Nadie sabe qué tipo de presidente será alguien tan impredecible como Donald Trump, pero sí está claro que el magnate llega a la Casa Blanca con el reto de cumplir una promesa electoral tan rotunda como difusa: “Hacer a EE.UU. grande de nuevo”.

Esa frase fue el lema estelar de la campaña que animó a millones de votantes -muchos de ellos electores blancos de una clase trabajadora decepcionada con los políticos tradicionales- a entregar las riendas de la primera potencia mundial a un líder populista como Trump.

El multimillonario (exestrella televisiva, dueño de un imperio inmobiliario y novato en política), causó conmoción con su inesperado triunfo en las elecciones de noviembre ante la demócrata Hillary Clinton, a quien batió con un discurso demagógico y xenófobo.

No extraña, pues, que la llegada al Despacho Oval de Trump, conocido por su carácter impulsivo, genere una extraordinaria incertidumbre y desconcierto, dentro y fuera del país.

Como comentó Thomas Mann, politólogo del centro de estudios Brookings, Estados Unidos no se halla, por primera vez en mucho tiempo, ante “un nuevo presidente normal que va a asumir el poder”, pues “nada es normal” acerca del empresario republicano.

Frente al demócrata Barack Obama, quien deja la Casa Blanca con una notable popularidad tras ocho años de gobierno, Trump toma el relevo como el mandatario electo más impopular del país en décadas.
El 51% de los estadounidenses desaprueba la actuación del multimillonario como cuadragésimo quinto presidente de EE.UU., mientras sólo el 44% le brinda su apoyo, según una encuesta de Gallup.

Estos datos son los peores que obtiene un presidente electo desde que la encuestadora empezó a hacer esos sondeos en 1992.

Una vez jure el cargo hoy, el ya flamante presidente, quien considera a su país una potencia decadente y se erige en su salvador, afronta el reto de “hacer a EE.UU. grande de nuevo”.

El nuevo presidente se topará, nada más al poner pie en la Casa Blanca, al desafío de crear “al menos 25 millones de empleos” con incentivos fiscales y recetas proteccionistas, el terrorismo yihadista, la tensión con Rusia, la difícil relación con China, el proceso de paz en Oriente Medio, el conflicto sirio, el programa nuclear norcoreano y la relación con Cuba.

Como se puede comprobar, “hacer a EE.UU. grande de nuevo” no va a resultar fácil, porque “cambiar esencialmente un país para mejor es muy complicado”, explicó Nathan Robinson, director de la revista “Current Affairs” y uno de los pocos expertos que vaticinó el triunfo electoral del magnate.

Si la gran promesa de Trump queda sólo en “un parloteo promocional”, advierte Robinson, “el pueblo estadounidense caerá pronto en la decepción”.