¡No hay candidatos fascistas ni comunistas en las democracias!

Autor: David Roll Vélez
7 noviembre de 2018 - 09:03 PM

Algunos medios no ayudan en las peleas políticas entre familiares.

Así como en Colombia hasta las familias se dividieron fuertemente en las elecciones presidenciales, fui testigo de cómo en Brasil se repitieron las mismas situaciones que aquí, y lo supe por parte de personas allegadas a mí a quienes antes no les interesaba mucho la política. Supe de un joven que sacó a su prima del whatsapp porque esta apoyaba a Bolsonaro, y que también se peleó con su mamá, la que se aburrió finalmente de votar a la izquierda y seguir en el desempleo, mientras que su papá, siempre simpatizante de Lula, decidió no decir su preferencia para evitarse problemas con la esposa o el hijo, como hice yo en la segunda vuelta en Colombia por parecidos motivos. Otro miembro de la misma familia votó abiertamente por Bolsonaro, a pesar de tener el mismo el nombre completo de un mártir del comunismo, puesto por su padre, quien en su juventud perteneció a guerrillas urbanas. Y digo que no tuvo que decir nada porque todos sabían por quien votaría: por cualquiera que no fuera del Partido de los Trabajadores, al que culpa de la quiebra del país, y sobre todo del Estado de Río, que paga a empleados públicos como él a veces con varios meses de atraso. Pude saber también de como algunos amigos en Colombia votaban unos por la mañana por el candidato de Lula y otros por la tarde por Bolsonaro, y supongo que no coincidían para evitar la incomodidad de asistir juntos a la Embajada, pues el voto es obligatorio. Además es cierto que en Bogotá muchos votantes fueron a oprimir su voto electrónico con sus camisetas de la selección brasileña, por lo que sé que también varios amigos y conocidos se miraron con recelo esa tarde, pues la tal vestimenta fue el símbolo de las marchas de apoyo a Bolsonaro los días previos a la elección. Además, en una familia que conozco muy bien de brasileños que viven en Colombia, una persona votó por el candidato que su hija le rogó no votar y casi se armó un lío, como los de acá cuando algunos votaron por Duque sin gustarle en segunda vuelta solo para evitar a Petro.

Lea también: Bondades del presidencialismo y sus sombras

Es muy curioso que situaciones similares se hayan dado en Cataluña con motivo del movimiento independista y entre latinos en el propio Estados Unidos en las pasadas elecciones de Presidente, y tengo entendido que también mucho en Méjico con la elección que dio el triunfo a López Obrador. En el caso de Colombia y Brasil, me sorprende bastante como se usan entre familiares términos que pertenecen al mundo de la Ciencia Política, al que pertenezco por profesión, y he sabido que eso también se está dando en esos otros países. Aunque en mi casa por principio nunca he querido hablar de política ni de ciencia política (y eso que mi hermana y mi hija se dedican a ese estudio también), no veo tan negativo en el fondo que se esté acusando a unos de fascistas y a otros de comunistas en Latinoamérica, especialmente en Colombia y Brasil, si la cosa no pasa de ahí, y luego de la elección no dura más de una semana la “briga” (pelea), como sucedió aquí y está sucediendo en Brasil. Y sobre todo no es grave porque el Fascismo se acabó en 1945 y el Comunismo en 1991, por lo cual tales denominaciones no les cuadran ni a Bolsonaro, ni a Lula, ni a Duque, ni a Petro, ni a Uribe ni a López Obrador. Me preocupa mucho es que varios medios de comunicación serios estén usando esos apelativos, lo que puede confundir más a sus lectores. Invito a ellos y al lector de EL MUNDO a revisar con la ayuda por lo menos de la Wikipedia, como antes lo hacíamos con la enciclopedia Salvat, qué fueron el Fascismo y el Comunismo, antes de acusar de tal cosa a personas de ambos lados del espectro político que han apostado claramente por las formas constitucionales, por salidos de tono que hayan sido.

Puede interesarle: ¡A tragarse el sapo todo el mundo que esto es una Democracia!

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