¿Misión milagro?

Autor: Gloria Inés Upegui Valencia
22 marzo de 2019 - 09:04 PM

Con tal multiplicidad de disciplinas y orígenes se esperaría que el resultado de la misión redunde en lucidez para las propuestas y no en una babel de saberes.

La nueva Misión de Sabios suscita múltiples expectativas y todo tipo de conjeturas. Colombia tiene una tarea pendiente desde hace 25 años cuando la Misión de Ciencia, Educación y Desarrollo convocada por el presidente Gaviria produjo el documento Colombia al Filo de la oportunidad, con el compromiso de introducir sus propuestas como políticas de Estado para la educación. En ese entonces diez notables científicos colombianos (Rodolfo Llinás, Eduardo Vasco, Ángela Restrepo, García Márquez y otros) enfatizaron en que la educación debe ser vista como un sistema articulado desde la básica, media y superior, con participación de estudiantes, academia y padres de familia. Articular la investigación a la educación media y superior para adquirir competencias que transfirieran valor agregado a las empresas; dar soluciones a la inequidad, atraso, pobreza, violencias; con respeto a las culturas, costumbres, sexo, entorno ambiental y demás factores socioculturales.

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Llevar los avances tecnológicos a las regiones de la mano de la inclusión, con soluciones de subsistencia, de vida digna y de derechos fundamentales: salud, educación, trabajo, descanso, servicios públicos. Posibilitar el desarrollo de conciencia crítica encaminado a propiciar la paz, la sana convivencia y el respeto a la diferencia. Incentivar la mayor calidad en la educación integrando todas las áreas de conocimiento en todos los ciclos: básica, media, superior y formación para el trabajo; dotar de adecuados espacios, material y equipo didáctico, ampliación de la jornada; dignificar la práctica docente: garantizando excelencia en su formación y remuneración adecuada.

El Estado debe enaltecer la educación superior pública, ampliar la cobertura, facilitar el acceso tecnológico, promover y apoyar la investigación para el desarrollo de la ciencia, tecnología e innovación, mejorando la infraestructura y ampliando la planta docente especializada. Involucrar a la empresa para el apoyo a programas de ciencia, tecnología e innovación acordes a las nuevas exigencias. Crear sistemas y redes de conocimiento e investigación desde la primera infancia en todos los rincones del país: talleres, seminarios, torneos, pasantías e iniciativas que involucren la empresa y la sociedad civil. El gran reto, la formación de científicos o doctores, uno por cada mil habitantes. Estos fueron, a grandes rasgos, los derroteros de la Misión de Exsabios (en palabras del doctor Vasco).

La nueva Misión de Sabios que debe tomar la posta de la anterior, es un remedo del equipo ministerial por su corte corporativista, que peca por defecto de profesores (12) y por exceso de empresarios. Conformada por 43 personas, 35% extranjeros, parte de desconocer que poseemos suficientes cerebros para diagnosticar las necesidades de nuestro propio país. Pero el almendrón está en la coordinación, encomendada a la española Cristina Garmendia; le hacemos la venia, justamente en el año del Bicentenario que rememora el fusilamiento del sabio Caldas, Tadeo Lozano y otros miembros de la Expedición Botánica por parte del español Morillo al grito de “España no necesita sabios”. Garmendia ministra de ciencia y tecnología de Rodríguez Zapatero, fue consejera de Gas Natural Fenosa, pertenece a la Administración de la CaixaBank, es socia de YSIOS y Genetrix (conglomerado de 10 industrias) fabricante de equipos de biotecnología y medicamentos oncológicos. Aunque asesora desde el gobierno de Santos, no se declaró impedida por conflicto de intereses, esperemos que primen los códigos éticos de tan notable empresaria.

Ciencias básicas y del espacio. Tecnologías convergentes. Industrias creativas y culturales. Biotecnología, bioeconomía y medio ambiente. Energía sostenible. Océanos y recursos hidrobiológicos. Ciencias sociales y para el desarrollo humano y la equidad. Ciencias de la vida y la salud. Son los ocho temas de trabajo, donde se elude el vocablo “educación”. En las hojas de vida brillan las representaciones empresariales desde Microsoft hasta Banco Mundial, pasando por empresas de gas y fabricantes de equipos médicos de última generación, que no consultan nuestras falencias, como son las necesidades de fortalecer empresas que generen empleo a gran escala. Otros pertenecen a grupos de investigación en universidades y centros científicos en áreas de ciencias: básicas, exactas, de la salud, sociales, neurociencias, tecnologías e ingenierías pero no se incluyeron representantes de la sociedad civil que adelantan procesos con víctimas, presos o reinsertados de todo tenor, lo cual nos podría aterrizar en nuestro hoy.

Algunos se desempeñan en centros científicos: Nasa, Cirad, Shaio, Curie y von Humboldt. O están vinculados a universidades públicas y privadas en Colombia y otras de renombre internacional. El toque exótico lo da la inclusión de profesionales en las bellas artes, un indígena inga (Jacanamijoy), un University Professor de la U. de Nueva York (Rodolfo Llinás), un Nobel en física (el casablanqués Sege Haroche). Con tal multiplicidad de disciplinas y orígenes se esperaría que el resultado de la misión redunde en lucidez para las propuestas y no en una babel de saberes.

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Pero no es por ciencia infusa que se logra el desarrollo de un país. Hace más de medio siglo Corea partía de un atraso semejante al de Colombia, pero consiguió fortalecer su economía al apostar por el único recurso que tenía en abundancia: su gente. Unidos gobierno y ciudadanos le dieron a la educación el valor inspirador. Ingenieros y trabajadores transformaron la industria, a los más ricos se les exigió invertir en su propio país en aras del bienestar colectivo. Este milagro es posible.

 

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