Lo más preocupante no es el mensaje enviado de manera irresponsable por el autor, sino, la réplica que le hacemos al mismo sin hacer los filtros necesarios de veracidad
A escasos días de conocerse los inscritos a las elecciones regionales, los contradictores de algunos candidatos con una carencia total de ideas, con la intencionalidad de generar zozobra y tal vez pánico dentro del electorado ponen a circular a través de las redes sociales falsos mensajes (fake messages).
Ya empezaron a circular de manera anónima por las redes sociales todo tipo de mensajes de los denominados “mala leche” contra candidatos actuales a los cargos de elección popular, eventos que deben ser rechazados por los ciudadanos, que no deben darle juego a aquellos que con carencia de toda gallardía deciden no firmar los mensajes y responsabilizarse de lo escrito, como me decían mis padres: la “pared y la muralla, son el papel del canalla”, refrán que hoy en día cobra vigencia al utilizar las redes sociales como pared de manera anónima para lanzar cualquier cantidad de mensajes injuriosos y faltos a la realidad.
Lo más preocupante no es el mensaje enviado de manera irresponsable por el autor, sino, la réplica que le hacemos al mismo sin hacer los filtros necesarios de veracidad, porque nos acostumbramos a denigrar contra las personas, su dignidad y buen nombre y entre más duro se le dé “dedo” con mayor fuerza viral recorre el ciberespacio. Si alguien conoce que algún congénere comete un delito tiene la obligación de denunciarlo, so pena, él de estar en contravía de la norma, como está estipulado en el Código Penal.
En el marco del ejercicio democrático y la libertad de opinión, como derecho inalienable, es fundamental recobrar la capacidad de la sociedad para construir un disenso objetivo y racional, el cual, por las redes sociales se convirtió en una oposición visceral y mediática con arengas carentes de toda fundamentación ideológica.
La paz no está en decir, en términos de Hemingway, “Adiós a las armas”, sino en la construcción de una nación capaz de disentir con respeto. Pero, si desde el mismo escenario máximo de la democracia colombiano, el Congreso de la República, el lenguaje ofensivo y no racional sale de las entrañas cerebrales de los denominados padres de la patria, mucho menos sus hijos (los ciudadanos del común) aprenderemos a comportarnos con hidalguía y gallardía. En la educación de los hijos, se dice que en los infantes el máximo aprendizaje lo adquieren a través de ver el espejo del comportamiento de sus padres.
Invito a mis ambles lectores a ser críticos racionales con las propuestas de cada uno de los candidatos, estemos o no de acuerdo con ellos, a ser veedores ideológicos de sus propuestas y no dejarnos contaminar de la difamación mediática sobre las personas sin fundamento alguno y sobre todo no poner a circular mensajes anónimos. Quién escribe, dice o hace debe hacerse responsable de sus actos, ese es un paso, que desde el lenguaje podemos construir una verdadera paz incluyente y participativa, dejando de lado la muralla para actuar como canallas.