En un acto celebrado el jueves en Bogotá se consumó la esperada adhesión del partido Cambio Radical al candidato presidencial Germán Vargas Lleras, quien inició su campaña política desde septiembre pasado, cuando le "dio la espalda" al partido en que ha militado por trece años para irse a buscar el botín de las firmas, cuyo valor estaba, precisamente, en que le daba la posibilidad de extender la campaña sin violar la ley, ventaja de la que abusaron también los demás aspirantes que decidieron apelar al apoyo popular.

Un paréntesis al margen del hecho en cuestión: llama la atención que el lugar escogido para el anuncio haya sido el Centro de Convenciones G-12, perteneciente a la Misión Carismática Internacional, la comunidad cristiana de Claudia Rodríguez de Castellanos, la mayor electora entre los pastores cristianos del país y quien fue noticia en noviembre pasado por haber roto su relación política con el expresidente Álvaro Uribe Vélez. ¿Se trata de una afiliación en ciernes? ¿Cuál es la coincidencia programática entre Cambio Radical y una iglesia evangélica? Amanecerá y veremos.

Volviendo a lo que nos ocupa, el único misterio que estaba por resolverse en la adhesión del partido fundado por disidentes  del liberalismo en 1998 para apoyar entonces la precandidatura presidencial de Alfonso Valdivieso Sarmiento, era cuándo se iba a dar, pues aunque Vargas Lleras llegó a esa colectividad en 2003 y fue ungido presidente de la misma en 2004, la opinión pública lo ha asociado siempre como uno de los pilares políticos e ideológicos de ese partido, muy a pesar de la insistencia del nieto del expresidente Carlos Lleras Restrepo de que no hace parte del mismo desde 2010.

Parece un chiste de esos que hacen tan particular a la política colombiana el argumento esgrimido por el candidato cuando inició su maratónica recolección de firmas en el sentido de que lo hacía para permitir que otros movimientos y líderes del país, que no sentían afinidad con Cambio Radical, pudieran acompañarlo. ¿Qué les dirá a esos supuestos líderes y movimientos que lo apoyaron por no ser de ese partido, ahora que el mismo adhirió a su candidatura? ¿No es subestimar demasiado al electorado esgrimir razones tan desatinadas?

Hay quienes esgrimen razones jurídicas para justificar el acto del jueves en Bogotá. Explican, por ejemplo, que legalmente Cambio Radical no podía presentar a Vargas Lleras como su candidato si no mediaba una adhesión formal, pues sus candidatos a Senado y Cámara podrían haber incurrido en doble militancia (en CR y en el movimiento Mejor Vargas Lleras), algo que cualquier abogado demandaría con altas posibilidades para los empapelados de quedar al margen de la contienda electoral.

Más allá del argumento jurídico, que es tan viable como la misma normatividad que permite a quienes recogen firmas adelantar la campaña y violentar las reglas de juego sin rendir cuentas a ningún organismo de control sobre los recursos invertidos en este proceso, lo que vemos claro es que, como lo dijimos cuando anunció que se lanzaba a la presidencia por firmas, el candidato Germán Vargas Lleras ha dado un pésimo ejemplo, ha violentado la transparencia, el juego limpio y la ética en momentos en que los colombianos esperamos que los candidatos den muestras claras y contundentes de rechazo a la corrupción y el engaño y hagan propuestas, igualmente claras y contundentes, para combatirlos una vez en el poder. Si así procede ahora como candidato, ¿qué podremos esperar de su Gobierno?