El “paseo” a Roma del Presidente Duque, una vergonzosa expresión de lagartería y un peculado evidente. El adolescente en el poder es un mar de incoherencia.
Esta visita que hace el señor Duque al Papa Francisco tiene una dimensión simbólica sobre todo lo que significa la Colombia de hoy, que bien vale la pena hacer una reflexión en tres puntos.
Primer punto:
Tiene una particular relevancia el número de personas con el que se apareció el visitante, en contraposición a todas las reglas del protocolo cuando se trata de visitas de Jefes de Estado al Vaticano. Esa “confusión” premeditada, modificar en el camino las reglas del juego y asumir esta visita como si fuera una audiencia masiva, es la típica avivatada que caracteriza a lo más atrasado y lagarto del ser nacional.
No nos pueden decir que en la Cancillería desconocen la diferencia entre visita de Jefe de Estado y Audiencia Papal. Las visitas de Jefe de Estado – dice el protocolo- solo admiten la presencia del Presidente y su esposa. Pero no, Duque ha debido decirle a todos ellos. “Vengan, los invito a hablar con el Papa, van con todo pago” y arrancó con su tropel.
Esa misma euforia adolescente que se manifestó en su primer gran ridículo internacional, frente al Rey de España, quien lo miró asombrado cuando Duque, asumiendo toda su minúscula dimensión, le dijo que “saludes del presidente Uribe y que lo quiere mucho”, tomó forma allí.
Y entonces ahí lo vieron las cámaras en compañía de su esposa doña María Juliana Ruiz; sus tres hijos Luciana, Eloisa y Matias; su mamá doña Juliana Márquez; su suegra - la mamá de María Juliana - doña Gloria Sandoval; su amigo Jorge Mario Eastman, Secretario General de la Presidencia, la esposa de Jorge Mario, la hija de Jorge Mario; José Manuel Restrepo Ministro de Comercio; Julio Riaño Embajador ante la Santa Sede; Carlos Holmes Trujillo el Canciller; Francisco Miranda el que le hace los discursos. Hasta aquí, los que se dejan ver en las fotografías dadas a conocer. Hay gente acuciosa en las redes sociales y ya lograron identificar por allá a Julito Sanchez Cristo, y no pare de contar, pues ha de haber más: esposas, hijas, cuñadas, suegras de los de la lista.
Segundo punto:
El hombre se posesionó el pasado 7 de agosto. Es improbable que el mandatario anterior haya tramitado esta cita. Es previsible entonces que Duque movió cielo y tierra para madrugar donde el Papa. Como es cierto que una visita de estas debe concertarse con mucha antelación, la lagartada no ha de tener nombre. Pero lo que debe destacarse es la dramática insubstancialidad de este encuentro en términos políticos, económicos y sociales. Sí, Francisco le dio su bendición, intercambiaron regalos, reincidió en el tonito coloquial y le contó que James le mandaba esta camiseta de la Selección Colombia “firmada y con mucho cariño” y pare de contar.
Claro, el Papa le dijo que ojo con la paz y Duque, bien instruido, le hizo pistola con los dedos de los pies. No olvidó hablar de Venezuela y contra Maduro, y el Papa le sonrió.
Tercer punto:
Claro que hay peculado, claro que hay corrupción. Un viaje de esta dimensión, una comitiva de esta dimensión, unos invitados ajenos a quehacer del Estado, una ausencia de agenda, demuestra que se aprovecharon los recursos de la nación para satisfacer la expectativa morbosa de un grupo de creyentes que ansiaban tomar la mano de quien considera que es el enviado de su Dios, pero eso nada tiene que ver con las exigentes funciones de un Jefe de Gobierno.
Esta visita reafirma lo que ya el país sabe. Iván Duque es incapaz de entender sus funciones. Está obnubilado, cedió su nombre y su cuerpo para que otros gobiernen a través de él, su talento alcanza solo hasta los niveles de la lagartería, ese comportamiento lagarto que definiera alguien con acierto: “alabar con doble propósito, buscar amistades con doble intención, reptar, ser servil, venderle el alma al diablo por gozar de algún privilegio”.
¡Qué pena!