Pareciese que en el ADN de los dirigentes locales, la capacidad de gestionar no se hubiera desarrollado
Colombia en sus múltiples zonas es un país con una gran riqueza, mucha de ella derivada de las ventajas comparativas (lo que la naturaleza da) y otras de las ventajas competitivas (creadas por el hombre). Ciudades como Medellín y Bucaramanga han sabido aprovechar su adversidad geográfica para crear y desarrollar condiciones de competitividad en aras de mejorar la calidad de vida de sus habitantes.
Pero, la otra cara de la moneda se encuentran ciudades como Quibdó y Buenaventura, hoy alzadas en protestas civiles. La primera con una abundancia en biodiversidad que la hacen una de las más ricas del planeta, un potencial turístico inmejorable, con un aeropuerto en Acandí, ubicado hacia el mar Caribe, pero “nanay cucas” del desarrollo de la zona pacífica, excepto Nuquí y Bahía Solano, que también cuentan con aeródromo.
En abril de 2004, el entonces Presidente de la República, Álvaro Uribe Vélez expresó en Quibdó: “No son excluyentes el Puerto de Buenaventura, en el Valle del Cauca, con un nuevo puerto en el Pacífico chocoano, que podría estar ubicado en Nuquí o Tribugá.”
(http://historico.presidencia.gov.co/prensa_new/sne/2004/abril/24/04242004.htm)
Puerto que acercaría aún más a occidente con el cercano oriente, (Asia Pacífico), se quedó en “tan solo palabras hay entre los dos”, como en la letra de la canción de Silvana di Lorenzo.
Pero no solo la demagogia “veintijuliera” histórica, desde Santos para atrás, han contribuido crear falsas esperanzas, sino que, además, pareciese que en el ADN de los dirigentes locales, la capacidad de gestionar no se hubiera desarrollado, aunada a eso, la capacidad de corrupción desborda cualquier cálculo. Obviamente, no todos son un mosco en la leche, esa tierra ha dado grandes mujeres y hombres que sacan la cara chocoana.
Buenaventura por sus condiciones naturales y competitivas de puerto, hacen de ella una ciudad con todas las condiciones, para ser potencia del Pacífico, pero, ni desde el centralismo vallecaucano, ni del nivel central se dieron las condiciones para tener una ciudad con excelente calidad de vida.
Tan de malitas Santos que le explotaron todas las papeletas de la desigualdad social, gracias a la entronizada miopía de los gobiernos centralistas regionales y nacionales.
Dos ciudades con potencialidades diferentes, pero con una misma condición “ricas empobrecidas”, mientras desarrollemos la mirada periférica, el país seguirá en las mismas, con los mismos y los nuevos que lleguen.