El gobierno venezolano está preparando un calendario de eventos. En Francia, la estación de radio pública France Culture dedicó una serie de programas históricos. La cadena de televisión europea Arte programó documentales sobre la revolución de 1917. El Hermitage de Amsterdam preparó una retrospectiva sobre la dinastía Romanov. La Academia Real de Bellas Artes británica y el Museo de Arte Moderno de Nueva York también celebran el arte revolucionario. En resumidas cuentas, en 2017 el mundo no olvidó la herencia bolchevique. ¿Dónde quedó Rusia? 

Una posición ambígua 
Parece que los líderes rusos actuales prefieren recordar el zarismo de la dinastía Romanov que los alzamientos obreros que llevaron el comunismo al poder después de un año de revolución. Esta ambigüedad no es nueva: “El gran problema con la historia rusa, en particular en el siglo XX, es que fue reescrita varias veces”, explicó el historiador Alexandre Miasnikov. El patriarca Cirilo, cabeza de la Iglesia ortodoxa rusa, tuvo una opinión muy clara. El líder religioso condenó los eventos de 1917, calificándolos de “crimen terrible” en el cual “derramaron sangre inocente”. Para Michael J. Carley, docente e historiador de la Universidad de Montreal, la opinión del religioso se explica con el pasado soviético: “La Unión Soviética (Urss) fue un Estado ateo, que veía la Iglesia ortodoxa como una de las bases del zarismo y una enemiga del gobierno soviético”.  

Sin embargo, para  el presidente Valdimir Putin no todo se tiene que rechazar en la ideología revolucionaria comunista. “Él defiende los intereses nacionales de Rusia como la Urss lo hizo. No se arrodilla ante los americanos, quienes no están acostumbrados. Pero Putin sólo desea una cosa: colaborar con los Estados Unidos y la Unión Europea”, declaró Carley.  Esta paradoja simboliza la dificultad del dirigente para conciliar la herencia soviética y la política actual. No obstante, los ciudadanos recuerdan el período soviético con más nostalgia, según una encuesta del instituto Levada en la que más de la mitad de los participantes manifestaron añorar aquella época. Por otro lado, Juan David García, analista político y docente en humanidades de la Universidad Pontificia Bolivariana, aclaró que “el centenario no es prioridad en la agenda” del gobierno ruso. Es cierto que las polémicas sobre presuntos ciberataques en Estados Unidos y Francia, mas las negociaciones para resolver el conflicto sirio son asuntos en los cuales el Estado se involucra más actualmente. 

Putin y la memoria histórica
Los levantamientos y las luchas populares de 1917 son temas que no se reivindican. Se prefiere conmemorar la memoria de la realeza.  “Putin está muy incómodo con la revolución, sobre todo sus logros, aunque no tiene molestia en usarlos para los propósitos del Estado ruso actual”, aclaró Carley. En noviembre 2016, el presidente Putin inauguró la estatua de San Vladimir, un príncipe que gobernó un territorio del cual se creó parte de la Rusia actual. La figura se alzó frente al Kremlin de Moscú, lo que no es anodino. El conjunto de edificios es la sede del poder de la Federación Rusa. “Este monumento rinde homenaje a nuestro ilustre ancestro, el santo particularmente venerado, el fundador espiritual del Estado ruso. Fundó las bases de la moral que nos define hoy”, declaró Vladimir Putin. 

Los restos de la revolución
El comunismo ruso defendido por los bolcheviques y Lenin sigue estando presente, pero no escapó de la ola liberal y capitalista que lo convirtió en partidos minoritarios en el mundo entero, excepto en países como China. “El Partido Comunista ganó un poco menos de 15% de los votos en las elecciones legislativas. En cuanto al socialismo, existen vestigios, apartamentos, un seguro social debilitado con una parte privada, las universidades siguen siendo accesibles pero hay que pagar algo”, explicó Carley. García agregó que con la caída de la Unión Soviética “se demostró el agotamiento del modelo comunista”. 

De modo que la herencia de la revolución parece ser más cultural que social y política.  Ahora, el principal partido político es Rusia Unida. No es un partido tradicional fundado por un conjunto de políticos reunidos por una ideología común que se integró en la vida política rusa después de la caída del muro de Berlín. El motor de Rusia Unida es Putin y su utilidad principal es asentar la legitimidad del presidente y su círculo más cercano. Sin embargo, sí existe un cierto legado del período soviético en la política actual, y es que “significó algo muy importante la construcción de la Unión Soviética, inclusive la construcción de la identidad rusa”, señaló García. Agregó que “el legado de concentración del poder, de tendencia a la restricción de libertades, aunque Rusia hoy tiene una serie de libertades civiles”, transformó al país en “un régimen híbrido entre la democracia liberal, formal y el autoritarismo”.