingresó a la Universidad Jorge Tadeo Lozano a estudiar Artes Plásticas. Una vez terminó su carrera, Ana Patricia siguió su camino: la Escuela Nacional Superior de Bellas Artes de París, en 1986. Allí conoció los territorios y la fuerza que cargan las fronteras, los caminos y los mapas. 

Ella se refiere a ese primer viaje como “una apertura hacia el mundo”, un mundo que también sufría guerras y desplazamientos. A partir de ese momento, Ana Patricia empezó a pensar en los territorios y los retrató: mapas fragmentados, mapas cargados de flores y rostros, espacios que simbolizaban la vida en otras latitudes.

Ana Patricia es una viajera: a través de su arte, propone revisar el territorio, los caminos cercanos y lejanos. Pero también propone los viajes hacia el interior, desnudar al hombre con sus conflictos y sus dualidades. 

Ella, hermana gemela de Beatriz Palacios, conoce bien aquello de la dualidad, de ser vista en ocasiones como una mujer que no se distingue de la otra.  Ese conflicto, el de la identidad desde la “gemelidad”, es abordado en su serie Dualidades, realizado entre los años 90 y la primera década de los 2000. 

La artista también ha buscado historias en su tierra. Viviendo en Nueva York, en 2009, Ana Patricia presenta Combatientes, una serie que expone la dureza del conflicto visto desde los más inocentes: los niños que, en palabras de Palacios, “se involucran en la guerra a pesar de ellos mismos”. 

En 2013 vuelve a Medellín. Pero su viaje por el arte no termina: en sus últimos trabajos, A cielo abierto y Errantes, donde expone las problemáticas de la minería informal y los caminos irregulares que recorren cientos de colombianos para desplazarse de un punto a otro, la artista reconoce que en el país los conflictos cambian de rostro y que “las violencias económicas también influyen en el conflicto armado”. 

El libro Dualidades, publicado por Celsia, busca retratar ese viaje desde su infancia hasta lo que es ahora, una reconocida artista que no para de observar. Ana Patricia Palacios, conversó con EL MUNDO acerca de los viajes, los territorios y el papel del arte a la hora de comunicar asuntos que duelen, como el conflicto. 

 

Empecemos por los territorios, ¿por qué empezó a pensar en el territorio, a dibujar mapas y a fragmentarlos? 

Empezó a ser muy importante justo después de cuando salí del país por primera vez. Para mí fue todo un shock estar en Europa y ver el mundo de otra manera, fue una apropiación del territorio casi a nivel global. Con ese viaje a París empecé a tomar consciencia de los otros territorios, de otras fronteras, entendí que había países fragmentados, conflictos que yo no conocía y que eran tan grandes como en Colombia. 

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Los territorios, de todas formas, siguen siendo muy importantes porque en la actualidad aún hay problemas muy graves relacionados con las fronteras. Hay muchos movimientos migratorios, muchas personas que no se mueven por voluntad, sino que la mayoría de estos desplazamientos son involuntarios. Y esos desplazamientos forzosos son muy importantes porque son una realidad que afecta a todo el mundo y que tenemos muy cerca, porque empieza por nuestro propio país. 

Todo eso para mí ha sido vital, y pese a que los territorios los trabajé a finales de los 80 y principios de los 90, es un tema que es muy recurrente en mi trabajo. 

 

¿Qué descubrió de Colombia viéndola a distancia? 

Yo salí en un momento en el que había empezado una guerra muy dura en Colombia, a mediados de los años 80. Pude ver, a distancia, cómo esa guerra a través de los años se fue incrementando y cómo también, a medida que fue pasando el tiempo, esa guerra fue cambiando de cara. 

Lo pude ver particularmente en Medellín, donde por la fuerza misma de su gente hubo un cambio positivo. Yo vi cómo a través de esos años la ciudad tocó lo más profundo de su perdición y cómo eso nos afectó terriblemente a muchas personas. Pero también vi cómo poco a poco se fue recuperando. Muy pocas ciudades en el mundo pueden contar esa historia, a pesar de que sigue habiendo muchos problemas y muchos conflictos. 

También sentía que a nivel artístico Colombia seguía progresando paralelamente a lo que pasaba en el mundo. Es decir, yo nunca vi que los artistas se quedaran en un aislamiento y eso también era muy positivo. Yo siempre he tenido una grata relación con Colombia cuando estoy acá, eso lo aprecio muchísimo. 

 

Frente a esos cambios que menciona, ¿cómo ve a Medellín en cuestión de espacios para difusión del arte?

Lo veo todavía muy incipiente porque a pesar de que tenemos dos museos maravillosos, como lo son el Museo de Antioquia y el Museo de Arte Moderno, se necesitan campañas para que la gente se apropie más de esos espacios. Esos lugares, afortunadamente, son visitados por muchos jóvenes y por turistas, pero falta un gran trozo de la sociedad medellinense. Hay que buscar que a ellos no les dé miedo ir a esos espacios, que no le dé pereza. 


Frente al conflicto, ¿el arte puede proponer alguna reconciliación en este momento que vivimos? 

Yo creo que el arte sí ayuda a reconciliar personas, pero sobre todo ayuda a exteriorizar muchos problemas interiores que la gente ha sufrido. También ayuda a que el espectador tome consciencia de lo que está sucediendo, no solo entre un bando y otro, sino también sobre la problemática de los niños en conflicto o de los pequeños mineros. Es otra forma de llegar al público. 

Respecto a la dualidad, usted aborda el tema a partir de los problemas de identidad de los gemelos. Frente a su investigación y sus hallazgos, ¿cree que todos somos los seres humanos estamos divididos?

El tema partió de una experiencia personal, pero ese trabajo psicológico se extrapola a que todos los seres humanos tenemos una dualidad. Sí, pienso que toda la gente tiene un pensamiento interior pero que exteriormente actúa de otra forma.

Cuando yo trabajé el tema de la dualidad me concentré en la gemelidad, en esa problemática de identidad que sufrimos las personas idénticas porque siempre hay un problema de identificación hacia los demás, son las personas que hacen preguntas y demandan respuestas: ¿usted quién es?, ¿usted qué hace?, ¿usted cuál es? Frente a esas preguntas uno siempre tiene que reivindicar su identidad, resolver ese problema hacia los demás más que hacia el interior.

 

En su obra Solitario, usted refleja el ruido y el caos en la vida de las personas, nos hace ver que los conflictos también son internos, ¿el arte sirve para sanar esos conflictos? 

Yo no creo que el arte los sane, simplemente yo estoy expresando unas sensaciones que vive un ser humano dentro de un mundo tan ruidoso, tan caótico, tan lleno de información, de conflictos interiores y exteriores. Pero no, yo no creo que esto sane a nadie, es más bien una exteriorización de una problemática. 

De pronto alguien se siente identificado con ese trabajo y siente algún alivio, pero no creo que el arte esté hecho para sanar o para aliviar a nadie. El arte está hecho para comunicar y es forma de comunicación muy importante porque está completamente fuera de lo que normalmente asociamos con esa acción. 

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