Testimonio desde Nueva Zelanda

Autor: Alejandro García Gómez
1 agosto de 2020 - 12:02 AM

Cómo ha enfrentado su gobierno la pandemia

Medellín

“Ningún gobierno es responsable ni culpable de ninguna pandemia, pero sí es responsable y hasta culpable del manejo que le dé, como gobierno”, señaló un epidemiólogo colombiano hace poco. Verdad indiscutible, pienso. Sentemos otra premisa: ningún gobierno del mundo actual tenía experiencia sobre el manejo de una pandemia. Los gobernantes nacionales o tuvieron sensatez y visión de estadistas o insensatez, mediocridad e incompetencia. Tiempo habrá para examinar con más detalle las acciones y omisiones de nuestro Gobierno Nacional, desde las primera señales y luego ya con las evidencias y pruebas de la entrada y desarrollo de la pandemia acá. La actitud  de nuestro gobierno durante esa primera, segunda y hasta tercera semanas fue definitiva para lo que hoy tenemos. Vinieron luego las medidas, no nos adelantemos a juzgar si tardías quizá algunas o equivocadas otras (la renuencia a cerrar el aeropuerto El Dorado y a comenzar de manera oportuna el confinamiento –no sabemos si lo hizo “obligado” por las acciones de algunos alcaldes y gobernadores, y por el cacerolazo cívico de la noche de ese miércoles 18 de marzo/2020-, la contradicción en la medida del uso o no del tapabocas al comienzo de la pandemia, el comentadísimo viernes sin IVA, etc., etc). ¿Alguien sabe la suerte o destino del gerente o encargado del aeropuerto El Dorado en los comienzos de esta pandemia, cuando se evidenció desgreño en la llegada de viajeros, después de que renunció o que supuestamente “lo renunciaron”? ¿De quién dependía este funcionario? ¿Se le han señalado algún tipo de responsabilidades? ¿Alguien sabe algo? La gran prensa no ha dicho nada.

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Nueva Zelanda ha sido uno de los países que han sido modelo no sólo de sensatez sino de éxito absoluto: en el momento –y hace más de dos meses- no tiene ni un solo caso de covid-19, declarado, y su vida se desarrolla normalmente, como antes de la pandemia, con fronteras cerradas eso sí. Isabel Cristina Gómez Betancur es una joven profe caldense que labora en el INEM de Medellín, Dpto. de Ciencias Naturales, donde la conocí como compañera y colega, en mis tiempos de profe activo. Inteligente, disciplinada, ordenada y muy cálida; muy humana con sus compañeros y con sus estudiantes, sin dejar de ser exigente con ellos. Su diligente vida de mujer estudiosa la llevó a Auckland -ciudad de N. Zelanda- a otro estudio más. Es Licenciada en Biología y Química, Magíster en Educación, Doctora en Ciencias Farmacéuticas y Alimentarias. Investigaciones doctorales en Colombia y posdoctorales en EU, España, China y otras más. Chateábamos un día de éstos y, cuando le pregunté sobre esta emergencia, con su respuesta me pareció que me hablaba de un mundo diferente, del mundo que habíamos perdido. Asombrado le indagué más y me envió este testimonio que, con su autorización, me permito transcribirlo literalmente, al igual que las fotografías”.

Viviendo la pandemia por Covid-19 en Auckland, Nueva Zelanda, otro ángulo de mirada.

“El 22 de enero del presente año, llegué con mi esposo e hijo (que para ese momento tenía 4 años de edad) a Auckland, Nueva Zelanda en un vuelo de muchas horas y una de las primeras noticias de la que nos enteramos era que en la ciudad de Wuhan, en China, había un virus con algunos casos ya confirmados y que las autoridades respectivas estaban en la procura de controlar e identificar todo lo relacionado con dicho virus… Jamás se me pasó por la mente que esa notica sería el comienzo de lo que se convirtió después en una pandemia mundial.

El mes de febrero transcurrió tan normal como fue posible, sin embargo, con asombro e incertidumbre leíamos y veíamos las noticias de alrededor del mundo; todo estaba relacionado con el virus que se transmitía rápidamente en muchos países; pero además con mi familia, estábamos en proceso de adaptación a un nuevo país, entonces nuestra atención se movía en torno a ello. El 11 de marzo, la OMS declaró que estábamos asistiendo a una pandemia mundial.

En Nueva Zelanda, el primer caso confirmado de covid-19 se registró el 28 de febrero. En las siguientes dos semanas, se registraron seis contagios hasta el 14 de marzo, aun así, la primera ministra Jacinda Ardern ordenó ese día que todo viajero que llegara al país, nacional o extranjero, se pusiera en cuarentena por 14 días sin excepciones, así como el veto a los cruceros, una medida difícil para un país que depende mucho del turismo. Nueva Zelanda comenzó con las restricciones fronterizas más amplias y duras de cualquier país del mundo, pero eso era sólo el comienzo. Para el 19 de marzo llegó el cierre total de fronteras. Unos días después, vimos en las noticias que el gobierno, presentaba un sistema de alertas de cuatro niveles que para ese momento ya estaba en el 2 y el cual incluía también el cierre de cualquier espacio donde se reunieran más de 100 personas y la petición de quedarse en casa para ancianos y personas inmunodeprimidas.

Durante esa semana, en la institución donde estudiaba inglés con mi esposo, ya estábamos recibiendo entrenamiento para recibir clases online, si es que fuese necesario hacer una cuarentena obligatoria, y efectivamente, para el 23 de marzo, Nueva Zelanda superó los 100 casos, aunque sin muertes para ese momento, y se aplicó el nivel 3 de la respuesta a la pandemia. Recuerdo que fue un lunes y cuando fui a recoger a mi hijo al preescolar me dijeron que estuviera pendiente del correo electrónico y la página web del jardín, pues allí nos darían instrucciones a los padres de familia. Esa tarde vi las noticias sin detenerme y recuerdo mucho que la primera ministra decía: "Estamos yendo duro y temprano", "Solo tenemos 102 casos, pero también Italia los tuvo una vez"….en ese momento lloré y me sentí muy angustiada. Teníamos 48 horas para prepararnos para el máximo nivel de alerta establecido en el protocolo (nivel 4), así que respiré muy fuerte, abracé a mi hijo y esposo y me senté a hacer un plan de contingencia porque teníamos que vivir esa situación lejos de nuestro país, lejos de nuestras familias, en pleno proceso de adaptación a un nuevo lugar, un nuevo idioma, clima, comida, gente, espacio….era mucha energía y tiempo invertido y por invertir.

“El gobierno dio un plazo de 48 horas para la activación del nivel 4, llamado "eliminación", el cual estableció la cuarentena obligatoria para los 4,8 millones de habitantes del país por cuatro semanas. Nadie podía dejar su casa, a menos de que uno de sus habitantes saliera para comprar víveres, medicamentos o acudir al médico. Solo estaba permitido hacer ejercicio, caminar o tener esparcimiento en los alrededores de la casa. También se dio la cancelación total de actividades no esenciales, lo que implicaba el cierre de escuelas, comercios (exceptuando los de víveres y farmacias), industrias y servicios.

Yo hice una bitácora basada en las noticias de cada día y a partir del 3 de abril, los nuevos casos confirmados se fueron reduciendo día tras día hasta llegar a cero (0) nuevos contagios registrados. Además de las campañas sobre lavado de manos y distanciamiento social, otra de las sugerencias hechas por el plan del gobierno fue crear nuestra "burbuja" de contactos, se trataba de mantener el contacto sólo con las personas que vivíamos en nuestras casas, familiares o amigos, y con ellos practicar todo tipo de actividades sociales para batallar o lidiar con el encierro y sus consecuencias psicológicas. Mantener la "burbuja" pienso que fue clave, además de muy controlado todo en Nueva Zelanda, tanto que el propio Ministro de Salud, David Clark, fue degradado de su puesto por haber dado un paseo familiar cuando ya estaba activa la cuarentena.

Burbuja

En la burbuja

Burbuja

 

Antes de regresar a la normalidad, cuando salíamos en el carro a recoger el paquete del mercado que habíamos hecho online, podíamos leer avisos como “Be kind, stay calm” (“Sé amable, mantén la calma”), esa era la frase que usaba siempre la primera ministra cuando daba informes o ruedas de prensa en televisión a la comunidad.

El 18 de mayo, regresamos a nuestras actividades cotidianas, mi hijo regresó al preescolar y nosotros regresamos a nuestras clases para certificación de inglés. Nueva Zelanda cantaba victoria, y a la medianoche hora local, el país se ubicó en el nivel de alerta 1, el más bajo del protocolo, lo que permitió dejar atrás la mayoría de las medidas tomadas en uno de los confinamientos más estrictos del mundo. Bajo las nuevas reglas, el distanciamiento social ya no fue obligatorio y no había límites en el número de personas que se podían reunir o congregar. Los neozelandeses que llegaban del extranjero debían hacer un aislamiento obligatorio de 14 días. La transmisión local del virus había sido eliminada.

Hace muy poco, la semana anterior (jueves 23 de julio), asistí a un evento muy interesante en el Museo de Auckland sobre la educación del futuro, allí nos congregamos más de 300 personas, en evento diseñado para dar vida a la educación digital del futuro. Con un panel de discusión con el ex primer ministro de Nueva Zelanda, Sir John Key; la ex Ministra de Educación de Nueva Zelanda, Nikki Kaye y Jamie Beaton, un joven empresario y CEO de Crimson Education.

Evento

Fotografías tomadas de https://www.linkedin.com/company/crimsoneducation/

 

En conclusión, nuestras vidas acá son completamente normales, además de tener la tranquilidad de saber que la transmisión local del virus ha sido eliminada. Mi hijo va al preescolar, y mi esposo y yo terminamos nuestros cursos de certificación de inglés de manera presencial.

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En cuanto a los test que me preguntas, en noticias se decía que se llegaron a hacer, durante esos días, alrededor de 8000/día (para más o menos 4.8 millones) y se testearon, también en esos días, a alrededor de 300.000 personas. Se daban los resultados muy rápidamente y había test disponibles para toda la población, todo costeado por el Estado. A nosotros no nos lo hicieron ni tampoco lo pedimos. No sé cómo era ese procedimiento, sólo sé que no se pagaba. Jamás nos pararon en la calle para eso, en alguna diligencia a la que nos veíamos obligados a salir. Los viajeros de vuelos humanitarios –generalmente neozelandeses que llegan- deben hacérselos y guardar una cuarentena obligatoria y estricta de dos semanas, todo pagado por el Estado, hasta ahora. En general para todo se siguen los protocolos de la OMS. Cuando se presentó lo de los contagiados se les hizo estricto rastreo a sus cercanos. Parece que a futuro -y dentro de muy poco tiempo-, los test de quienes lleguen y su cuarentena deberán asumirla de manera particular. Si hay algo más, me preguntas.

 

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