Columnistas

¿Educación u obediencia?
Autor: Johnatan Clavijo
25 de Agosto de 2016


Mi madre es estilista y recientemente me compartió, a modo de anécdota, la historia de un niño que la visitó tres veces casi seguidas en su peluquería.

Mi madre es estilista y recientemente me compartió, a modo de anécdota, la historia de un niño que la visitó tres veces casi seguidas en su peluquería. El niño, deseoso de tener el corte de moda, pedía tener el pelo largo en la parte superior de la cabeza y corto en los costados y en la parte trasera. Dicho y hecho, mi madre procedió con el corte y el niño se fue feliz. 


Poco le duró la alegría al menor porque sus padres lo trajeron nuevamente a la peluquería de mi madre para que le cortaran el cabello. De acuerdo con los padres, en el colegio le habían llamado la atención por no cumplir con las directrices escolares respecto a su presentación personal. 


El segundo corte no fue suficiente… hubo un tercero y definitivo que, por fin, se ajusto al reglamento.


La situación, tan común en nuestro entorno, me llevó a preguntarme si efectivamente el corte de cabello influye de alguna manera en el proceso de aprendizaje de un menor de edad o si se trata de una banalidad.


Quise enriquecer mi análisis con una mirada externa y experta, razón por la cual me reuní con la española Sara Varela Guerra, licenciada y psicopedagoga, experta en derechos de la infancia y con experiencia de trabajo de campo con menores en países de Europa, Latinoamérica y África.


De acuerdo con ella, este tipo de prácticas sí influyen en la educación del menor y no precisamente para bien. Por el contrario, significan “una coacción clarísima a favor de una construcción de identidad que interesa al colegio, al Estado, a la institución y no necesariamente la que le puede interesar a la persona que está en desarrollo, que está en crecimiento”. 


Llama la atención encontrar que algunos colegios destaquen en ese librillo llamado “Manual de convivencia”, tan desconocido –tanto por un porcentaje importante de padres como por buena parte de los estudiantes–, que la apropiada presentación personal “refleja orden e imagen positiva de la institución”.


De acuerdo con Sara Varela, es comprensible que un colegio quiera velar por el debido cumplimiento de cierta etiqueta, pero eso no quiere decir que se debe faltar al libre desarrollo de la personalidad del menor. Diferentes sentencias de la Corte Constitucional respaldan esta posición que se pone del lado de los estudiantes.


Sin embargo, me surgen inquietudes como: ¿es necesario que cada estudiante que quiera tener el pelo largo o tener un piercing (pirsin según la RAE) tenga que invocar su derecho a la libre personalidad por medio de tutelas para que sea escuchado?; ¿deberían las instituciones educativas preocuparse más por la imagen institucional que por el respeto a los derechos de sus estudiantes?; ¿cuáles son los límites del derecho a la libre expresión y al libre desarrollo de la personalidad?; ¿algún padre de familia alguna vez ha leído previamente un Manual de Convivencia antes de matricular a su hijo en un colegio?; ¿obligar a llevar el pelo de determinada manera es educación u obediencia?


Hago todas estas preguntas porque el debate –que de alguna manera ya se está dando en el país con la postura del Ministerio de Educación en materia de diversidad de género– no termina aquí…


Nota de cierre: el periódico EL MUNDO es un medio con una vocación estrechamente ligada a la educación en sus diferentes etapas y con una especial vinculación a las Instituciones Educativas del departamento. Por eso considero que no hay un espacio más idóneo para proponer este debate al interior de la comunidad educativa y, de paso, invitarlos a un reto: llevar este tema, estas preguntas, estas reflexiones, a las aulas de clases, a los salones de profesores, a las reuniones de las directivas. Yo me comprometo, con el aval del periódico, a dedicar mi próxima columna –en quince días– a destacar algunas de las reflexiones que reciba. Pueden enviarme las relatorías, actas o simples resúmenes de lo que discutan y deseen que se publique en este espacio al correo electrónico clavijoperiodista@gmail.com. ¿Aceptan el reto?