Sean todos bienvenidos al adiós de La Oficina

Autor: Daniel Grajales Tabares
18 junio de 2017 - 02:00 PM

Ya no está Alberto Sierra, ya no estará su Galería de La Oficina fundada en 1972; ya tiene reemplazo en sus cargos en Suramericana y Eafit. Un legado se repartió en pedazos, porque su figura y su papel nadie se atrevió a retomar completamente. 

Medellín

 

Hay preguntas dolorosas con única respuesta: ese silencio que grita lo inminente. 


Hace apenas unos meses, la pregunta para Alberto Sierra (1944-2017) era por su legado. Él lo veía palpable, lo traducía en la consolidación de un espacio como la Galería de La Oficina, 45 años abierta al público entregando diálogos entre diferentes momentos de la plástica nacional, con nombres como el de los maestros Beatriz González y Luis Fernando Peláez; mencionaba también grandes exposiciones como una de los cuerpos desnudos de Luis Caballero y no dudaba en hablar de la creación del Museo de Arte Moderno de Medellín o la realización del primer Coloquio de Arte No Objetual, en 1981.


Después de responder sobre su legado se quedó en silencio. Una pequeña lágrima bajó por su pómulo derecho.


Mirando directo a los ojos, Sierra dijo estar cansado, después materializó esa sensación en quejas sobre su salud. Sí, habló de la muerte y el olvido, de que “cuando llega la hora, llega la hora, queda lo que se pudo hacer”.


“Para mí es maravilloso ver hasta dónde se pueden hacer todas las cosas, de pronto no hacer tanto esfuerzo yo, pero sí ver hasta dónde llega todo esto que inicié”, decía el curador vestido de camisa blanca, para quien trabajar por las artes visuales en Medellín sí había “valido la pena, yo lo asumí como una forma de vida y no como un negocio en el que yo deba estar de planta aquí y tratar de sostenerlo; pero se han hecho más cosas de lo que cualquier otra galería haya hecho, por lo menos por su entorno”.


No era la primera vez que alguien le preguntaba lo que podía parecer cruel: “¿si usted se muere qué va a pasar con esta Galería?”, porque el artista Pablo Gómez Uribe había hecho en 2016 la muestra Esta casa no vale nada. Lo que sí no vale nada es el lote, que planteaba “entender cosas que realmente pasan, no se trata solamente de ver el arte como obras colgadas, sino de qué tanto la obra nos ayuda a entender fenómenos. ¿Qué va a pasar con esta casa, con la Galería, con los artistas, con la ciudad?”, era la reflexión que quería motivar.


Él le puso un letrero de “permuto” a la casa e instaló piezas que tenían el mensaje: “esta casa no vale nada, lo que sí no vale nada es el lote”, y cuando terminó la muestra quedó “tranquilo porque había prendido las alarmas. Yo pensé que Alberto tenía las cosas claras. Me preocupa mucho en mi obra cómo la ciudad se construye, porque sí nos preocupamos en construirla sin saber qué es esa construcción, porque seguimos desbaratando por detrás. No hay una política clara sobre el patrimonio, la casa tiene un valor arquitectónico, pero me parece que faltan muchos debates en ese sentido. La galería que ha llevado a la mano a muchos artistas del mundo del arte, representaba diferentes épocas del arte colombiano. Todos pensamos que la Galería iba a seguir”.


Pero la alarma parece no haber sonado con tal intensidad: la Galería de la Oficina de Medellín, esa mítica pionera que muchos querían ver en ferias como ArtBo y ArcoMadrid, dejará de existir, tiene los días contados, ya no vivirá más como lo que fue en un capítulo fundamental del arte colombiano,a partir del próximo julio. Por eso la exposición que inauguró el pasado jueves se llama Hola y adiós, durará tres semanas y será su despedida.

 

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Carlos Alberto Montoya Sierra, sobrino de Alberto Sierra, precisó que la familia no quiere acabar con la Galería, sino que es el momento para que se termine un capítulo y comience otro: “La Galería no debería cerrar, queremos aprovechar para decirle adiós a esa era Alberto Sierra Galería y hola a una nueva visión. Su Galería tenía un componente de curaduría importantísimo, galeristas y vendedores de cuadros hay muchos, pero el impulso a nuevos artistas y lo que se hacía al nivel Alberto Sierra ya no existe; se cierra esa etapa de la galería como faro para el arte en la ciudad. Qué vamos a hacer con ella es lo que vamos a definir, si los artistas nos quieren seguir acompañando. No es cierre de la Galería, no estamos de acuerdo con que se va a cerrar, seguro que Alberto no lo hubiera querido”. 


Caza, una de las obras de la maestra Beatriz González parte de la colección de Sierra, fue la primera en ser vendida luego de su muerte. El sobrino explicó que “Alberto en algún momento decidió venderla, no quería que fuera vendida a un coleccionista privada, sino a una institución en la que pudieran apreciarla. Después de mucho, se logró eso. Me reservo a cuál institución, pero garantizamos que la obra será vista”. 


Sobre la colección, Montoya Sierra dijo que “hay muchas empresas, instituciones, coleccionistas que podrán comprar la colección.La idea es venderla. No hubiéramos querido atomizarla, pero después de consultarlo con muchos museos, mecenas de arte, nadie está en la capacidad de comprarla, de pronto hay obras que no tienen, donarlo tampoco, la galería tiene sus gastos y sus deudas, los gastos normales de la administración de la Galería, para poder cerrar bien, que el nombre de Alberto quede bien, que no se le deba a nadie. El único patrimonio que tenemos son esas obras. No se van a vender todas; habrá que tomar decisiones respecto al resto de la donación”. 

 

El legado de  La Oficina y Alberto Sierra
Para la directora de la Feria Internacional de Arte de Bogotá, ArtBo, María Paz Gaviria, “de cierta manera, la escena artística colombiana siente una especie de orfandad con la partida de Alberto. Sin duda, porque fue una figura que estuvo involucrada de una manera muy completa en la escena, como curador, como galerista, como crítico, como asesor, fue demasiado especial. En Medellín fue fundamental desde la creación del Mamm hasta su rol en los Coloquios, incluso en cosas como impulsar a la empresa privada a estar involucrada con las artes plásticas, que fue algo que no existe en Bogotá”. 


El legado de la Galería “sin duda es el de ser la más antigua de Colombia. Es un lugar por donde sin duda ha pasado mucha de la historia del arte colombiano. Alberto tenía una particular manera de enfocarse en resaltar artistas consolidados, pero nunca, y hasta los últimos años de su vida, dejó de revisar a los artistas emergentes, tenía esa mirada muy particular de hacer bien las dos cosas”. 


Siendo de vital importancia en el ámbito nacional y ya conocida en el internacional luego de participación en la feria ArcoMadrid 2015, la Galería de La Oficina cerrará porque, en parte, así la voluntad de la familia Sierra hubiera existido para no cerrarla, hubiese sido difícil conseguir quién tomara el timón del capitán Alberto Sierra. 


El artista Pablo Gómez Uribe cree que esto se debe a que, “como personaje, Alberto era único. En Medellín hay personas que pueden ejercer, con papeles distintos, en sus campos. Julián Posada es una persona muy capaz, así como el curador que ahora tendrá Suramericana. Personajes sí hay, pero creo que lo que hay que hacer es articular cómo ellos desde sus plataformas van a lograr lo que Albero logró, entendiendo que él ya tenía su plataforma”. 


Cinco artistas y amigos cercanos a la Galería de La Oficina coincidieron en señalar al curador e investigador Julián Posada como el mejor candidato para tomar la batuta de la Galería de La Oficina. Sin embargo, él no aceptó la postulación de quienes lo nombraron como el indicado.


“No creo que alguien pueda reemplazar a Alberto Sierra tal y como él existía. Fue un espacio que él se ganó y constituyó. Fueron espacios que logró porque se inventó un poco, de alguna manera, el ejercicio de la curaduría. La Galería fue un proceso personal, él se formó como arquitecto, pero en los temas de curaduría fue algo más empírico. Cuando empezó, no había personas formadas en museografía. Le tocaba diseñar la museografía, hacer la curaduría, hacer el texto, porque no había los profesionales idóneos, hoy la profesionalización hace que haya individuos expertos en cada área. La Galería era un proyecto personal de Alberto Sierra, era su visión, no era cuestión de contratar a alguien, era una visión, es muy fácil que alguien lo desvirtúe, no porque te sientes en el trono eres el rey, no por llegar a la Galería de La Oficina a hacer las veces de Alberto te conviertes en Alberto”, dijo Posada. 


Desde su perspectiva, la partida de Sierra permitirá “que se abran los espacios y se democraticen los temas porque sin ser injusto,  Alberto hubo artistas que no miró, que fueron muy buenos, y eso afectó el desarrollo de esas obras, porque había un control sobre los pocos o muchos espacios que tiene la ciudad para exhibir; con todo lo que implica la muerte de un proyecto cultural y de un momento histórico y de una época eso también tiene algunas ventajas, algunas posibilidades”. 


“Yo les agradezco infinitamente a quienes me postulan –continuó Julián Posada-, creo en el desarrollo orgánico de las cosas, por eso le ayudé a Jesús Abad en la exposición, estoy haciendo lo de Artbo, voy a acompañar a Carlos Arturo Fernández, estoy trabajando de manera activa porque el legado se mantenga, porque teníamos una mirada activa sobre el arte, pero eso se tiene que dar orgánicamente, no me parecería justo porque es un bien que le pertenece a la familia. No a la ciudad porque le pertenece a los herederos, porque es un nombre comercial”.


Según el sobrino de Sierra, “entre el legado sí hay una gran biblioteca, una de las más grandes que hay en Colombia exclusivamente de arte, unos ficheros de más de 200 artistas con toda su evolución, toda esa historia está disponible, así como las obras”. 

 

Los cargos de Suramericana y Eafit

Carlos Arturo Fernández, historiador del arte, será quien tome el papel de Sierra en el comité cultural de Suramericana. Aunque no va a ser el curador ya que parece que la compañía abrirá el espacio a otros profesionales.

 

“Fui invitado por Sura para formar parte de su Comité Cultural, que debía reestructurarse después de la muerte de Alberto y del retiro del doctor Fernando Ojalvo, quien se jubiló. Pero yo no puedo (ni quiero) reemplazar a Alberto. Sí ocupo en el Comité el puesto que él ocupaba. Pero Alberto es irremplazable. Cada persona es irremplazable. Y Sura y los miembros del Comité que me conocen muy bien desde hace muchos años, lo saben y lo comprenden. Y ese es el punto de partida desde el que me invitaron a participar”, precisó Fernández.

 

Él siempre ha sido “un teórico, profesor de historia del arte en la Universidad de Antioquia desde 1983, ‘escribidor’ sobre temas y problemas del arte. Esas son mis fortalezas, que pongo ahora al servicio del Comité. Por supuesto, ahora debo involucrarme más directa y continuamente en las exposiciones y programas de Sura; pero todos entendemos que lo hago desde mi experiencia profesional, académica y vivencial del arte. Pero no he sido galerista como Alberto ni tengo su experiencia como curador y museógrafo”.

 

“Todos seguiremos sintiendo y lamentando que Alberto no esté. Reemplazarlo es imposible. Nos toca (me toca) encontrar inspiración en su trabajo y en el compromiso de Sura con la cultura, y dar lo mejor de mí, como he procurado hacer siempre en mi vida. Es difícil aceptar este reto porque Alberto y los demás miembros del Comité, han puesto la actividad artística y cultural de Sura en un nivel muy alto y, por supuesto, entiendo que no es fácil mantener ese nivel. Tendré que aprender muchas cosas, pero nadie nació aprendido y yo sé que mucha gente más está interesada en que este compromiso con la cultura se conserve y consolide en el tiempo. Haré todo lo que sea capaz. Pero reemplazar a otra persona es imposible porque todos somos irrepetibles”.

 

Para Juan Antonio Agudelo, coordinador de Extensión Cultural de Eafit dijo precisó que “el legado de Alberto es muy importante, le va a servir a la institución para trabajar, porque él dejo una línea de trabajo muy importante para la Sala de Arte de Eafit. La línea de trabajo no es propiamente tener un curador establecido, residente, cómo era de alguna manera Alberto, sino según ciertas líneas de trabajo y expositivas, cada exposición tendrá su curador”.

 

Sol Astrid Giraldo, curadora, investigadora y docente, venía trabajando en equipo con Alberto Sierra y ahora continuará en la labor.

 

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“Alberto siempre ha estado desde que comenzó la Sala de Arte de Eafit, pero hay muchas cosas académicas que toman este espacio, con curadurías diferentes, que no siempre las hacía él, como la exposición de Javier Restrepo que la hicimos Imelda Ramírez y yo porque ella tenía una investigación previa, o la de los Duperly con Roberto Luis Jaramillo y la de Pastor Restrepo con Juan Camilo Escobar. Últimamente, yo he venido asumiendo algunas muestras, como la de Jorge Cárdenas y Umbral 17, en la que Alberto había escogido a los artistas, yo la terminé: él hizo la etapa de selección de los artistas y yo hice la selección de las obras. En este espacio empecé haciendo los catálogos, apoyándolo en ese proceso, después hice investigaciones, me encargaban de todo lo que fuera texto en las exposiciones de Alberto, así como asumir la parte pedagógica y las visitas guiadas. La Sala va a seguir con la misma dinámica”, detalló Giraldo.  

 

Desde la mirada de María del Rosario Escobar, directora del Museo de Antioquia, “es natural que los espacios continúen y que esas instituciones vayan cambiando los perfiles, es natural que las instituciones busquen otros perfiles, pero no creo que se dé eso de una ‘democratización del arte en Medellín’, porque la democratización del arte está más en el cumplimiento de los derechos culturales, está más en el orden de la acción del Estado, no me parece que sea un concepto afín. Lo seguro es que las instituciones traerán a otras personas con otras dinámicas diferentes a las de Alberto y habrá una diferencia, se sentirá un cambio, propondrán nuevas dinámicas”.

 

La película de Javier Mejía
Uno de los procesos que permitirán salvaguardar, de alguna manera, el legado de Alberto Sierra lo adelanta el cineasta Javier Mejía, quien prepara el documental que tentativamente se llamará Sierra, el cura-curador.


Aunque la gestión de recursos no ha sido sencilla, el director de cine espera terminar la producción el próximo 2018.


“Estoy tocando puertas, buscando cómo la industria antioqueña se vincule y apoye el proyecto. Voy tratando de avanzar lentamente, pero un proyecto de estos es costoso y requiere técnicos, lo he hecho de mi bolsillo los últimos dos años, hasta el punto de que hoy no tengo bolsillo”, relató. 


Se trata de un “ejercicio de memoria, de recobrar un legado importante. Es un documental que está en fase de desarrollo, lleva dos años, lo comencé viviendo afuera, vine varias veces a hablar con Alberto y a grabar, a recolectar información. Desde que regresé a Medellín me dediqué a grabarlo, tengo material que pude hacer antes de que muriera y se va a hacer a través de sus amigos, que son la memoria de 50 años del arte colombiano”. 

 

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En la obra de Mejía, el público va a poder ver al “Alberto cura, curador, arquitecto, amigo, que fue gestor cultural de diferentes maneras, como asesor de la empresa privada. Partiendo de los once antioqueños vamos a generaciones que han crecido alrededor de la Galería”. 


El cineasta concluyó que esta obra servirá para apreciar que Alberto Sierra no fue “sólo un personaje que tenía una galería, sino un motor fundamental del arte en este país, recordado internacionalmente, reconocido por su revista de arte. También está su relación con sus amigos, su familia, de toda esa picaresca que lo rodeaba. Entre amigos y antagonistas, era una persona de amores y odios, también hay que darle la palabra a gente que no lo quería y escuchar eso, para hacer un perfil suyo. Hemos recuperado mucho archivo histórico y vamos a tener muchos hilos conductores para contarnos una historia de memoria de ciudad para saber qué pasó aquí, que a muchos no nos tocaron, que las nuevas generaciones no nos conocen”. 

 

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