Homenaje de Laura Cecilia Bedoya al insigne profesor Jairo Alarcón Arteaga, también amante del tango.
EVERNESS
“Sólo una cosa no hay. Es el olvido.
Dios, que salva el metal, salva la escoria
y cifra en su profética memoria
las lunas que serán y las que han sido.
Ya todo está. Los miles de reflejos
que entre los dos crepúsculos del día
tu rostro fue dejando en los espejos
y los que irá dejando todavía.
Y todo es una parte del diverso
cristal de esa memoria, el universo;
no tienen fin sus arduos corredores
y las puertas se cierran a tu paso;
sólo del otro lado del ocaso
verás los Arquetipos y Esplendores”.
Jorge Luis Borges
Bandoneón, he ofrecido este soneto a la memoria del profesor Alarcón y te cuento que mi nota de hoy tiene el ropaje de la despedida. Mejor hubiera sido no escribirla.
Fue el tango el vínculo, para conversarlo en los programas de la emisora de la Universidad de Antioquia y de allí brotaron temas como la dedicatoria de Borges a su madre en las obras completas, los versos de Evaristo Carriego, veta inagotable de tantos tangos, ya el poeta nos condujo a Palermo de Buenos Aires, y vibró con El canto a la Argentina de Rubén Darío.
Si digo que el tango fue la posibilidad de acercamiento tendré entonces que referirme a Caserón de tejas, lo analizaba como un referente “del estilo de vida”, una excelente síntesis de lo contado por Cátulo.
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De pronto me asalta esa memoria de verlo meditando en la espera de la grabación de un programa, también el hecho de sentirlo como un buen interlocutor por su capacidad de escucha y porque además de su trayectoria de catedrático no imponía ideas, así que siempre que asistí a su conversación tuve la certeza- o la ilusión- de la pertinencia de mis palabras.
Estará siempre en mi retina su expresión leyendo el poema Ítaca, y decirme luego con énfasis sus versos: “Ítaca te ha dado un viaje hermoso…/Aunque la encuentres pobre, Ítaca de ti no se ha burlado (…)”
Lo veo leyendo el poema Las calles de Borges y concluyendo en una queja por el deterioro urbano de Medellín y su carrera Junín, el Seminario o el antiguo Guayaquil.
En un programa sobre la nostalgia hablamos del tango Volver, cuya letra no sólo menciona el deseo del regreso, sino el miedo que aflora, bien sea por el deterioro del tiempo, por saber de pronto que hay cosas y gentes que ya no estarán y por qué no, tener la certeza de que la historia no se devolverá.
Fue profesor en la Universidad de Antioquia y era su fama de buen conferencista, - ya en otros ámbitos- erudito y ameno, con un gran sentido del humor. En medio de una exposición cuando nos lograba llevar a la reflexión del tema, venía su chiste, serio e inteligente, llenaba el auditorio de la Biblioteca Pública Piloto.
También fue presidente de la Academia del tango y este ritmo tenía para él otra mirada, alejado de tantos datos e innumerables fechas, prefería la nostalgia, el motor del recuerdo, la exaltación de lo urbano y en fin, el análisis a las circunstancias de las letras y sobre todo la literatura referida al tango.
No en vano, hablando de los ritmos porteños derivó en la cocina, en ese aspecto sobresaliente de la cultura, donde se reúne la gente a hablar, como sería en El banquete de Platón, y más si se es inmigrante, ejemplo son aquellos que llegaron a la Argentina y al Uruguay donde los olores y sabores evocaron la tierra.
Después de la noticia de su enfermedad, lo visité en la casa.
Ya instalados en la conversación, le pregunté qué le recordaba esta frase: “Querido Marco”, él dijo Las memorias de Adriano y después recitó “Es difícil seguir siendo emperador ante un médico, y también es difícil guardar la calidad de hombre”, después hubo un silencio. ¿Qué pasaría por su mente? No la enfermedad, la certeza de saberse un soberano de la palabra y someterse a un dictamen irrebatible, que no admite ya discursos. Son entonces los instantes que nos sitúan en la impotencia del saber ante la evidencia del cuerpo.
Claro que de los días de enfermedad, - de ese trayecto de sombras y luces- darán mejor cuenta sus amigos el Doctor Asdrúbal Valencia y José Hilario López, pero mi afecto quiere hacer parte de su memoria. Hablando de estos amigos, la víspera de la muerte del profesor Alarcón, fue el lanzamiento del Volumen 15 del Universo del tango y pienso ahora en la intuición de la amistad, pues, dice José Hilario, “Asdrúbal llama a Jairo para que no se duerma, que nos espere”, en efecto fueron hasta allí, no se durmió, los esperó, se durmió en las horas siguientes. Fue la última visita y la primera e inesperada despedida.
El tango hoy está dolido por la ausencia del profesor, del conferencista, del contertulio.
A su esposa Adriana, a Manuelita la hija y a toda su familia, mi sentimiento por su ausencia.
Para quienes fueron sus amigos, ofrezco unos versos de la Elegía que el poeta Shelley escribiera a la muerte de Jhon Keats: " Callad, que no está muerto ni dormido; / despertó ya del sueño de la vida.(…)”
Además: El universo del tango
Hasta siempre profesor Alarcón, si tuviera otro encuentro con usted para hablar de tangos, le diría que nos dejó “con tristeza de tapera”.