Una estrategia para que los niños disfruten de ir a la escuela

Autor: Diana Sofía Villa Múnera
4 junio de 2017 - 02:00 PM

La profesora Silvia Marín incorpora en sus clases la ciencia y la tecnología para que a través de preguntas los niños investiguen. Su motivación ya contagió a todo el colegio.

Medellín

Silvia Luz Marín Marín lleva 30 años enseñando, 17 de estos en el colegio Rafael Uribe Uribe, un colegio público ubicado en el barrio La América, de Medellín. Allí da clases de Ciencias, Sociales y Ética. Por su innovación en el aula de clase y por estar vinculada al programa Ondas de Colciencias, fue una la única finalistas de Medellín en el premio Compartir al maestro, que se entregó el 25 de mayo en Bogotá, de manos del presidente Juan Manuel Santos.

Aunque Silvia no ganó, su trabajo ya es reconocido y valorado por sus compañeros de trabajo, por los padres de familia y por los directivos de la institución donde trabaja, pues ha logrado que niños de 6 a 8 años se apasionen por la investigación y que transmitan la emoción por el conocimiento a niños de todos los grados de primaria de la institución.

Su método, lo que ha hecho en las clases por más de seis años, ella lo resume como “escuchar a los niños y a partir de las preguntas que ellos hacen yo armo proyectos de investigación que dinamizo durante el año y luego van surgiendo otros proyectos de acuerdo con las preguntas que ellos van haciendo”.

La profesora añade que eso les permite romper el currículo, porque trasversalizan las preguntas con las demás áreas y da la posibilidad de hacer salidas del aula.

“Nuestra propuesta se llama Sembrando semillas de ciencia para la vida, lo que hacemos es formar niños investigadores que son capaces de socializar con gran apropiación lo que aprendieron en el aula, con la estrategia ‘preguntar es divertirse’ en donde día a día escucho las curiosidades de los niños”, concreta la maestra.

En ese sentido, Manuel Jaime Arango Maya, rector del colegio, agrega que no es difícil integrar esta metodología al currículo, pues “las preguntas de investigación hacen que se profundicen temas del currículo, entonces en ningún momento ha habido trabas porque en realidad es algo más enriquecedor que una clase magistral”.

Incluso el año pasado, según el rector de la institución, en las Pruebas Saber de 3° y 5° la institución mejoró sus puntajes. “En el Índice de Calidad Educativa, pasamos de estar en 450 puntos a 695, (en una escala hasta 1000) además los niños disfrutan estar en la escuela y disfrutan el aprendizaje. Entonces sin que las pruebas externas sean el objetivo, se vuelve natural que les vaya muy bien porque ellos disfrutan aprender”, dijo.

Gracias al trabajo de la profe Silvia, el colegio ha enfocado su interés en promover la ciencia, pero, de acuerdo con Mejía, no necesariamente para que todos los niños se conviertan en científicos.

“El objetivo es mostrarles posibilidades distintas, que la escuela sea un espacio agradable y que puedan ser felices”, puntualizó.

El desarrollo de los proyectos investigativos ha llevado a los niños y a los profesores a participar en ferias de la ciencia a nivel nacional e internacional, por ejemplo en 2014, cuando viajaron a México con muchachos de 11°, con el proyecto llamado Ayudas didácticas como aliadas de las matemáticas, gracias al apoyo del Parque Explora. Además, se han articulado a programas y universidades como Ondas de Colciencias, CTA, universidad EIA, Faculta de Medicina de la UPB, Universidad de Antioquia y Eafit.

Además, más profesores del colegio se han sumado y ahora hay más de diez semilleros de investigación con docentes líderes que acompañan los procesos de los niños. Por ahora, han logrado implementar de lleno la investigación en la primaria y el reto es lograrlo también en secundaria.

Luz Angélica Guerra Sánchez, coordinadora de primaria de la Institución Educativa Rafael Uribe Uribe, comentó que “terminan viendo química orgánica y temas muy avanzados. Eso es aprendizaje significativo porque ellos se dan cuenta para qué les enseñamos cada concepto, le ven el sentido”.

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Un cambio en las clases

La renovación del método de enseñanza de la profesora Silvia comenzó cuando, en 2005, la pusieron a dictar clase de matemáticas, un área en la que ella no se sentía totalmente preparada. Entonces decidió formarse y fue a la antigua Escuela del Maestro para afinarse con los números. De allí surgió un proyecto llamado Semilla matemática, que aplicó en el aula para incentivar el gusto por las matemáticas.

Ella no contaba con que la semilla germinaría tan pronto, pues fueron esos niños, convertidos en adolecentes en 2011, quienes volvieron a buscarla, cuando cursaban el grado noveno, para contarle que querían investigar. Por ese entonces, ella estaba dictando clases en primero de primaria y los jóvenes le propusieron investigar cómo influían las ayudas didácticas en los aprendizajes de los niños de primero. Ella, emocionada, les dijo que sí y sus clases se convirtieron en el trabajo de campo que necesitaban los adolecentes para resolver su pregunta de investigación.

Esta experiencia le permitió acercarse a los encuentros de investigación escolar que hacen en la ciudad. Entonces fue a hablar con el rector del colegio para contarle que quería trabajar investigación con los niños de primero y segundo.

“El rector ya había visto que participábamos en eventos y ferias, pero cuando vio a los niños quedó maravillado de cómo se trasversalizaba la pregunta con las unidades temáticas del currículo. Entonces él empezó a apoyarnos y quiso socializarlo a todo el colegio”, cuenta la docente.

Luego, en 2012 volvió a la Escuela del Maestro para asistir a un curso llamado Física para grandes y chicos. “Ahí alcancé a hacer una unidad didáctica llamada ¿Cuáles son las formas de energía? En esa experiencia significativa detecté que los niños hacían sus propias preguntas de investigación entonces me quedó la necesidad de escuchar a los niños, porque primero daba las clases con un texto guía. Realmente descubrí que con las preguntas de los niños se pueden desarrollar preguntas de investigación escolar y se desataron varios proyectos de investigación”, cuenta la maestra.

Desde ese momento en adelante, la profesora Silvia entendió que sus clases podían tomar otro rumbo y empezó a interesarse por la investigación. Poco a poco fue dejando a un lado sus clases magistrales y las clases preparadas siguiendo los temas que proponían los libros.

Fue en 2014 cuando se dedicó de lleno a la investigación y transformó por completo su forma de enseñar. El primer proyecto grande fue Niñosaurios, dinamizado con la pregunta ¿cuál es la relación entre los dinosaurios y los niños actuales? Para resolverla, los niños y la maestra visitaron laboratorios, museos, escucharon a paleontólogos que les explicaron vía Skype y así, alternamente fueron surgiendo otros proyectos.

Las preguntas de los niños

¿Por qué tiembla en Japón?, ¿cómo proteger a las células para que nuestro organismo no envejezca tan rápido?, son algunas de las preguntas de niños de 6,7 y 8 años que resultaron en proyectos de investigación.

También, en clase de religión uno de ellos preguntó ¿cómo será el fin del mundo?, en Educación Física le preguntaron a la profe ¿por qué nosotros cuando nos cansamos no sacamos la lengua como los perros?, en Ciencias una niña preguntó ¿si el mundo gira, nosotros por qué no nos caemos? Esto resultó en exposiciones, maquetas, dibujos, en microbichos robóticos para prender de física, en carros de juguete hechos por ellos mismos, en huertas escolares y en un sinnúmero de páginas de bitácoras que los niños llenaron con la curiosidad exaltada y la emoción al borde.

Esa curiosidad insaciable fue lo que le confirmó a la profesora Silvia que con los niños se podía hacer ciencia, aunque al principio creyera que la investigación debía hacerse con los adolescentes de bachillerato, por el rigor, la disciplina y el conocimiento que se necesita.

“Le aposté a hacer ciencia con las más pequeño porque son muy preguntones. El adulto cree que son preguntas que ya están respondidas, uno las cree obvias, pero para ellos son preguntas grandes”, dice Silvia.

Carlos Andrés Bolívar, estudiante de quinto grado, cuenta que con la pregunta ¿qué proteína le da la tierra a las plantas?, “nosotros, en el salón de clase, con la profesora Silvia, nos preguntamos ¿cómo le podemos ayudar a los otros grupos?, entonces yo me ingenié una bomba rociadora, con una tabla que mi papá iba a botar, un tarro y una manguera. Tiene una pila para que la manguera gire y riegue las matas”.

María Alejandra Orozco Rendón, del grado segundo, con 7 años, hace parte del proyecto Lombriciando y afirmó que “investigamos haciéndonos preguntas y me gusta porque puedo aprender. Me hice la pregunta ¿cómo las lombrices nadan dentro del agua?”.

Luz Marina Muñoz Monsalve, docente del área de humanidades de 4° y 5°, lidera el proyecto llamado Salvemos la montaña, que partió de la inquietud de los niños por recuperar una zona verde abandonada en el colegio. Era un espacio con basura donde los niños no podía ir, pero el proyecto ha permitido que se transforme.

La profesora cuenta que “las clases con divertidas porque los niños hacen lo que les gusta. Y cuando uno hace lo que le gusta, le saca provecho, gusto y disfruta. Además, ellos rompen el miedo, hablan con cualquier persona, son seguros de sí mismos, no tienen límites para el conocimiento”.

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Una clase

La profesora Silvia comienza las clases con un saludo, luego socializa la agenda y hace una reflexión. En la segunda fase, hace una pregunta orientadora basada en el proyecto de investigación pero modificada de acuerdo al contenido curricular que esté abordando. El tercer paso es desarrollar la estrategia, si va a trabajar en equipos o si van a hacer rastreo bibliográfico. El cuarto paso es la coevaluación de lo que aprendieron.

En los 55 minutos que duran las clases, 40 niños –que es el promedio de alumnos que tienen los cursos- trabajan en las bitácoras, hacen exposiciones permanentes, socializan lo que ellos leen en internet y en sus hogares.

“Yo no les tacho los cuadernos, no les pongo notas cuantitativas, sino que les dio la oportunidad de que avancen, los pongo a exponer mucho y a trabajar en equipo. En mi aula casi permanentemente hay exposiciones y han avanzado mucho en habilidades comunicativas”, señala la educadora.

Para llevar a cabo su clase, la profesora usa lo que tiene a la mano. El colegio no cuenta con laboratorio o con muchas zonas con naturaleza.

“Para hacer esto el maestro tiene que tener la capacidad de escuchar a los estudiantes, de buscar aliados, de gestionar recursos para salidas, incluso con los papás, porque a veces ellos también nos ayudan con el dinero para el transporte. Y yo creo que no es difícil, porque uno encuentra mucho apoyo en las universidades, en entidades gubernamentales y privadas”, afirma Silvia.

La profesora añade que estas experiencias le han permitido “salir de la zona de confort, porque no hay que tenerle miedo a reconocer que el maestro también necesita ayuda, aliados y que también hay que leer, porque con estas investigaciones nos toca leer. Me decidí a aventurarme porque también es un disfrute para el maestro, es cambiar la rutina, transformas las prácticas pedagógicas y divertirse. Eso me demostró que en el día a día hay que sustentar y argumentar las prácticas pedagógicas.” 

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Premio Compartir

En la décimo novena edición del premio Compartir, el premio al Gran Maestro fue para Luis Miguel Bermúdez, profesor de Ética y Valores Humanos del Colegio Gerardo Paredes IED, de Bogotá, por su propuesta ‘La integración curricular de la ciudadanía sexual y el enfoque diferencial y de géneros’. El premio al Gran Rector, fue para Francis Otero Gil, de la ciudad de Manizales, por la iniciativa ‘Si yo cambio, todo cambia’.

La profesora Silvia estuvo entre las catorce finalistas de 994 propuestas de maestros.

En la categoría Maestros Ilustres, resultaron galardonados los profesores Salomón Rodríguez Piñeros, del Colegio IED Fernando Mazuera Villegas, de Bogotá, con ‘Pensar las músicas’; Ivonne Londoño, profesora de Inglés de la Institución Educativa Ciudad de Cartago, en el Valle del Cauca, con su propuesta ‘Los efectos de la integración del Aprendizaje y Enseñanza Basado en Tareas (TBLT) más el Aprendizaje de Idiomas Asistido por Computador (CALL) en la Enseñanza y Aprendizaje del inglés’. Por último, el maestro Roberto Acosta Pineda, del Colegio San Vicente de Paúl, en Sincelejo, Sucre, gracias a la iniciativa ‘Enseñando a pensar en Ciencias Naturales’.

Por su parte, los Rectores Ilustres fueron Argemiro Méndez Hernández, rector de la Institución Educativa INEM Jorge Isaacs, de Cali, Valle del Cauca con su estrategia ‘La escuela de la paz: educación integral’; y Luis Caipe Quenan, de la Institución Educativa Los Andes de Cuaical, de Cuaical, Nariño, y su propuesta ‘El desencanto para la revaloración y el fortalecimiento de la identidad cultural’.

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