¡Cuanto más fronteras, mejor!*

Autor: Carlos Mauricio Jaramillo Galvis
27 febrero de 2018 - 12:05 AM

Las ciudades están en capacidad de regular sus relaciones con el resto del país  y del mundo  a través de las inversiones, el conocimiento, la tecnología, el turismo y la innovación

Los movimientos separatistas en el mundo se han replicado de tanto en tanto y los ejemplos son notorios: Checoslovaquia se disolvió pacíficamente el 1 de enero de 1993 en lo que es actualmente las Repúblicas Checa y Eslovaquia; recordemos a Yugoslavia que entre 1991 y 2006, producto de unas fuertes agitaciones de carácter político dio origen a Bosnia y Herzegovina, Croacia, Eslovenia, Macedonia, Montenegro y Serbia (quedan por ser reconocidas Kosovo y Metohija) y no olvidemos la disolución de la Urssy la búsqueda de la independencia de Cataluña.

Desde las grandes capitales y en especial quienes ostentan el poder y la gobernanza de las naciones ven con preocupación que partes o fracciones de sus territorios, y por diferentes circunstancias, busquen afanosamente cierto grado de independencia o, en su defecto, la descentralización como una forma de perpetuar unas nuevas unidades de autoridad.  Es como saltar de imperios a naciones, de estas a  provincias y de provincias a ciudades (en Antioquia ya hablamos de provincias como la de Cartama).  En buen romance, la soberanía se viene desintegrado desde el interior impulsada por el altísimo grado de conectividad del que disfrutan actualmente las provincias y las ciudades producto de la propagación y el fortalecimiento de los mercados, el acelerado crecimiento del sector transporte y las comunicaciones, la facilidad con que se puede acceder a la información y, por supuesto, el surgimiento de movimientos ciudadanos que han descubierto las bondades del autogobierno.  ¿Para qué  necesitan las ciudades y municipios de sus respectivas capitales?  Actualmente ellas, per se, están en capacidad de regular sus relaciones con el resto del país  y del mundo  a través de las inversiones, el conocimiento, la tecnología, el turismo y la innovación;  pero también, esa misma descentralización se exhibe como  instrumento paladino como motor de estabilidad global y política, ya que el sistema democrático, por sí mismo, conduce fácilmente a la polarización de las políticas regionales y étnicas  (la estamos viviendo actualmente en Colombia) y renovando conflictos que se creían ya superados. La descentralización otorga otra gran ventaja para las ciudades, regiones y provincias: controla el abuso de autoridad.

Lea también: La nueva geopolítica alimentaria

La dinámica mundial como producto de la gran conectividad entre los pueblos, viene señalando nuevos rumbos en lo que concierne a la conformación del mapa político mundial y, de ello, se desprenden los nuevos movimientos de descentralización y será necesario corregir errores del pasado para permitir la autogestión de los pueblos y eliminar de una vez por todas las disputas fronterizas y regionales.  El ejemplo es claro: la disputa fronteriza entre Palestina y Cachemira es producto de la extravagante,  maliciosa y defectuosa  gestión del gobierno británico.  Igual sucede en España con el pueblo catalán.

En conclusión: no es necesario provocar la desaparición de una frontera para que surja un fluido comercio, una transmisión de datos, una coordinada y segura circulación de ciudadanos y las cadenas de suministros.  Lo que hay que incentivar es el crecimiento fronterizo desde el punto de vista político para que desarrollen con gran intensidad las conectividades funcionales y que permitan el desarrollo de los pueblos a través de la inversión en su infraestructura y la explotación mutua de los recursos, se dinamicen sus economías, se incrementen las inversiones en la innovación y la tecnología  y, por supuesto, que se les otorgue mayor autonomía.

Vea además: La economía del bien común

*Parag Khanna, Conectografía.

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