¡Cómo somos de frágiles!

Autor: Pbro. Emilio Betancur
21 junio de 2020 - 12:10 AM

Si la fe no es fuerte nos destruye el miedo.

 

Medellín

Cuando estábamos en la calle decíamos que la inseguridad se sentía por todas partes y procurábamos asegurar las viviendas, los sitios de trabajo y esparcimiento, cada uno contaba su historia, la de un familiar o amigo, y si a él no le había pasado nada, la imaginación lo llevaba a hacer otro relato peculiar. Nos ponen en cuarentena y le tenemos miedo al encierro así sea en familia, no sabemos qué hacer con el tiempo que pedíamos antes. Cuando empecemos a salir ya estaremos con miedo de si iremos a encontrar empleo, las ventas no serán lo mismo, tenemos que pedir un crédito al mismo banco con el que teníamos una deuda anterior; y Dios perdona, pero la Banca no, basta saber que el capital y el dinero tienen un “hijo calavera” que se llama “paga diario”. El miedo es el peligro verdadero o presunto que llamamos muerte. ¡Quién no ha sentido cerca la muerte en estos días por culpa de un virus impredecible y una pandemia indescifrable! Al fin de cuentas lo grave es que una persona miedosa sufre dos veces todo, antes de que ocurran las cosas y después con la realidad de lo ocurrido; pues aunque no ocurra nada se queda esperando que ocurrirá.


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Antes de salir la vacuna nos presentan un antibiótico llamado “resiliencia” que potencia la felicidad, es resistente frente a la adversidad, da capacidad de reconstruirse “saliendo” o la resiliencia como dice la ingeniería de un material que recibe un impacto y se rehace a su forma original. Los miles de trabajadores informales que se han quedado sin empleo, los que saldrán después de la cuarentena a buscarlo sin lograrlo, sumados a los que han perdido sus negocios o ven que el futuro de su familia se estanca, o no pueden iniciar o seguir sus estudios por el alto costo de las matrículas; no aceptarían entrar a la escuela de la resiliencia por su poca confiabilidad, además que el esfuerzo lo tendrán que hacer los mismos y ahora con menos posibilidades de salir adelante.
San Pablo nos enseña un buen método para superar los miedos: “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, los peligros, la espada (pandemia)? Pero en todo esto salimos más que vencedores gracias a aquel que nos amó” (Rm 8,35-37). Si nos amó como la atestigua nuestra vida, no podemos perder la esperanza. “Si Dios está con nosotros ¿Quién contra nosotros?” (8,31). “Por obra de ese hombre único, Jesucristo, la gracia y la generosidad de Dios se ha desbordado sobre todos nosotros” (primera lectura) ¿Si el más fuerte es el que los protege, quien podrá hacerles daño?
A Jeremías, el profeta más parecido a Jesús el miedo lo llevo a pensar que Dios lo había engañado por dejarlo solo en la misión de predicar la palabra, ante tantos enemigos. Cuando actuó Dios en favor de los pobres; Jeremías cambió de concepto sobre Él. “Canten al Señor, alaben al Señor, que libró al pobre del poder del mal”. El creyente no puede superar el sufrimiento de los pobres con sus propias fuerzas. La experiencia de la fe en Jesús en medio del sufrimiento termina en una alabanza porque el Justo siempre será rescatado por Dios de la mano de sus enemigos. Si la fe no es fuerte nos destruye el miedo.


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Mateo tenía muy presente la situación de los cristianos de Siria que vivían en el seno del judaísmo excluyente y amenazante en lo laboral por su nueva religión; de ahí la importancia de mantenerse fuertes en la fe. Su peor mal pudo haber sido algo que no ocurrió, perder la fe en Jesús. A estos temores Jesús contrapone la fe que brota del saber que existe una fuerza en la Palabra que termina dando fruto: “No tengan miedo a los perseguidores, no tengan miedo a los que matan el cuerpo pero no pueden matar el alma (evangelio). El vínculo entre Jesús y los discípulos va más allá de caminar físicamente con él, a estar en su interior actuando en ellos por la acción del espíritu Santo; sentirse transformados interiormente, estar en paz y reunirse para volver como comunidad a Jerusalén; era apenas la verificación del “no temas” que hacía eco en su interior “Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre. No tengan miedo porque ustedes valen mucho más que todos los pájaros del cielo. El Padre es quien tiene en sus manos nuestra vida y muerte; controlando hasta el cabello de nuestras cabezas” (evangelio); es decir desde lo más mínimo de nuestra vida. El Dios poderoso es vuestro padre que se preocupa hasta de los gorriones (la carne de ave más barata, el asado de los pobres). El “as” romano; por dos ases se podía comprar una ración diaria de pan. El paso de los gorriones al hombre es medio humorístico porque para sopesar el valor de un ser humano se necesitan muchos gorriones (evangelio). No es tanto el miedo cuanto el ansia, lo que Jesús condena “Así que no os preocupéis por el mañana; el mañana se preocupa de sí mismo. Cada día tiene bastante con su propio afán” (Mt 6,34).

Lecturas del domingo 12º del tiempo ordinario - ciclo a
Domingo, 21 de junio de 2020

Primera lectura. Lectura del libro de Jeremías (20,10-13):

Dijo Jeremías: «Oía el cuchicheo de la gente: "Pavor en torno; delatadlo, vamos a delatarlo". Mis amigos acechaban mi traspié". A ver si se deja seducir, y lo abatiremos, lo cogeremos y nos vengaremos de él". Pero el Señor está conmigo, como fuerte soldado; mis enemigos tropezarán y no podrán conmigo. Se avergonzarán de su fracaso con sonrojo eterno que no se olvidará. Señor de los ejércitos, que examinas al justo y sondeas lo íntimo del corazón, que yo vea la venganza que tomas de ellos, porque a ti encomendé mi causa. Cantad al Señor, alabad al Señor, que libró la vida del pobre de manos de los impíos.»

Palabra de Dios

Salmo. Sal 68,8-10.14.17.33-35

R/. Que me escuche tu gran bondad, Señor


Por ti he aguantado afrentas,
la vergüenza cubrió mi rostro.
Soy un extraño para mis hermanos,
un extranjero para los hijos de mi madre;
porque me devora el celo de tu templo,
y las afrentas con que te afrentan caen sobre mí. R/.

Pero mi oración se dirige a ti,
Dios mío, el día de tu favor;
que me escuche tu gran bondad,
que tu fidelidad me ayude.
Respóndeme, Señor, con la bondad de tu gracia;
por tu gran compasión, vuélvete hacia mí. R/.

Miradlo, los humildes, y alegraos,
buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón.
Que el Señor escucha a sus pobres,
no desprecia a sus cautivos.
Alábenlo el cielo y la tierra,
las aguas y cuanto bulle en ellas. R/.

Segunda lectura. Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos (5,12-15):

Lo mismo que por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron. Porque, aunque antes de la Ley había pecado en el mundo, el pecado no se imputaba porque no había Ley. A pesar de eso, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, incluso sobre los que no habían pecado con una transgresión como la de Adán, que era figura del que había de venir, Sin embargo, no hay proporción entre el delito y el don: si por la transgresión de uno murieron todos, mucho más, la gracia otorgada por Dios, el don de la gracia que correspondía a un solo hombre, Jesucristo, sobró para la multitud.

Palabra de Dios
 

Evangelio. Lectura del santo evangelio según san Mateo (10,26-33):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles: «No tengáis miedo a los hombres, porque nada hay cubierto que no llegue a descubrirse; nada hay escondido que no llegue a saberse. Lo que os digo de noche decidlo en pleno día, y lo que escuchéis al oído pregonadlo desde la azotea. No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. No, temed al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo. ¿No se venden un par de gorriones por unos cuartos? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo; no hay comparación entre vosotros y los gorriones. Si uno se pone de mi parte ante los hombres, yo también me pondré de su parte ante mi Padre del cielo. Y si uno me niega ante los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre del cielo».

Palabra del Señor

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